Carlos Mazón continúa insultando a las víctimas de la dana. Cada vez que muestra su solidaridad y cercanía con ellas es como si les clavara un cuchillo en el corazón. Cada vez que ensaya el gesto compungido por las consecuencias de una emergencia en la que no tuvo “ninguna responsabilidad operativa” la afilada hoja penetra un centímetro más en la dolorida carne de los que perdieron familiares la tarde-noche del 29 de octubre de 2024.
Para echar sal en la herida, este martes contó con la colaboración del portavoz del PP en la comisión de investigación de las Corts Valencianes, Fernando Pastor. Con un cinismo proverbial, el diputado alcoyano afirmó que el Gobierno de España ha decretado una jerarquía de víctimas: las de la casta superior, “con derecho a roce con la Casa Real”, según él percibió en el Funeral de Estado. También insinuó que están politizadas.
Al PP le gustaría que la dimisión de Mazón sirviera para pasar página a la crisis política que atraviesa el País Valenciano desde hace un año. El paso del tiempo, lenitivo habitual para los desastres de gestión, no ha atemperado la indignación ciudadana. La ágil instrucción judicial no les da tregua y las víctimas —¡qué pesadas! Se han convertido en un incordio, sobre todo ahora que, con la complicidad de Vox, están a punto de hacer borrón y cuenta nueva con la erección de Juan Francisco Pérez Llorca.
Las víctimas molestan. Hay que dividirlas y denigrarlas. En València lo intentaron con las familias de los fallecidos del accidente del metro de 2006. En Madrid hicieron lo mismo con las de las víctimas de los atentados del 11M.
Los discursos de Mazón y Pastor en las Corts eran en realidad uno solo (uno y trino, si sumamos el del síndico de Vox, José María Llanos). No es que estuvieran coordinados; o mucho me equivoco o fueron preparados por el mismo equipo de redactores. Hasta tal punto se les fue la mano en la distribución de papeles que Pastor no interrogó ni una sola vez al compareciente, mientras este se dedicó a lanzar preguntas al aire algo viciado de la sala para convencernos una vez más de que el sanchismo y sus secuaces son los culpables de todo, incluso de su viacrucis político y personal y la consiguiente dimisión.
Aun así, y conociendo las servidumbres que impone la militancia a sueldo en un partido o en cualquier organización, el papelón de Pastor alcanzó cotas heroicas. Mazón hizo de Mazón, una vez más, pero lo del portavoz popular merece pasar a los anales de la infamia política. Hay que tener mucho cuajo y ningún escrúpulo para representar el personaje de verdugo de las víctimas ante una audiencia tan masiva como la de ayer. Si Dante resucitara, debería dibujar un círculo más en su Infierno literario para habitantes dispuestos a perpetrar canalladas así.
Cuando pensabas que ya lo habías visto todo es cuando te sorprenden con una vuelta de tuerca más. No hay límite; todo vale. PP y Vox ya son lo mismo y solo falta que convoquen un congreso de refundación del partido único de las derechas españolas.
Una década después de aquel PP carcomido por la corrupción y enfangado en las cloacas del Estado, que vio como su electorado se escindía en tres, puede surgir una nueva fuerza con aquellos mismos atributos y otros nuevos: los de la ultraderecha de siempre, con su programa y sus modos, con la desfachatez del que no acata moral alguna ni se impone cortapisas a sus ambiciones, que ya ni se molesta en simular un centrismo mínimamente conciliador.
Sin rencillas personales como las que lastran la relación entre Feijóo y Abascal, en València asistimos a un momento de sintonía total, de alineación absoluta, de coito plenamente satisfactorio de las derechas
Lo acaecido ayer en el Parlamento valenciano pareció un ensayo general. Sin rencillas personales como las que lastran la relación entre Feijóo y Abascal, en València asistimos a un momento de sintonía total, de alineación absoluta, de coito plenamente satisfactorio de las derechas.
Si hay que apuñalar a las víctimas, adelante. Carlos Mazón insultó a su inteligencia; el portavoz de Vox, José María Llanos, les advirtió de que estaban siendo manipuladas y Fernando Pastor sugirió que actuaban por alguna motivación partidista. Como cantaba Ovidi Montllor: “El resultado era uno. La jugada era perfecta”.