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Opinión - Feijóo a la desesperada. Por Esther Palomera

Sánchez y Aragonès preservan el diálogo pese a la escalada verbal por Puigdemont

“Podemos encontrarnos obstáculos pero tenemos que conjurarnos para superarlos”. Con esta frase cerró Pere Aragonès cualquier especulación sobre su voluntad para seguir adelante en el diálogo con el Gobierno tras la detención de Carles Puigdemont en Cerdeña. Un obstáculo, tal como él mismo había descrito en su declaración tras la reunión del Govern, pero también un compromiso firme para que eso no entorpezca la vía de la negociación. Unas horas antes, miembros de su equipo se habían puesto en contacto con Moncloa para trasladar esta misma idea que Pedro Sánchez quiso reforzar en una comparecencia en La Palma: “El diálogo es hoy, si cabe, más necesario. Lo fue hace diez años, lo fue en 2017, lo es hoy y lo será en el futuro”.

La detención en Cerdeña del expresident sorprendió a los dos gobiernos el jueves por la noche. Antes de saber cómo se resolvería y con Puigdemont durmiendo en un centro penitenciario sardo, Sánchez y Aragonès habían apostado por preservar el clima de confianza en el que ambos han trabajado durante las últimas semanas. La noticia obligaba a ambos dirigentes a manifestarse en direcciones opuestas y, tanto por parte de las filas independentistas como de voces socialistas, ya se había producido una escalada verbal respecto a la situación del líder de Junts.

En Barcelona, cientos de independentistas incluyendo varios miembros del Govern, se concentraban en las inmediaciones del consulado italiano para exigir la puesta en libertad de Puigdemont. El Ejecutivo catalán hizo lo mismo a mediodía del viernes, cuando Aragonès advirtió que los hechos en Sassari “no ayudan en nada” al diálogo. También el Gobierno había reaccionado unas horas antes a la detención, mostrando respeto por la justicia italiana y asegurando que el eurodiputado “debe responder de sus actos ante los tribunales”. 

Mientras Moncloa reaccionaba con temple, los presidentes socialistas Javier Lambán y Emiliano García-Page subían sustancialmente el tono. “La detención del presunto delincuente Puigdemont me ha producido una grandísima alegría”, declaraba el aragonés, al tiempo que confiaba en que “esto se resuelva felizmente con la presencia de este señor en la cárcel y en el juicio al que necesariamente ha de ser sometido”. El manchego también lo celebró al considerar que era una “cuenta pendiente” que permite “pasar una página dolorosa”. “Siempre me han caído bien los italianos”, ironizó. 

En el Gobierno se mueven con prudencia ante la detención de Puigdemont, conscientes de que su extradición a España o el mantenimiento de la inmunidad, es una decisión que corresponde a los tribunales italianos y que, hasta cierto punto, es imprevisible, habida cuenta de la extraordinaria complejidad jurídica del asunto. 

Sánchez aprovechó su comparecencia en La Palma, en la que no aceptó preguntas de los periodistas, para manifestar el “respeto y acatamiento” por parte del Gobierno a la resolución del juez italiano en la misma línea en la que había reaccionado en la madrugada anterior Moncloa a través de un comunicado. “Carles Puigdemont lo que tiene que hacer es comparecer y someterse ante la Justicia”, ha apostillado. 

El socialista se comprometió hace casi dos años a que Puigdemont volviera a España. “A ustedes, señor [Pablo Casado], se les fugó Puigdemont. Yo me comprometo hoy y aquí a traerlo de vuelta a España y que rinda cuentas ante la justicia española”, afirmó en un debate electoral. La situación era radicalmente distinta a la actual: Sánchez pugnaba por hacerse con el electorado de Ciudadanos y había endurecido el tono contra el independentismo. 

Objetivo Moncloa: que ERC aguante la presión ante los presupuestos

Ahora en el PSOE asumen que su permanencia en Moncloa depende de ERC y por eso hacen equilibrios para evitar que desaparezca la sintonía que ambas formaciones han alcanzado en los últimos meses. La continuidad de Sánchez y de Aragonès en los gobiernos central y autonómico, respectivamente, depende en buena medida del mantenimiento de la apuesta por el diálogo. Por eso Sánchez se apresuró a reivindicarlo “hoy más que nunca”. “El mensaje que quiero trasladar es de compromiso y de reivindicación, hoy más si cabe aún, del diálogo entre las distintas administraciones para que los catalanes puedan superar el trauma que representó el año 2017”, reiteró desde La Palma. 

