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El 'sí' de ERC a los presupuestos culmina su cambio de estrategia en Madrid y su desmarque de Junts

Arturo Puente

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Ni la proximidad de las elecciones catalanas, ni el tira y afloja por la mesa de diálogo con el Gobierno –y con sus socios de Junts– y ni siquiera la mano tendida de Ciudadanos a Sánchez han modificado el objetivo de ERC. Su propósito era y es convertirse en socio preferente del Ejecutivo de coalición. Los republicanos han anunciado este martes su disposición a apoyar los Presupuestos que, si bien debe acabar de concretarse, encarrilaría una mayoría sólida para el Gobierno de Pedro Sánchez. ERC culmina así el cambio de estrategia en Madrid, por el que ha pasado de rechazar unas cuentas y poner en jaque la legislatura, en octubre de 2019, a desmarcarse de Junts y reivindicarse como interlocutor privilegiado con la Moncloa.

“Esta no es una rueda para anunciar un acuerdo cerrado, sino para anunciar un preacuerdo con el Gobierno”, advirtió Gabriel Rufián este martes, que ha recordado que la decisión final está siempre en manos de los órganos de dirección de su partido. Pero, tras el anuncio hecho por el portavoz, solo un terremoto puede hacer descarrilar una validación de puro trámite en el seno de la formación republicana. Rufián incluso ha detallado algunos de los puntos pactados a cambio del voto positivo de sus 13 diputados, lo que apunta a una negociación muy avanzada.

En las últimas semanas ERC, junto a Bildu, se habían alineado en diversas iniciativas con Unidas Podemos, por ejemplo en la enmienda para impedir los desahucios, y también con el Gobierno en conjunto en la ley Celáa o, a principios de este mes, en la prórroga del estado de alarma. La presencia de los vascos en la ecuación ha sido clave, pues ha supuesto un cojín importante para que los de Rufián hayan podido acomodar a la vez su perfil independentista y su disposición a sumar esfuerzos con el Gobierno central. En Esquerra calculan que Junts per Catalunya tendrá más difícil criticarles por falta de compromiso independentista si votan lo mismo que los abertzales.

En el partido, que siempre mantiene un perfil algo más árido que su delegación en el Congreso respecto a cómo debe ser la relación con la Moncloa, ya habían dado muestras de estar dispuestos a llegar a un acuerdo sobre las cuentas. Esta vez los republicanos han evitado marcar en público condiciones referentes a la cuestión nacional o de los presos, y han desplazado sus reivindicaciones sobre todo hacia las medidas económicas para hacer frente a la pandemia.

Los republicanos, al frente de la mayoría de las áreas clave de la Generalitat en la gestión de la COVID-19, consideran que la situación es suficientemente urgente para que su electorado acepte aplazar por ahora las exigencias que no están relacionadas con la situación social y sanitaria. “Hay muy poco margen para la magia hoy en día”, indicó Rufián ante la prensa.

Una de las obsesiones de la formación independentista era taponar la vía de entendimiento que Ciudadanos había tratado de abrir con el Ejecutivo a lo largo del verano. La apuesta declarada de ERC es ser un pilar necesario para el Gobierno y, por tanto, tener capacidad para condicionarlo. Una posibilidad que los republicanos se veían perder si sus votos ya no hubiesen sido necesarios para la mayoría absoluta, gracias a un pacto entre Inés Arrimadas y Pedro Sánchez que aceptaran también en Unidas Podemos. En la Moncloa han barajado esta suma como una opción, o más bien como un plan B si el llamado “bloque de la moción de censura” era imposible de reunir.

Pero nada más lejos de la realidad. Sánchez no solo mantiene casi un año después los mismos socios que votaron sí a su investidura, sino que tiene en cola a otros actores que ahora también están abiertos a negociar. Uno de ellos es el ya citado Ciudadanos, pero no menos importante es el PDeCAT, que mantienen cuatro representantes en el Congreso después de que la formación de Carles Puigdemont consumara la escisión del antiguo espacio de Convergència en septiembre pasado.

La rama de los afines a Artur Mas, más moderada en lo nacional y más escorada a la derecha en lo económico, ya está preparada para concurrir en solitario a las próximas catalanas y, en Madrid, mantiene su buena disposición a llegar a acuerdos con Sánchez, retomando el hilo pactista del que hacía gala CiU. Una posición de la que están lejos los de Junts, inmersos ahora en unas primarias por liderar la candidatura en las que es precisamente la portavoz en el Congreso, Laura Borràs, la representante del ala más dura. La situación aún se complica si se suma a la CUP, cuarto partido independentista catalán en liza, que presentó una enmienda a la totalidad a los presupuestos.

ERC, con su sí preventivo de este martes, no solo pensaba en cerrar el paso a Arrimadas, sino que también aplacaba la posible influencia que los cuatro diputados del PDeCAT podrían haber tenido si hubieran sido necesarios para el Gobierno.

Fuentes republicanas admiten que, con su anuncio, Rufián trataba de avanzarse al resto y de cerrar el paso de eventuales competidores. Pero, más allá de esto, los republicanos tienen intención de exhibir sin complejos su acuerdo, si se acaba confirmando, tanto en los puntos seductores para el electorado de izquierdas como en aquellos que incluyen mejoras económicas para Catalunya. Este lunes la portavoz del partido, Marta Vilalta, se refería a las inversiones en cercanías en el Área Metropolitana, una reclamación histórica de la Generalitat, mientras que Rufián aludía al fin de la intervención del Gobierno central sobre las cuentas autonómicas en cumplimiento de las condiciones del FLA, fondo que Catalunya ya abandonó hace casi dos años.

Que ERC esté dispuesta a sacar pecho de las contrapartidas obtenidas en Madrid no significa, sin embargo, que estas deban de ser el eje de su campaña. Ni siquiera tienen por qué ocupar un lugar importante en la carrera de Pere Aragonès por la presidencia que, sobre el papel, se disputará el próximo 14 de febrero. Según el calendario parlamentario, a las cuentas podría quedarles aún más de un mes de trámite para acabar aprobadas, tal como desea el Gobierno, al filo del inicio de 2021. A partir de entonces todavía quedarían unas cuantas semanas para el inicio de la campaña catalana y podrán decidir si el ambiente es propicio para presumir de su influencia en el Gobierno y los logros conseguidos gracias a ella o apostar por un discurso más acorde a la confrontación que defienden sus adversarios de Junts.