Hacer desaparecer el Valle de los Caídos: una postal enviada desde el futuro “para un presente exento de fascismo”

María Palau

València —
29 de septiembre de 2025 22:57 h

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El Valle de Cuelgamuros, María Amparo Gomar Vidal compró una goma de borrar. Junto al código de barras de la etiqueta, dos palabras: Valle Eraser. “Nadie parecía haberse fijado en que tú misma puedes eliminar el monumento fascista de la propia goma que has comprado en la tienda de souvenirs del Valle”, se sorprendió la artista, en cuya cabeza llevaba tiempo configurándose una idea.

Desde que en 2022 acudió por primera vez al entonces todavía oficialmente denominado Valle de los Caídos, Gomar empezó a buscar posibilidades para “eliminar todo el residuo fascista que permanece en este lugar, donde el monumento continúa imponiendo su omnipresencia y reproduciendo el discurso hegemónico”. Los monumentos –y este especialmente–, subraya, “son la manifestación del poder en el espacio público, nos interpelan y nos educan sobre cómo tenemos que ser, cómo tenemos que comportarnos y quién manda”. Profundamente incomodada por esta presencia megalómana, decidió hacerla desaparecer con su práctica artística.

Las largas colas para acceder a la tienda de souvenirs que presenciaba cada vez que visitaba el conjunto monumental acabaron por inspirarla en la creación del proyecto Cuelgamuros: una tienda de recuerdos futuros, que presentará este miércoles, 1 de octubre, en Ca Revolta, junto a Vanesa Peña Alarcón, comisaria de la presentación, y Lucila Aragó Carrión, de la Associació Memòria i Justícia. Acció Ciutadana contra la Impunitat del Franquisme.

“La gente hacía cola para comprar reproducciones de fascismo y llevárselas a casa”, se indigna la artista, que ha confeccionado una serie de souvenirs en los que la simbología franquista es suprimida. La obra principal del proyecto la constituye una postal, donde “la interacción de la persona que la sostiene entre las manos puede eliminar la cruz y la basílica todas las veces que quiera”. También ha impreso serigrafías, un póster lenticular y pegatinas en las que el complejo arquitectónico desaparece por completo, así como un fanzine con una entrevista al hispanista Ian Gibson.

Esta propuesta, sostiene Peña, crea “una tienda de souvenirs a través de la que vincularnos con el pasado, con el legado franquista; una postal desde el futuro para un presente exento de fascismo”; o, en otras palabras, plantea “cómo queremos que se nos recuerde en el futuro a propósito de la gestión que estamos haciendo en el presente”. La tienda diseñada por Gomar busca “devolver al propio valle su verdadera naturaleza”, al tiempo que insta a “abrir nuevas líneas de pensamiento para pensar la manera en la que lidiamos con ese patrimonio incómodo, más allá aún de la iconoclastia y, por supuesto, más allá de la resignificación”.

Para ello, Cuelgamuros: una tienda de recuerdos futuros parte de las lógicas del turismo para “reflexionar sobre la comunicación de las versiones del pasado, completamente hegemónicas y reaccionarias, desde el artefacto del souvenir”, apunta la comisaria. En este sentido, Gomar agrega que el souvenir como “formato artístico” le ha servido para meditar sobre “el turismo y principalmente sobre cómo nosotros consumimos turismo”: “Si cuando compras un souvenir te llevas una experiencia encapsulada del lugar, ¿qué significaba adquirir un souvenir en el Valle de los Caídos?”.

Cierre de una tienda de recuerdos pasados

Gomar insiste en que en los souvenirs “está escrita la microhistoria que ha ido atravesando el Valle y las decisiones políticas que ha habido”. En octubre de 2022, la aprobación de la Ley de Memoria Democrática supuso la modificación de la denominación del conjunto monumental situado en la sierra de Guadarrama, que abandonó el nombre de Valle de los Caídos para recuperar la designación de Valle de Cuelgamuros. No obstante, la artista pudo comprobar cómo los souvenirs continuaron manteniendo las inscripciones de Valle de los Caídos o Santa Cruz del Valle de los Caídos.

La tienda de souvenirs fue clausurada, según Patrimonio Nacional, en enero de 2025, aunque Gomar apunta que los objetos se siguen vendiendo en el monasterio de El Escorial. “Que una tienda de este calibre siguiese operando hasta hace bien poquito es el mejor ejemplo de cómo el aparato ideológico que sigue reproduciendo lógicas hegemónicas previas está muy presente todavía en el Valle de Cuelgamuros”, remarca Vanesa Peña.

