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Sin consuelo en el Botànic

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“Si tenim ple el silenci d’allò que mai no hem dit,

D’allò que estigué un dia a frec de l’èsser,

D’allò que extraviat deixàrem a deriva,

D’allò que preterírem de rostres abolits

Sota el pes de l’història o sota el piroclast?

Que el silenci pateix, com pateixen deixalles

                                                       i despulls“.

Antoni Ferrer. l'Alcúdia de Crespins (la Costera), 2015

Como si de una novela negra se tratara, con la veracidad imaginada que fluye de la pluma de Ferrán Torrent, los valencianos han esculpido con sus votos el veredicto sobre los gobiernos del Botànic (2015-2019-2023). Acaba de aparecer el último libro – ‘En busca de consuelo’- del intelectual y político, liberal y canadiense, Michael Ignatieff. Es un ensayo escrito desde dentro, que sólo por su preámbulo ya merece la pena. Habla de la necesidad humana de atención y consuelo ante los reveses de la vida. El País Valenciano ha recibido un impacto con trascendencia de frenazo en la evolución ciudadana de las libertades y el autogobierno. ¿Pudo ser de otra manera? Los políticos, más que en sus estremecimientos, han de pensar en los votantes que apostaron por ellos y ahora quedan huérfanos de expectativas. ¿Quién se equivocó? No se puede pretender ser de izquierdas y aproximarse a los atributos de la derecha. Si se hizo bien, se comunicó mal.

Desconcierto

Del mismo modo que ocurrió en noviembre de 1995 con el traspaso de poderes entre Joan Lerma (PSOE) y Eduardo Zaplana (PP), 2023 quedará inscrito en la galería de años aciagos para las personas que persiguen la evolución del País Valenciano hacia un territorio emancipado, tolerante y libre. El 18 de diciembre de 1995 tuvo lugar el acto de entrega de la medalla de la Universitat de València a Vicent Ventura Beltrán (1924-1998), periodista y activista político. Inició sus palabras el rector, Pedro Ruíz Torres, recordando las consideraciones del historiador Josep Fontana: “Vivim moments de desconcert ideològic, de manca de una consciència crítica i de pèrdua de la fe en qualsevol programa alternatiu. Moments en que sembla evident– aclaraba Ventura– que s’han de fer nous plantejaments, després d’haver aprés les lliçons de la experiència”. Seguimos igual. Han transcurrido los ocho años del Botànic sin programa ni plan ni proyecto. Y los cinco millones de habitantes de la Comunidad Valenciana estatutaria se enfrentan, desarmados y atónitos, al desembarco de un nuevo presidente de la Generalitat, Carlos Mazón (PP) que es incapaz de hablar en la lengua autóctona. Ni tan siquiera pronunciar correctamente el nombre de la institución, Generalitat, que va a liderar por elección mayoritaria. Eduardo Zaplana que es corrupto pero no tonto, aprendió a hablar en valenciano aunque no lo practicaba. ¿Qué hará Mazón que ya sirvió a la Generalitat como director general del Institut Valencià de la Joventut y fue director general de Comercio en la Conselleria de Industria?

Aferrarse al poder

Ximo Puig lanza balones fuera y responsabiliza de su fracaso a los errores y al cainismo de las fuerzas políticas que están a su izquierda. La obsesión de los socialistas ha sido durante estos años controlar y combatir a Podemos y a Compromís –de ahí la absurda cohabitación en las Consellerias entre cargos-espías de los partidos coaligados– cuando el enemigo que les asediaba estaba fuera. El que les ha arrebatado la vara de mando sin enterarse. Es un mal endémico de los partidos políticos: la derecha cree que el poder le pertenece y la izquierda, cuando gobierna, supone que es para siempre. La realidad es que hay una derecha y una izquierda de rango español que ignorantes de las particularidades territoriales, quieren dominar el resto del Estado desde los ministerios del gobierno del Reino de España. No les basta con manipular la Administración central del Estado desde el nacionalismo español.Además pretenden imponer el prepotente madrileñismo centralista a las autonomías periféricas e insulares. Los grupos de influencia de la derecha anhelan el poder y lo necesitan para preservar sus privilegios y ampliar sus áreas de negocio interviniendo en el Boletín Oficial del Estado.

Los ‘lobbies’ atacan  

La derrota de los gobiernos valencianos del Botànic y Rialto no se ha producido por deliberación ideológica sino por presión oligopolística de los poderes fácticos –corporativos, económicos, confesionales– que, apoyados en los medios de comunicación afines o de su propiedad, han decidido declarar la guerra a los partidos políticos situados a la izquierda del PSOE. En los objetivos de ese combate sintonizan la cúpula socialista y los restantes grupos de presión. Hasta que el PSOE de Pedro Sánchez entendió que el precio que tenía que pagar su partido para gobernar era aliarse con las fuerzas políticas que, hasta entonces, habían considerado marginales –soberanistas, periféricos, comunistas, outsiders y nacionalistas–. Son los lobbies, que no hay forma de legalizar ni censar, los que han descabalgado a Ximo Puig (PSOE) de la Generalitat Valenciana y han derribado, de paso, a Joan Ribó (Compromís) en la alcaldía de València. Es lo que desde la caverna conservadora se ha denominado gobiernos “okupas y Frankestein” y que en la capital valenciana hizo posible que la presidiera un ex dirigente “ rojo” nacido en Catalunya– que saneó las cuentas y limpió su funcionamiento de prácticas corruptas. ¿Hasta cuándo? El detonante ha sido el aumento de impuestos a las grandes compañías del Ibex –bancos, energéticas, contratistas, corporaciones, multinacionales, tecnológicas– Los cubículos de poder han reaccionado “a lo Trump” al considerar amenazados los mayores patrimonios– incluidos los eclesiásticos–, extensibles al resto del tejido empresarial: Libertad, igualdad, fraternidad y propiedad fueron las ideas fuerza que inicialmente impulsaron la Revolución Francesa de iniciativa burguesa.

