Contaminación odorífera: cuando los tóxicos no se ven ni oyen pero se huelen

Foto: Roverto Poveda

Jordi Sabaté

Baptiste, socio y lector de eldiario.es, nos hace la siguiente petición en el cuerpo de un correo electrónico: “tengo una curiosidad en saber en qué nos afecta la contaminación olfativa: tabaco, perfumes y/o colonias, gases y vapores de comida, la fritanga, etc. ¿Tienen algún impacto sobre nuestra capacidad olfativa, sobre nuestra capacidad a captar los sabores, los olores?”

Se conoce como hiposmia a la disminución del umbral de olfacción y anosmia a la ausencia completa de olfato, que afecta a un 5% de la población mundial, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los afectados por estas alteraciones -que suelen comprender daños en los epitelios nasales, menor secreción de mucosa y disfunciones en los órganos encargados de detectar el olor de los compuestos y traducírselos al cerebro- pueden acabar por perder totalmente el olfato si los daños llegan a los nervios encargados de transmitir la señal.

Estaríamos en un caso extremo, según explica en esta publicación el doctor Héctor Vallés, miembro de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) y especialista en olfato. Según el doctor Vallés, hedores como los desprendidos en el incendio hace tres años del vertedero ilegal de neumáticos de Seseña (Toledo), pueden causar irritaciones graves de las vías respiratorias y daños en las mucosas y el epitelio que terminen por afectar a las células olfativas o el nervio transmisor.

Como consecuencia, la persona afectada podría ver parcial o totalmente mermada su capacidad de percibir olores, lo que se considera una privación sensorial importante, especialmente si la pérdida es una anosmia crónica, es decir que la pérdida es definitiva. Pero sin llegar estos extremos de incendios o nubes industriales contaminantes irritantes, la exposición continua a malos olores de procedencia industrial, además de aumentar el riesgo de afecciones respiratorias, causa frecuentes casos de hiposmia, es decir disminución del umbral olfativo.

Olores industriales que merman nuestro olfato

En consecuencia la persona pierde la capacidad de distinguir los matices en los olores, desde comidas a flores, fragancias, etc. El doctor Vallés también destaca en la publicación antes citada que la pérdida parcial de la capacidad olfativa va casi siempre acompañada de la pérdida o merma del paladar, es decir del gusto, ya que las papilas gustativas también se ven perjudicadas por la contaminación odorífera.

Según la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello, casi un 20% de los españoles se ven afectados en mayor o menor medida por este problema, aunque otras fuentes aseguran que el número de afectados es mayor, especialmente en los entornos urbanos de Madrid y Barcelona, donde podría afectar a una de cada cuatro personas. También poblaciones que estén cercanas a vertederos, fábricas de papel u otras industrias con filtros deficientes en sus emisiones la afectación puede ser relativamente alta y dar lugar a hiposmias.

De hecho, el Síndic de Greuges -defensor del pueblo catalán- emitió un informe en 2016 alertando de un aumento de quejas en Catalunya respecto a la contaminación odorífera. “Los problemas se agravan cuando, junto con los olores, hay molestias de humos y gases derivados del ejercicio de actividades con más incidencia ambiental en el entorno, como es el caso de las actividades industriales”, afirmó el Síndic en la presentación del informe.

Como herramientas de control de este tipo de contaminación, el Síndic defendió las inspecciones ambientales y las campañas de medición con unidades móviles. Además, propuso publicar en medios de difusión los resultados de los controles realizados a las empresas que disponen de autorización ambiental, para que las personas que viven cerca pudieran comprobar que los niveles de emisiones de contaminantes se mantienen por debajo del umbral.

Contaminación doméstica

No obstante, como indica Baptiste, puede haber otras fuentes contaminantes odoríferas menos alarmantes, pero igualmente agresivas para nuestra capacidad olfativa, como puedan ser esmaltes de uñas o disolventes, fragancias de suavizantes y eventualmente coloniassuavizantes, que nos provocan hiposmia temporal, crónica o incluso, en casos extremos de intoxicación, anosmia, según comenta en esta entrevista el doctor Joaquim Mullol, coordinador de la Unidad de Rinología incluida en el Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Clínic.

El doctor Mullol puso en marcha en 2003 el estudio OLFACAT, pionero en el Estado en el estudio de los problemas olfativos. El estudio partió de un cuestionario distribuido en Catalunya por el diario El Periódico, que incluía cuatro olores micro-encapsulados: rosa, perfume, gas natural y plátano. Rellenaron el cuestionario un total de 10.783 lectores, cuyo perfil social medio era el de una mujer en torno a los cuarenta años, con estudios medios o superiores y que residía en un medio urbano.

Los resultados del OLFACAT mostraron que un 0,5% de la población encuestada presentaba anosmia, mientras que casi un 17% sufría hiposmia. Adicionalmente, una cuarta parte de los encuestados reconoció haber perdido el olfato durante un corto periodo de tiempo en alguna ocasión, de los cuales un 6% aseguró haberlo perdido durante un espacio prolongado. Una curiosidad del estudio sorpresiva fue que al parecer el tabaquismo afina el sentido del olfato, al menos a tenor de las contestaciones ofrecidas.

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