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Siete síntomas que muestran que la refundación de Convergència en el PDECat no ha funcionado

La cúpula del PDECat a las puertas de su nueva sede, junto a Artur Mas

Arturo Puente

Convergència, el gran partido nacionalista que rigió la vida política catalana durante décadas, es hoy una estructura casi vacía y sin actividad, que se mantiene viva solo para conservar los beneficios por anteriores resultados electorales y para acudir a los juicios que aún tiene pendientes. En mayo de 2016 sus militantes votaron constituir un nuevo partido. Poco después aparecía el Partit Demòcrata Europeu Català (PDECat), en una refundación del espacio convergente.

Pese a que esa refundación se propuso como la medicina infalible para un partido que adolecía de graves problemas estructurales y políticos, casi un año después de aquella operación varios síntomas indican que la operación fue un fracaso. Estos son los siete hechos que así lo atestiguan:

1- Perspectivas electorales

Convergència venía hundiéndose durante los últimos cinco años, desde las elecciones de 2012 en las que CiU perdió 12 escaños. Si las elecciones europeas de 2014 y las municipales de 2015 subrayaron la tendencia, las últimas dos generales han mostrado que, se ponga el nombre que se ponga, la actual Convergència está muy lejos de ser la que arrolló durante los 90 y, tras el paréntesis del Tripartit, también a principios de esta década.

El barómetro político del CEO no ha detectado ningún cambio en la tendencia de voto tras la refundación de Convergència en el PDECat. El pasado marzo el PDECat obtenía un 5% de intención directa de voto en el Parlament, cuando en junio pasado Convergència se situaba en el 8,9%, viniendo de un dato anterior, en febrero, donde había obtenido un 4,2%.

Algo similar ocurre respecto a la intención directa para el Congreso. Según el CEO, el PDECat se situaba en marzo en un 6%, cercano al 6,3% que obtenía Convergència en febrero pasado y muy lejos del 12,6% que la formación de Artur Mas hubiera obtenido en marzo de 2015.

2- Número de militantes

El Partit Demòcrata Europeu Català cuenta, según sus propias fuentes, con 13.000 militantes. La cifra no es lejana a la de 15.000 con la que Convergència, una vez limpiado su antiguo censo, inició la refundación del espacio. Hay que tener en cuenta que, por razones legales, no había forma de trasladar los archivos de afiliados entre una organización y otra, por lo que cada nuevo militante del PDECat ha debido acudir a afiliarse, estuviera o no en el censo anterior.

Pese a que la cifra no es mala –la formación se encuentra dentro de los márgenes de los grandes partidos catalanes, cercanos al PSC y ERC– el partido ha necesitado dejarse la piel para que los antiguos militantes de Convergència se registraran en el PDECat. Y ni siquiera así han podido alcanzar la misma cifra. Mucho menos superarla. Las nuevas siglas no son más magnéticas para la afiliación que las antiguas y si alguien podía fantasear con una nueva oleada de afiliaciones, las cifras revelan que no ha ocurrido.

3- Carpetazo incompleto al pujolismo

La relación del nuevo PDECat con la familia Pujol ha sido compleja. El partido ha intentado levantar un muro en lo que respecta al caso de la fortuna oculta de los Pujol en Andorra. Sin embargo, ha reivindicado la obra de gobierno de los 23 años de Pujol en la Generalitat, incluso para atacar a sus adversarios.

La semana pasada, sin ir más lejos, la propia Marta Pascal sorprendió cuando salió al paso de las críticas a Pujol del diputado de ERC, Gabriel Rufián. Pascal aprovechó para elogiar los méritos de los gobiernos de Pujol, llegando a asegurar que la política de inmersión lingüística de la que disfrutó Rufián había sido obra del expresident.

Más allá de la defensa de la obra de gobiernos pasados, el partido tampoco es capaz de proyectar una imagen clara y creíble sobre la independencia de Catalunya. El discurso de “la puta y la Ramoneta” sigue presente. Esto es así porque, tal y como reveló este diario, incluso el coordinador de organización está pensando en un candidato “autonomista” si el procés no sale bien. El PDECat quiere pescar en todas las aguas y eso le impide hacer discursos muy contundentes o tomar decisiones irreversibles.

4- Juicios por corrupción

Una de las cargas que el PDECat quiso dejar atrás, junto con Pujol, fue la imagen de la corrupción. Convergència, como persona jurídica, tiene varios juicios abiertos por esta cuestión, mientras que ni el PDECat como estructura ni ninguno de sus dirigentes tiene ninguna imputación abierta.