La respuesta de Aragonès ha sido, por otro lado, la que esperaban en el Gobierno. “Que se solidarice con él y que siga apostando por el diálogo”, apuntaba un miembro del gabinete. Esa ha sido precisamente la reacción de la presidencia de la Generalitat. Tras la comparecencia de Aragonès, en el Gobierno central afirmaban encontrarse “bastante tranquilos con la sensación de que la mesa se mantiene”. 

El gran objetivo de Moncloa –más allá de mantener la vía del diálogo– es “separar los presupuestos, la mesa y esto, que es una decisión judicial en la que el Gobierno no ha tenido ninguna influencia”. “La situación personal de cualquier dirigente político, en este caso Puigdemont, tiene que estar al margen. Quienes negocian unos presupuestos tienen que pensar en los ciudadanos. No podemos hacer política al margen del interés general. Es difícil comprender que se pueda usar esto para paralizar una actuación, los presupuestos, que lo único que tratan es de favorecer la vida de las personas y dar un impulso a la salida de la crisis”, advertía la ministra de Defensa, Margarita Robles, en La Hora de La 1, de TVE, ante la posibilidad de que la tensión en el independentismo por una hipotética extradición del expresidente de la Generalitat aleje a ERC. ¿Aguantará la presión? Eso esperan en el Ejecutivo.  

Mientras Moncloa y la Generalitat mostraban sus diferencias con los menores aspavientos posibles, la oposición en el Congreso, capitaneada por Pablo Casado, utilizaba la detención para cargar contra Sánchez. “Puigdemont debe ser juzgado en España por su golpe a la legalidad constitucional, y Sánchez debe comprometerse a respetar la sentencia de la Justicia sin indultos a cambio de permanecer en el poder”, escribió el líder del PP en Twitter. Desde el lado de Junts, la presión hacia Aragonès no era menor. El vicepresident Jordi Puigneró recordaba el escepticismo de su grupo con la mesa de diálogo y lo relacionaba con la detención del expresident: “El tiempo nos ha dado la razón”.

Cohesión a marchas forzadas en el Govern

La sorpresa de la detención y posterior puesta en libertad de Carles Puigdemont llega además en un momento especialmente delicado para los socios del Govern. No solo por la disputa de la semana pasada por la presencia de los miembros de Junts en la mesa de diálogo, una crisis que ambos se afanaron en dar por cerrada. También por la celebración la semana que viene del debate de política general en el Parlament, uno de los momentos más importantes del año para la Cámara catalana, que pondrá a prueba la convivencia en el seno de la coalición.

Las consellerias de ERC, y también la Presidència, llevan días preocupados por la actitud de sus socios en este debate parlamentario, en el que temen que puedan colarles varias propuestas de resolución contrarias a sus postulados o que les compromentan de cara al curso político. Los republicanos temen quedar atrapados por Junts y la CUP en las iniciativas sobre la independencia, que si no son capaces de rebajar mediante negociación, les obligarían a quedarse votando con los 'comuns' o incluso el PSC. También en el ámbito económico temen que se acabe exhibiendo una brecha con Junts, que podría optar por votar diferente a ellos en asuntos como la ampliación de El Prat.

Este viernes por la mañana, el vicepresident Puigneró había citado en el Palau únicamente a los consellers de Junts, lo que ha encendido las alarmas de Aragonès, que ya tenía en marcha una convocatoria a todo el Govern. Finalmente ambas partes han conseguido reconducir la situación con una comparecencia pactada. Aragonès aún ha ido un paso más allá y ha anunciado que viajaría con su vicepresidente a Cerdeña, como muestra de apoyo a Puigdemont. Un gesto con el que nuevamente trataba de evitar que un tormenta externa acabase colándose en el Palau y supusiera una batalla, bien con el socio con el que comparte Govern o bien con el que comparte mesa de diálogo.