Es por este motivo que Cuelgamuros: una tienda de recuerdos futuros “plantea repensar la comunicación popular del relato histórico a través del turismo, del consumo de masas y su plasmación estética, no sólo mediante una revisión crítica del monumento, sino a través de la re-versión estética del souvenir, que constituye una herramienta desde la cual hacer visible ese carácter meramente reformista y simbiótico que tuvo el boom turístico durante los años 60, pero también durante la denominada transición posteriormente”, destaca.

La comisaria resalta que el Valle de los Caídos es “un lugar heredero directo de esa experimentación en relación con el modelo turístico por parte del franquismo, que pretendió establecer un paralelismo con unas políticas culturales que siguen operando aún hoy, o hace bien poco, en la tienda de souvenirs”. “No hay que olvidar que estas lógicas turísticas trataron esconder la violencia que caracterizaba al régimen”, apostilla Maria Amparo Gomar.

“La maldad hay que hacerla desaparecer”

El paso del tiempo ha ido dejando su huella –arquitectónica e ideológica– en el paraje de la sierra de Guadarrama. Desde que el 1 de abril de 1940 se aprobara el decreto por el que debía construirse este complejo arquitectónico con el objetivo de “perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa Cruzada” hasta que el dictador lo inaugurase diecinueve años después, transcurrieron lustros de trabajos forzados y privación de libertad. Desde que el 24 de octubre de 2019 se exhumó a Francisco Franco de su enterramiento en el altar mayor de la basílica –espacio reservado, a excepción del dictador, para obispos o santos– hasta que en 2023 comenzaron los trabajos de localización, exhumación e identificación de algunos de los más de 33.000 cuerpos enterrados en las criptas de la basílica, el complejo consiguió dos récords Guinness: la cruz más alta del mundo (152,4 metros) y la basílica más larga (162 metros).

Se ha hablado mucho del Valle. En el último año, el debate se ha centrado en la resignificación de este espacio. Coincidiendo con los cincuenta años de la muerte de Franco y después de pactar la intervención con la Iglesia católica, el Gobierno lanzó en abril un concurso para la transformación del complejo en clave paisajística y artística, la construcción de un centro de interpretación y un proceso de musealización para explicar a partir de paneles u otro tipo de elementos qué es –y fue– Cuelgamuros. Durante el verano, se desató la polémica por una exposición en el Parlamento Europeo, impulsada por Vox, sobre el Valle de los Caídos. Y, finalmente, en agosto, se seleccionaron diez propuestas para transformar el mausoleo franquista en un lugar de memoria.

Para Gomar, la preservación de los elementos franquistas –la cruz y la basílica, en concreto– es “un insulto para todas las personas cuyos restos mortales están allí enterrados y para sus familias”. Por este motivo, rechaza la vía de la resignificación. “El sentido original siempre va a estar ahí y al final el fascismo acabaría ganando y continuaría ocupando nuestro espacio público”, sentencia.

Recuerda una frase de Ian Gibson, quien se pregunta “¿cómo resignificas la maldad?”. “La maldad hay que hacerla desaparecer, porque, de lo contrario, estará ahí interpelándonos constantemente”, declara la artista. Se suman a este planteamiento los investigadores Daniel Palacios González y José María Durán Medraño, quienes en ¿Quién tiene derecho al monumento? afirman en relación al proyecto de Gomar: “No hay resignificación del fascismo, sino que el fascismo es eliminado por completo de la ecuación. No hay alternativa posible”. “Gomar se aleja de los lenguajes de resignificación y conservación y propone, desde la confrontación, un antimonumento con una base profundamente antifascista”, añade Vanesa Peña.

La artista valenciana pone el foco sobre Alemania. “Se puede hacer una analogía entre el fascismo alemán y el fascismo español. En el español la simbología son las cruces, que por la Ley de Memoria Democrática se tienen que quitar. En Alemania se quitaron todas, no vas por la calle y te encuentras una cruz gamada gigante”, señala. Insiste en la erradicación del espacio público de todas las referencias franquistas y critica “la defensa por parte de mucha gente de no quitar los monumentos porque así se elimina la historia”. La respuesta a este argumento la encuentra en una frase que le dijo el propio Gibson: “No es eliminar la historia, es eliminar una cosa ofensiva”.

Tiene clara su alternativa a la resignificación, pero se resiste a compartirla. La clave se encuentra en su proyecto Cuelgamuros: una tienda de recuerdos futuros. Para conocerla, habrá que asistir a la presentación.