Esto no quita para que los juicios de Convergència estén salpicando la imagen política del nuevo partido, que está presidido por Artur Mas. Los hechos que se dilucidan en los juicios tanto del caso Palau como el de Pretoria ocurrieron en la etapa en la que Mas era el máximo responsable del partido. Las confesiones que han aparecido en estos juicios dejan la imagen del partido tocada, algo que podría confirmase según el relato de los hechos que hagan las sentencias. Y, aquí, la responsabilidad política de Artur Mas podría ser muy difícil de ocultar.

De hecho el pasado mes de abril en el juicio por el caso Pretoria se escuchó una llamada que deja a Mas en una posición delicada. En la llamada, mantenida entre Prenafeta y Artur Mas en 2009, el primero traslada al entonces jefe de la oposición que un empresario “controvertido” de Terrassa, del cual no quiere decir el nombre por teléfono, quisiera almorzar con él para “facilitar cosas”. Mas acepta.

5- Nuevos liderazgos

La situación de Mas, debiendo responder por su gestión pasada y a la vez presidiendo un nuevo partido, es una imagen representativa del problema para generar nuevos liderazgos que tiene el PDECat. La presencia de Mas en la cúspide se come la presencia de las nuevas caras, como la de la coordinadora general, Marta Pascal, o del responsable de organización, David Bonvehí. De hecho, Pascal ocupa un lugar mediático que se parece más al de una portavoz en otras formaciones que al de una secretaria general.

Además, más allá de Pascal y Bonvehí, el resto de la Ejecutiva del partido continúa siendo una absoluta desconocida. Mas allá de las cuestiones organizativas, el PDECat tampoco está siendo capaz de renovar las caras en la carrera sucesoria a Artur Mas y Puigdemont, que parece no acabar nunca. Entre los nombres que suenan actualmente se encuentra el conseller Santi Vila, la alcaldesa de Sant Cugat y presidenta de la Diputación de Barcelona, Mercè Conesa, o la propia consellera portavoz del Govern, Neus Munté. Todas ellas caras que vienen de etapas anteriores y no precisamente asociadas al nuevo PDECat.

6- Una dirección en permanente discusión

El régimen de incompatibilidades aprobado en la fundación del nuevo partido es especialmente duro y ha generado fricciones importantes. La última, a finales de marzo pasado, cuando un tercio de la cúpula del partido dimitió para cumplir con las normas del partido, que impiden estar en la dirección si se tienen más de dos cargos electos o uno de alto cargo en el Govern.

Esta norma, que nació de la idea original de separar a rajatabla las funciones en el partido y en el Govern, ha sido la principal fuente de lucha entre familias en la dirección del PDECat. Desde la cúpula ejecutiva de Pascal se intentó introducir excepciones que permitiera, al menos, la continuidad de la dirección salida del último Congreso. Pero no fue posible, ya que el Consell Nacional de marzo tumbó la propuesta.

La batalla por el régimen de incompatibilidades es, en realidad, consecuencia de un mucho más soterrado choque de fuerzas entre el ascendente que Artur Mas y su entorno todavía intentan ejercer en el partido, y la emergencia de otros cuadros, territoriales y en la propia Generalitat, de corte renovador. Y, en medio, los coordinadores Pascal y Bonvehí hacen complejos equilibrios.

7- Incapacidad para seducir a nuevos sectores

Uno de los síntomas más claros del fracaso de la refundación se observa en la incapacidad del PDECat para mantener en su órbita a sectores que antes habían estado bajo el amplio paraguas de Convergència i Unió. El caso más elocuente es el del grupo del PDECat en el Ayuntamiento de Barcelona que, con el cambio de nombre obrado el mes pasado, perdió un concejal. Xavier Trias pasó de controlar diez ediles a nueve, por la salida del grupo de Gerard Ardanuy, perteneciente a la escisión independentista de Unió, Demòcrates de Catalunya (DemCat).

Si algún sector debía tener una alianza firme con el PDECat, por cercanía ideológica y trayectoria compartida, esos son los miembros de DemCat. Pero las fricciones entre ambos son obvias, comenzando porque el PDECat eligió la denominación de Demòcrates que los exUnió habían tomado primero para su partido.

No son el único sector con ampollas por la actuación del PDECat. Reagrupament, un sector escindido de ERC en el fin del Tripartit que acabaría integrándose en Convergència en 2013, también ha expresado en público “molestias” por sentirse poco representado en la nueva organización. Una situación que nada tiene que ver con la Convergència que, como una apisonadora, era capaz de engullir cualquier espacio que tuviera en su órbita.

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