Sierra de Altomira: turismo sin disparar ni un cartucho

Las montañas que forman la Sierra de Altomira son suaves, pero se erigen sobre los páramos, los sotos, las llanuras y las amplísimas extensiones agrarias que modelan un paisaje a caballo entre dos de los lugares más iconográficos y literarios de la península: La Alcarria y La Mancha.

La Sierra de Altomira -que se extiende por las provincias de Guadalajara y Cuenca- está catalogada como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) y como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) dentro de la red ecológica europea Natura 2000.

El lugar arropa además otros espacios naturales castellano-manchegos protegidos, como la “micro-reserva” de los cerros margosos de Pastrana y Yebra, la reserva fluvial de los sotos del río Tajo o el refugio de fauna del embalse de Bolarque.

Pero se trata además de un paisaje profundamente intervenido por el hombre durante siglos, por las explotaciones agrarias y ganaderas que llegaron a alcanzar cotas de extraordinaria productividad, pero también por la alteración que ha experimentado debido a la construcción de algunas de las más grandes obras hidráulicas del país, como los pantanos de Entrepeñas y Buendía.

Los embalses que se han construido sobre los ríos Tajo y Guadiela se han acabado convirtiendo en lugares de reposo y de invernada para miles de aves, y en los carrizales que se han formado en la cola de esas presas se han asentado importantes poblaciones de aguilucho lagunero o garza imperial, según datos del Gobierno de Castilla-La Mancha.

Como en muchos otros lugares de España, la agricultura y la ganadería extensiva han perdido peso durante las últimas décadas, en las que han crecido sin embargo de una forma considerable el sector servicios -debido a la proliferación de urbanizaciones de segunda residencia- y los establecimientos hosteleros y empresas de turismo activo.

Muchos de esos establecimientos hosteleros y empresas están ya rentabilizando el elevado potencial de los recursos naturales de este espacio, y aprovechando que esos valores medioambientales y paisajísticos se están convirtiendo en uno de sus principales atractivos.

En la Sierra de Altomira existen poblaciones reproductoras de rapaces como el águila perdicera, el águila real, el águila culebrera, el alimoche, el halcón peregrino o el búho real, y los embalses se han convertido en uno de los lugares de reposo preferido de las grullas durante sus largas migraciones.

En la zona alcarreña que rodea esta sierra destaca la presencia de numerosas aves esteparias, y entre éstas la carraca o el pequeño reducto de “alondra ricotí”, una pequeña ave que sólo vive en España y en el norte de África y que está considerada como “vulnerable” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.

Pero además, la zona es especialmente interesante por la especies de flora, ya que se trata de un espacio que marca el límite entre las áreas ibérica y levantina en el que crecen varias especies endémicas y muy protegidas.

Como un reducto y forma de demostrar que la caza no lo es todo en Castilla-La Mancha, la Sierra de Altomira ha sabido hacer del medio ambiente su principal fuente de ingresos, pero en este caso admirándolo y valorando su especial biodiversidad, cuidándolo y haciendo que crezca año a año, atrayendo el turismo y numerosas residencias de campo de madrileños y valencianos sin disparar ni un solo cartucho para ello.