El esquí de montaña, en camino de desaparecer por el cambio climático

Cañones de nieve

Darío Pescador

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Durante el temporal Filomena, que paralizó muchos lugares de España a causa de la nieve, hubo negacionistas que aprovecharon para poner en duda el cambio climático y el calentamiento global.

Por desgracia, los fenómenos extremos, como tormentas y olas de frío inesperadas, son precisamente consecuencia del ascenso de las temperaturas en todo el globo. A pesar de que haya lluvias torrenciales e inviernos duros, el planeta, en su conjunto, se está volviendo más cálido y seco.

En los últimos años, los efectos del cambio climático y las menores precipitaciones se han hecho cada vez más visibles en muchos destinos de deportes de invierno, con temporadas de nieve más cortas y menos predecibles, menores nevadas y glaciares en retroceso. 

Estos fenómenos han despertado la preocupación por la sostenibilidad de los deportes de invierno, así como por la viabilidad a largo plazo de las estaciones de esquí y las empresas relacionadas. Estos son algunos de los problemas que los esquiadores de todo el mundo se están encontrando en los últimos años:

1. Reducción de las nevadas y temporadas más cortas

Muchas estaciones de esquí dependen de las nevadas constantes para atraer visitantes y generar ingresos. Sin embargo, las temperaturas más cálidas y los cambios en los patrones climáticos han provocado temporadas de nieve más cortas, menos nevadas y una mayor probabilidad de lluvia en lugar de nieve.

2. Deshielo de los glaciares

Los glaciares de muchas regiones alpinas están retrocediendo a un ritmo alarmante, lo que puede repercutir en la disponibilidad de recursos hídricos, afectar a los ecosistemas y, en última instancia, repercutir en el turismo de deportes de invierno en estas áreas.

Un estudio reciente muestra que solo los Alpes podrían perder hasta un 70% de la cubierta de nieve a finales de siglo. Sin embargo, si los seres humanos consiguen mantener el calentamiento global por debajo de los 2 °C, la reducción de la capa de nieve se limitaría al 30% de aquí a 2100.

Más cerca, el Observatorio Pirenaico del Cambio Climático predice un descenso de al menos el 50% del espesor del manto de nieve en los Pirineos, de 1.800 a 2.200 metros, y que podría ser incluso mayor si no se produce una reducción de emisiones.

Los cañones de nieve

Las estaciones de esquí están combatiendo esta disminución de las nevadas con nieve artificial. Estos aparatos lanzan chorros de agua pulverizada desde torres que en contacto con el aire frío (por debajo de cero grados) se congelan antes de caer al suelo.  

El primer problema es que la cantidad de energía necesaria para operar estas máquinas, y las emisiones que esta energía produce, contribuyen al mismo cambio climático cuyos efectos están intentando contrarrestar.

Un estudio de 2011 de un fabricante sueco encontró que la cantidad de electricidad necesaria para fabricar dos metros cúbicos de nieve equivale a la que consume una vivienda unifamiliar consume en un día. 

Este enorme gasto de energía se suma al habitual (y considerable) en una estación de esquí: remontes, las máquinas de pista, iluminación y calefacción. Por si fuera poco, estas máquinas no funcionan cuando llueve y cuando la temperatura está por encima del punto de congelación. Además, la nieve tiene una textura diferente que no gusta a muchos esquiadores. 

Ya existen nuevas máquinas de producir nieve que funcionan incluso a temperaturas de 20 grados, como las de la empresa italiana Technoalpin. Esta tecnología de fabricación de nieve se basa en contenedores en los que se raspan copos de hielo de enormes cilindros congelados.

A continuación, los copos de hielo se expulsan con un ventilador de gran potencia. La máquina utiliza electricidad para extraer agua, bombeando cerca de 80 litros por minuto, y pueden producir hasta 60 toneladas de nieve al día.

Como la nieve artificial está formada por copos de hielo individuales, es mucho más fría y duradera, incluso a temperaturas más cálidas. Sin embargo, el coste en energía es aún más elevado, y solo se pueden usar en estaciones o áreas pequeñas.

Su elevado consumo de agua también es un problema, especialmente cuando desaparecen los glaciares y las nieves de las zonas de alta montaña, y por tanto hay menos agua.

Hay algunas prácticas sostenibles en los deportes de invierno, como la fabricación de nieve energéticamente eficiente, con energías renovables, pero esto no siempre es posible, y no soluciona el problema de la escasez de agua.

Por ejemplo, en los Pirineos, el nivel de precipitaciones se ha reducido un 25% desde 1950 mientras la temperatura media ha subido más de 2ºC desde entonces.

Esto ha provocado una pérdida acumulada de un 50% de la nieve en esta zona, según el programa Evaluación de recursos hídricos procedentes de la innivación (ERHIN).

Según un estudio de 2014 sobre las estaciones de esquí de los Pirineos, con un calentamiento global de 2ºC, que prevé para 2050, el 63% de las estaciones no serían viables de forma natural, e incluso con nieve artificial, un 29% desaparecerían.

El turismo de nieve representa una parte importante de los ingresos de las regiones situadas en zonas frías y montañosas, pero si no hay nieve, puede que no salgan las cuentas, ni a los aficionados ni al planeta.

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