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Riudecols, el pueblo donde cayeron 200 millones del Gordo y se dispararon los contagios de coronavirus

Panorámica de Riudecols (Tarragona).

Pol Pareja

Riudecols (Tarragona) —

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El cava corrió abundantemente frente al bar Cal Sota. Muchas mascarillas estaban bajadas. Hubo abrazos y gritos de júbilo en una celebración que algunos alargaron hasta que empezó el toque de queda nocturno. Era 22 de diciembre y acababan de caer 200 millones de euros del Gordo en Riudecols, un pequeño municipio de Tarragona de poco más de 1.000 habitantes. Un mes después, las calles están vacías y algunos vecinos tienen miedo a salir de casa: los positivos por coronavirus en el municipio han aumentado un 386%.

“Todos comentan que la culpa fue de la celebración de la lotería”, explica Mireia Mestre, 42 años, vecina del pueblo y dueña de una pequeña tienda de alimentos. “La gente se dejó llevar y de alguna manera lo puedo entender con el año que hemos tenido”.

Al menos unas 50 series del 72.897, el primer premio, fueron repartidas en Industrias Teixidó, una fábrica de componentes de automóviles de Riudecols. El comité de empresa había comprado el número en Reus y prácticamente todos los 440 trabajadores de la compañía y sus familiares fueron agraciados con el Gordo. 

Después de la celebración y de las navidades, la incidencia de casos se disparó: según datos del martes, en los últimos 14 días la incidencia acumulada era de 2.881 positivos por cada 100.000 habitantes, una tasa altísima que sin embargo hay que matizar ya que en municipios con poca población la irrupción de unos cuantos casos dispara los indicadores.

En todo caso, nadie en el pueblo niega que ha sido el peor momento de toda la pandemia. De los 77 positivos que ha habido en el pueblo desde el inicio de la pandemia, 35 son de los últimos días. Las autoridades sanitarias creen que lo ocurrido no tiene nada que ver con el sorteo y su posterior celebración, pero el Ayuntamiento sí.



“Es cierto que se armó una gorda”, admite antes de entrar a su turno Marta, trabajadora de Industrias Teixidó y la única entrevistada que reconoce haber sido premiada en el sorteo. “Hubo gente que compartía botella, mucho grito…”. Según esta mujer de mediana edad, en el pueblo los vecinos suelen reunirse poco y el día de la lotería fue excepcional. Recuerda, no obstante, que en fin de año también hubo alguna fiesta en el municipio. 

En el Ayuntamiento también creen que la “lluvia de millones” fue una de las causantes del aumento de contagios, cuyo pico ya ha empezado a descender. “Ha sido una combinación de varios factores a la vez”, señala Raül Grau, concejal de servicios en el municipio. “Por un lado, la lotería, y por otro, unas navidades en las que todo el mundo estaba contento y quería celebrar y compartir lo ganado”. El consistorio ha insistido a la población en la necesidad de mantener las medidas de seguridad y estos días se han rociado con líquido desinfectante algunos espacios para concienciar a los vecinos. 

En el Departament de Salut creen que no puede vincularse el aumento de positivos con la celebración del Gordo. “La fábrica está en Riudecols pero muchos empleados ni siquiera viven en el pueblo”, explican fuentes del departamento en Tarragona. Las autoridades, sin embargo, no han identificado ningún gran brote familiar concreto y no saben a qué se debe tanta incidencia. Apenas una semana después de la celebración se detectaron cinco casos en el pueblo y el virus siguió expandiéndose por la población.

Costaba encontrar vecinos en Riudecols el miércoles por la mañana, un día frío con esa luz gris que impone el invierno. Con una población muy envejecida –el 20% de los habitantes tiene más de 65 años–, el miedo se extendió tan rápido como el virus por las empinadas calles de este pueblo de la comarca del Baix Camp. Algunos ancianos observaban desconfiados al visitante desde su balcón. 

“Ya lo ves, aquí no hay vida”, prosigue Grau, el concejal, desde la plaza mayor del pueblo. Es día de mercado y hay un solo puesto con frutas y verduras y ningún cliente. “La mayoría de los vecinos son gente mayor, tenemos unos cuantos de más de 90 años y no se atreven a salir”, añade. Grau explica que a mediados de marzo la vida en la calle disminuyó sobremanera, pero desde que aumentaron los casos en enero, el silencio ha ido a más. Por el miedo de algunos a salir a la calle y por el aislamiento al que están sometidos otros.

El concejal afirma que cada vez más gente va saliendo del aislamiento y la situación está mejorando en el municipio. Le gustaría que el dinero que han ganado los vecinos lo utilizaran para reformar casas existentes en el pueblo en lugar de construir chalets en las afueras. Le preocupa la paulatina despoblación y envejecimiento de Riudecols. “Espero que la lotería sea un impulso para el pueblo”, apunta.

Dos años seguidos ganando el Gordo

“De repente un día ves un Porsche nuevo, luego un Mercedes...”. Julián Aragonés, 89 años, explica que en el pueblo la manera de hacer público que te ha tocado la lotería es aparecer con un cochazo de un día para otro. “Todos lo niegan hasta que no les queda otra que reconocerlo”, remacha, antes de especificar que a él nunca le ha tocado. Solo una mujer de los ocho vecinos entrevistados admitía haber sido agraciada con el premio.

Esta situación de conversaciones discretas y de observar lo que se ha comprado el de al lado ya se ha convertido en una costumbre en Riudecols. El año pasado varios vecinos de la localidad ya ganaron el primer premio del Gordo, vendido en un local social de Reus. El propio Grau explica que tuvo en sus manos la serie completa el año pasado y no se quedó con ningún décimo porque no juega a la lotería.

El caso es que algunos vecinos han ganado el Gordo dos años seguidos y, si se observa bien, se puede percibir en algunas cosas. Se ve un número considerable de coches de alta gama, los chalets a medio construir se extienden por las urbanizaciones cercanas a la localidad... En un pueblo en el que todo el mundo se conoce y apenas pasa nada, el reparto de cientos de décimos del Gordo navideño ha trastocado la rutina hasta el punto de que también se ha notado en la incidencia de casos de coronavirus.

Antonio Delgado, otro anciano del municipio, paseaba a media mañana por las calles vacías del casco antiguo apoyado en su bastón.

- ¿A usted le ha tocado?

- Qué cojones me va a tocar a mí. Si me hubiera tocado ya habría pillado el bicho celebrándolo o me hubiese ido al Caribe.

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