Francia termina desde hoy con el recibo de papel obligatorio en los comercios

Recibo en papel

Jordi Sabaté

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“Aquí tiene su recibo” o “¿Desea copia del comprobante de la tarjeta?”, son dos frases muy habituales cuando hacemos cualquier compra y que ya no se van a pronunciar más en supermercados, fruterías, carnicerías, pescaderías ni ningún otro comercio en territorio francés. La razón es que, a partir de este 1 de agosto, los establecimientos comerciales de Francia no estarán obligados a emitir un tíquet o comprobante físico al consumidor o consumidora que haya realizado la compra. Solo en el caso de que estos lo requieran expresamente, el comercio deberá ofrecerles el recibo en papel térmico, pudiendo optar por envío de un tíquet en formato electrónico, si el cliente así lo prefiere.

La medida debería haberse aplicado en último término el pasado 1 de abril, pero finalmente se pospuso la fecha límite hasta ahora. La norma, decidida en 2019, llega tras una larga serie de prórrogas en su aplicación, pensada en primer término para 2020, hasta que finalmente la administración ha considerado que se han agotado todos los plazos.

2,5 millones de árboles salvados de la tala

Según cuantifica la propia administración local, en Francia se emiten anualmente casi 30.000 millones de recibos en papel térmico, que según algunos cálculos vienen a suponer unas 300.000 toneladas de este papel, un monto nada desdeñable si se tiene en cuenta que un rollo de 80x80 (80 mm de diámetro por 80 mm de altura de cilindro, el más común en comercios) cuesta aproximadamente 1,5 euros y pesa unos 300 gramos. De este modo, el ahorro se acercaría a los 140 millones de euros, que es también lo que en teoría dejarán de ganar los productores del sector. Por otro lado, el mismo se traduciría en 2,5 millones de árboles menos talados al año.

Además, el ahorro en emisiones equivaldría a cerca de 280.000 toneladas de CO2, ya que, según datos publicados por la Universidad Estatal de Carolina del Norte, una tonelada métrica de papel genera unos 942kg de emisiones de gases de efecto invernadero. A estas hay que sumar las emisiones de compuestos óxidos de nitrógeno y azufre de la fabricación de papel y que también dejarán de emitirse.

Pero, además, dada su particular estructura –es una mezcla de papel celulósico y compuestos plásticos–, el papel térmico tiene un reciclaje imposible, además de mostrar una alta durabilidad en el medio ambiente, lo cual quiere decir que se biodegrada muy lentamente y por tanto contamina el entorno. En consecuencia, el potencial ahorro también incidirá positivamente en este aspecto.

¿Una medida para todos?

Sin embargo, se desconoce cuántos franceses optarán por pedir el recibo físico de forma explícita, aunque algunas encuestas calculan que podría llegar a la mitad de la población. Se tiene en cuenta para ello que Francia, como ocurre en el resto de Europa, tiene un importante sector de la población envejecido con un dominio potencialmente menos óptimo de las nuevas tecnologías y aplicaciones móviles. ¿Cómo se apañarán quienes no tengan acceso a estas tecnologías si no es con un recibo de papel?

Ante este tema, la administración francesa ofrece varias posibilidades alternativas, como la emisión de códigos QR que se puedan leer con el teléfono móvil para generar el comprobante en la pantalla, o bien su envío por SMS, por correo electrónico o a la aplicación bancaria de la persona compradora.

Existirán, no obstante, algunas excepciones donde el comprobante en papel térmico se emitir de forma automática después del 1 de agosto:

  • Recibos relativos a la compra de los denominados bienes “duraderos”, donde se mencione la existencia y duración de la garantía legal de conformidad. Esto se refiere, por ejemplo, a electrodomésticos, equipos informáticos o dispositivos telefónicos.
  • Recibos de tarjetas bancarias relativas a operaciones canceladas o sujetas a un crédito.
  • Billetes emitidos por máquinas cuyo almacenamiento y presentación son necesarios para beneficiarse de un producto o servicio.
  • Recibos u otros documentos de facturación impresos por instrumentos de pesaje no automáticos.