Errores

La lista de decisiones erróneas y de equivocaciones en la estrategia política es larga y afecta a las relaciones entre las distintas fuerzas políticas coaligadas para la acción de gobierno en el Botànic. También frente al resto de partidos adversarios del Botànic y muy especialmente con el Partido Popular, hasta ahora flanqueado por Vox y por Ciudadanos, la facción seudoliberal y centrista que ha dejado de ser útil, para entrar en fase agónica. Como contrapartida se ha conseguido –objetivo muy deseado– dejar a Podemos en situación precaria. Logro de las fuerzas conservadoras tras la abandono del PSOE de Felipe González de los principios marxistas ( por influencia del socialdemócrata José María Maravall en 1979) y ahora con la salida nunca explicada del Pablo Iglesias del gobierno de Pedro Sánchez. Seguida del posterior deterioro de Podemos como opción política de futuro. Con la caída inducida de Mónica Oltra en el liderazgo y en la vicepresidencia del Consell, Compromís ha entrado en el vértigo de la confusión y en la peligrosa carrera para la designación de listas y cargos con escasa posibilidad de motivar al electorado.. Los errores, unos estratégicos y otros relacionales, se sucedieron a lo largo de los ocho años de la presidencia de Ximo Puig. Algunos erráticos y aparentemente gratuitos. Otros responden más a posicionamientos tácticos que a la aconsejable camaradería entre fuerzas políticas aliadas en la acción de gobierno. Los temas más visibles de trascendencia pública por los que se discute:  abandono y ruina de Feria València como foro de negocio, ampliación pendiente en el Puerto, ecosistema, infrafinanciación, sanidad, infraestructuras obsoletas, déficit crónico en inversión estatal, deterioro de la sanida pública, Corredor Mediterràneo ferroviario, trenes de cercanías, vivienda social o política cultural y lingüística.

Consecuencias

En la Comunidad Valenciana la repercusión del cambio político en las instituciones afecta en aspectos clave a sus ciudadanos y a la imagen del territorio autonómico ante terceros. Tras los resultados electorales del 28 M reflejan el calvario abrupto que se ha vivido entre personas y facciones enfrentadas. Compromís empezó mal en 2015 con una maniobra para acabar con el núcleo duro de la formación –el Bloc– que aportaba estructura organizativa y cuadros a Compromís, donde salieron reforzados elementos de representación minoritaria y se eclipsó la razón de ser de sus dirigentes y a su equipo próximo. El relevo no fue oportuno ni válido. Consellerias clave que podían haber aportado visibilidad positiva y garantía de logros, se han pasado casi dos legislaturas para ir a Canadá o a Marruecos sin resultados conocidos. Lejos de la indiferencia y de camino hacia la prepotencia a la que vamos en estas refriegas hay siempre muertos y heridos, víctimas incruentas en la pérdida de 98.000 mil votos para Compromís en las autonómicas que pagan las instituciones valencianas, mientras los incompetentes se aferran a las listas electorales.

Culpables y dimisionarios

Michael Ignattief reconoce en el fracaso a un gran maestro, si se reconoce a las víctimas. Las de verdad. Insiste: “ Y así nos encontramos hoy, herederos tanto de unas tradiciones de consuelo como de siglos de rebelión contra ellas.¿En qué consuelos podemos seguir creyendo?”.En política caben códigos éticos y el menú de responsabilidades por lo que se comete y por lo que se omite. Hay culpa que no se puede borrar ni confesando ni pidiendo disculpas. Quien provoca un desastre ha de asumirlo y pagar, al menos, con su dimisión. La endogamia en los partidos los aboca al caos y es tóxica. Guillermo Fernandez Vara, el barón socialista fracasado en Extremadura, piensa volver a su dedicación anterior a la presidencia de la autonomía: Forense. En el PSOE y en Compromís tendría que reconocerse a quien ha provocado el pase a segunda división en el panorama político e institucional doméstico. Nada es gratis. No vale desviar las causas a los demás. Puig, Ribó, Baldoví y Sandra Gómez a la oposición sin remedio. El País Valenciano lejos de recuperar el pulso, ha perdido en Compromís’ y en el PSPV la oportunidad con capacidad de potenciar su imagen y construir el porvenir. Desde 2015 nunca ha ocurrido nada igual y después de ocho años alguien tendrá que responder. Antes de las elecciones generales del 23 de julio. Rudyard Kipling, reconoce en victoria y derrota, dos impostores. Camus en su última entrevista en 1959, a una pregunta inconveniente respondió: ‘No sé por qué debería disculparme por los que viven fuera de la gracia. Ya es hora de que empecemos a ocuparnos de ellos, ya que son mayoría“. Los sabios de Ignatieff emanan consuelo.