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Manuel Cruz, un filósofo proveniente del federalismo y duro contra el independentismo para el Senado

Manuel Cruz ha sido elegido por el PSOE como el próximo presidente del Senado

Arturo Puente

De una figura de primera línea para presidir el Senado, como era la de Miquel Iceta, a un sustituto prácticamente desconocido como es el senador del PSC Manuel Cruz. El presidente en funciones, Pedro Sánchez, ha visto en este catedrático de filosofía el catalán que finalmente dirigirá la Cámara Alta, después de que los independentistas bloquearan el salto de Iceta a Madrid. Cruz comparte con Iceta lo fundamental sobre el modelo de Estado, pero la trayectoria del primero está ligada al activismo y siempre hasta ahora alejada de la primera línea política.

El catedrático de Filosofía Contemporánea por la Universitat de Barcelona, que atesora una extensísima obra académica y literaria y varios premios de ensayo, se hizo un hueco en el activismo federalista como presidente de la entidad Federalistes d'Esquerres. FdE, en cierta forma una ANC federalista, ha sido una de las organizaciones que han mantenido un discurso más duro contra el independentismo y sus líderes, demostrando una idea de federalismo muy alejada de ser estación de paso hacia las posiciones secesionistas.

Cruz dio el salto a las listas de partido en 2016 para acompañar a Meritxell Batet en las listas del PSC al Congreso. Se trataba de un momento complicado para el socialismo catalán, que se veía devorado por unos 'comuns' de Xavier Domènech que parecían no tener techo. Fue entonces cuando el filósofo dejó la presidencia de Federalistes para dar un paso adelante y acudir al Congreso como independiente. Junto a Batet, era una apuesta clara de los socialistas catalanes por mostrar su apuesta federal.

A Manuel Cruz lo avalaban cuatro años de activismo en un federalismo que no teme confrontarse con el procés. De hecho, Federalistes d'Esquerres nació en 2012 de un manifiesto enfocado contra los primeros compases de la reclamación del llamado “derecho a decidir”, que acabaría llevando a una consulta no vinculante en 2014 y al referéndum de 2017. “Una propuesta de secesión augura, bajo el pabellón de un nacionalismo exacerbado, el desbordamiento a corto plazo del malestar social al que nos viene arrastrando el súbito empobrecimiento y el vértigo de la desesperanza de un número creciente de ciudadanos”, advertían en su primer manifiesto.

Este rechazo sin matices de la secesión que profesan Cruz y los suyos no les impide defender con el mismo convencimiento la necesidad de reformar la Constitución para dar un encaje a Catalunya y el resto de sentimientos nacionales existentes entre las fronteras españolas. Así lo dejó firmado en un nuevo manifiesto impulsado por Federalistas en 2014 en el que afirmaba: “El instrumento para revitalizar una verdadera alternativa únicamente puede ser el federalismo, estrechamente ligado al catalanismo político en otros momentos históricos, al que debemos enriquecer ahora con las razones y sentimientos del presente: reformular y actualizar los acuerdos explícitos y las complicidades tácitas que dotaron de sentido al Estado de las Autonomías hace más de treinta años exige ahora una dimensión plena e intensamente federal”.

Estas son las ideas que, durante los últimos años de procés, el PSC ha utilizado con frecuencia como cantera. El federalismo que Cruz representa, y que los socialistas catalanes comparten en general comenzando por Meritxell Batet, apuesta por el diálogo, la negociación, el reconocimiento de la especificidad catalana y el encaje federal, pero está totalmente en contra tanto de la secesión como de cualquier instrumento que pueda desembocar en ella, como sería un referéndum de autodeterminación. En este sentido, el nombramiento de Batet y Cruz para presidir el Congreso y el Senado respectivamente, es un gesto al diálogo con la Generalitat, por el que ambos apuestan, pero también por la defensa de un modelo contrario a la secesión.

Con Cruz en el Senado, Sánchez suplirá además el fracaso de la operación para colocar a Miquel Iceta en aquella silla, a la que permitía conferir simbolismo territorial. De hecho, pese a la dilatada carrera de Cruz en el ámbito académico y activista, colocar en ese puesto a un hombre que pocos ciudadanos conocen viene a subrayar la maldición de un Senado que se sume en la irrelevancia en todas las legislaturas. Un fracaso que, precisamente, federalistas como Cruz utilizan como argumento para afirmar que las instituciones estatales necesitan una reforma o, como mínimo, una revisión.

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