Una motivación de salud

Pero la otra gran motivación para eliminar el papel térmico de los establecimientos es la salud, en igual o mayor medida que el ahorro energético y económico. Cabe recordar a este respecto que el papel térmico es un compuesto mixto de celulosa y plásticos en el que la capa anterior es la única de papel, mientras que las dos posteriores están conformadas por plásticos complejos, entre los cuales destaca el siempre polémico Bisfenol A (BPA), calificado por la propia Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA), así como por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), como una sustancia altamente preocupante y una riesgo para la salud.

Se sabe desde hace años que el BPA actúa como un disruptor endocrino, es decir, que interfiere con las hormonas de nuestro cuerpo, generando mensajes erróneos y procesos metabólicos disfuncionales. Estos desarreglos pueden tener una alta incidencia en la infertilidad de las mujeres, dada la similitud del BPA con las hormonas sexuales femeninas. Pero también en los hombres pueden incentivar la prevalencia de determinados tipos de cáncer.

De hecho, desde 2011 está prohibida la presencia de esta sustancia plástica tanto en biberones de lactantes como en táperes para transportar o almacenar alimentos. Más allá, en 2014 Francia también prohibió su presencia en envases alimentarios y de agua. Pero el plan francés más ambicioso, y el que suponía la eliminación de un mayor riesgo, era la extinción del comprobante o recibo físico en los comercios.

El motivo es que en estos el BPA, que es el componente que da soporte a la capa superior plástica del papel térmico, no está en forma de polímero, sino como moléculas libres, agregadas, de manera que se puede liberar mucho más deprisa y pasar a nuestros dedos, desde donde, en forma de microplástico, puede terminar en nuestra boca. Es el polvillo blanco que queda encima del tíquet cuando lo sobamos mucho.

Para colmo de males, un estudio de la revista Plos One revelaba ya en 2014 que unas manos a las cuales se haya aplicado una crema cosmética o bien que se hayan desinfectado con algún tipo de gel antibacteriano son sensiblemente más capaces de asimilar el BPA presente en los recibos impresos en papel térmico, de modo que la afinidad sería muchísimo más alta. Aún así, en las pruebas se destacaba que los resultados finales en la sangre de las personas estudiadas mostraba niveles de BPA por debajo de los límites tolerados, si bien sí había una diferencia importante respecto a aquellas personas que no habían tocado los recibos con las manos untadas en crema o geles.

Tal como destaca un informe de 2019 de la Universidad de Granada, la mayor preocupación reside en la contaminación en aquellas personas que tienen un contacto táctil continuo con los recibos como es el caso de el personal que se encarga de la caja del supermercado o cualquier otro comercio, ya que la probabilidad de que terminen por llevarse los dedos a la boca y por tanto introducir los restos de BPA en el organismo es alta.

Especialmente sensible es el caso de las cajeras jóvenes, en edad fértil o prefértil, ya que dicha contaminación podría contribuir a desarrollar problemas de infertilidad, incluso problemas en el feto, en caso de estar embarazadas. Una investigación de l Instituto de Salud Carlos III asocia la exposición al BPA en mujeres con una futura diabetes.

BPS, una alternativa también polémica

A causa de estos riesgos y la presión reguladora de la Unión Europea, la industria del papel térmico ha desarrollado alternativas con el llamado Bisfenol S o BPS, un plástico similar al BPA pero que en principio no tendría los mismos efectos.

Sin embargo, un estudio sobre peces zebra revela que el BPS interrumpe el hipotálamo a concentraciones relativamente bajas y produce cambios en la actividad locomotora. También puede provocar disminución de la producción de testosterona e incremento del peso uterino. Y se le ha relacionado con aumentos de la obesidad similares a los que provoca el BPA, señalándolo como un disruptor endocrino más.

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