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Otro tipo de indigencia

Marcos García

Deberíamos empezar a asumir que somos pobres. Aquí no hay dinero oigan. Ni un duro. Durante un tiempo nos creímos el sueño de una solvencia que en realidad no teníamos. Y ahora estamos pagando la resaca con la miseria. Cuanto antes lo asumamos, mejor. No sea que todavía alberguemos la amarga ilusión de pensar que podemos permitirnos ciertos lujos que, en realidad, no valen para nada.

O para casi nada. La asistencia a los dependientes, la sanidad pública, la educación parecen ser partidas secundarias a las que darles tijeretazo en el caso de necesitar los fondos para otros fines mucho más importantes.

Somos pobres, ya se lo he dicho. Y como pobres estamos condenados a la indigencia. Pero esta indigencia no es sólo física y material. También es cultural. Porque en los últimos años la cultura parece ser un capricho sobrevalorado. Al menos determinada cultura.

¿Para qué tirar el dinero conservando el patrimonio cuando podríamos emplearlo de mejor manera en otros menesteres? Desde la Generalitat, desde las Diputaciones, desde los Ayuntamientos nos recuerdan continuamente que hay gastos que no se pueden sostener. Que estamos en crisis. Por si no se habían dado cuenta.

En los presupuestos se eliminan partidas destinadas a lo que ellos, los adminstradores, consideran dispendios. Ayundamientos como el de Elche se aprestan a justificar, presupuesto mediante, que hay gastos inasumibles y deciden renunciar al patrimonio literario de Miguel Hernández.

El anterior gobierno local, del PSPV, pactó con la familia del poeta la compra por parte del consistorio municipal del legado literario de Hernández. Sin embargo la corporación actual ha decidido no concretar el acuerdo y rechaza mantener este patrimonio en la ciudad. La excusa, ya les digo, es el desembolso que supondría para las arcas municipales.

En realidad la justificación parece comprensible ¿les he dicho ya que estamos en crisis? Para qué va a querer entonces el ayuntamiento un montón de papeles, cartas, manuscritos y recortes de prensa. De hecho, para qué va a quererlos tampoco el resto de la Comunidad Valenciana. Sant Miquel dels Reis está lleno de libros y tampoco va tanta gente a leerlos. Y con la disculpa de la coyuntura económica, dejemos que la cultura la conserven otros.

La crisis se ha convertido en una excusa maravillosa a la que acudir cuando una administración no quiere adquirir compromisos incómodos. Porque no se engañen, Miguel Hernández sigue siendo un escritor incómodo. Como lo es Estellés o Fuster o incluso Blasco Ibáñez, a quien mucho se menciona como autor costumbrista pero poco como escritor político comprometido con lo republicano.

Con la justificación de la escasez vemos que cada vez se mete la tijera con mayor frecuencia a parte de nuestro patrimonio cultural e histórico. Al menos a aquel patrimonio que jamás formará parte de esa flamante asignatura de valencianía que planea Educación. Nadie parece preocuparse de que ese recorte también nos condene a la pobreza. Aunque sea otro tipo de pobreza. Al fin y al cabo, desconocer quiénes somos nos hace menos críticos, menos racionales y menos consecuentes con lo que pasa a nuestro alrededor.

Al menos a los ilicitanos les queda el consuelo de saber que su ayuntamiento dispone de tres millones de euros más. Quién sabe. Igual sigue el ejemplo de Fabra con RTVV y construyen un par de colegios. O algún centro de salud. ¿No es para eso para lo que quieren ahorrarse el dinero?

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