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Esta es la razón por la que debes moderar el uso de ambientadores domésticos en casa y en el coche

Cuidado con quemar fragancias

Darío Pescador

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Algunas personas puede que reconozcan esta experiencia: al entrar en un taxi, se encuentran de repente abrumadas por un olor muy intenso a pino o limón, sienten una irritación en la garganta, les lloran los ojos y empiezan a toser o estornudar.

El culpable, un arbolito de cartón colgando del retrovisor o un difusor con un líquido desconocido en la rejilla de ventilación, con los que el conductor intenta enmascarar el olor a tabaco. Estos aromas, por lo general artificiales, pueden ser muy molestos, pero ¿son malos para la salud? 

Además de los arbolitos y cajas con gel, hay distintos tipos de ambientadores domésticos, como las velas o los difusores eléctricos, así como otros difusores que vaporizan soluciones de aceites esenciales.

Los productos perfumados están estrictamente regulados en la Unión Europea y cada año se añaden nuevos compuestos a la lista de sustancias prohibidas. Uno de los últimos es el butilfenil metillpropional o lilial, prohibido desde 2019 y que se usaba para dar aroma a flores a suavizantes de la ropa, por ejemplo. 

Otra lista es la de los posibles alérgenos, y aquí la regulación europea se enfoca en limitar las cantidades de determinados productos. Se han identificado 26 alérgenos, muchos de los cuales se utilizan en ambientadores.

Muchos de ellos son compuestos que, aunque se sintetizan químicamente, están presentes en la misma forma en muchos productos naturales. Uno de los más comunes es el limoneno, una sustancia que se emplea para dar aroma a limón, y que se encuentra en altas concentraciones en, bueno, la piel del limón.

O el alfa-pineno, un terpeno con el que se aromatizan esos arbolitos de papel que huelen a pino, y que, de nuevo, se encuentra en grandes cantidades en los aceites esenciales de pino, romero y otras hierbas. Muchas veces estos compuestos aparecen en la etiqueta como “perfume” o “aroma”. 

Estas sustancias se clasifican como alérgenos porque están asociadas a casos de dermatitis o asma, pero no hay evidencia de que sean cancerígenas ni que afecten al desarrollo fetal.

Las personas con alergia o sensibilidad deben evitar estos compuestos, y sus concentraciones en productos de hogar se limitan a un 0,1% si no hay contacto con la piel. Pero la historia no termina aquí.

El problema de la contaminación

En 2016, el profesor Alastair Lewis de la University of York realizó una investigación para un programa de la BBC midiendo los componentes volátiles orgánicos en el interior de los hogares.

Encontró ciertos compuestos preocupantes, como el benceno, un cancerígeno conocido, pero que proviene de la contaminación atmosférica producida por el tráfico.

También se encontraron niveles muy altos de limoneno y alfa-pineno, especialmente en las casas donde se usaban detergentes y velas perfumadas, pero estas sustancias, de nuevo, no son nocivas para la salud.

Sin embargo, también encontró niveles altos de formaldehído, y esto sí es preocupante. La exposición al formaldehído puede causar irritación de los ojos, la nariz, la garganta y la piel, así como síntomas respiratorios.

La exposición prolongada se ha relacionado con un mayor riesgo de padecer ciertos tipos de cáncer, como cáncer nasofaríngeo y leucemia. ¿De dónde proviene el formaldehído? Según Lewis, de la reacción del limoneno con el ozono, otro contaminante atmosférico habitual, que al combinarse con el limoneno produce formaldehído.

Sin embargo, otros estudios anteriores no corroboran estos hallazgos, y encontraron que las concentraciones de ozono y limoneno eran independientes de las de formaldehído. 

Por otro lado, el formaldehido es una impureza habitual en la síntesis de limoneno y otros perfumes. En este caso, un aceite esencial “sin etiqueta” puede tener cantidades muy superiores al no estar sujeto al mismo control.

Por su parte, un estudio de la OCU también encontró sustancias nocivas en los ambientadores, especialmente en aquellos que se basan en evaporar aceites esenciales o en la combustión de resinas como el incienso. En concreto, algunos inciensos producían más benceno que el humo del tabaco.   

En todos estos casos hay un factor en común: la combustión. El calor transforma las sustancias, y en el caso de la materia orgánica, es el responsable de que se produzcan hidrocarburos aromáticos como el benceno, que son peligrosos.

Los difusores eléctricos que calientan los perfumes tienen también el efecto de aumentar las concentraciones de formaldehído en presencia de ozono. Es decir, el problema no es el aroma de pino o de limón (que se encuentran en igual forma en los limones y el aceite de pino) sino la contaminación atmosférica.

Si te molestan los ambientadores o te producen alergia, la mejor solución de ventilar la casa o el coche. Pero quizá sea una buena idea vigilar los niveles de contaminación dentro de casa, especialmente si no se ventila a menudo, y evitar los humos y vapores que velas y quemadores de aceites esenciales porque, por muy “naturales” que sean sus ingredientes, terminarán emitiendo sustancias nocivas.

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