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Consejos para limpiar correctamente los cristales en el hogar

Limpieza de cristales.

Cristian Vázquez

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Limpiar los cristales del hogar es una tarea que puede resultar muy tediosa. A menudo plantea incomodidades relacionadas con el tamaño y la ubicación de las ventanas, la dificultad para alcanzar su lado exterior, y la cantidad y el tipo de suciedad que tengan adherida. En este sentido, una primera recomendación es –si resulta posible– retirar los cristales de su ubicación para poder limpiarlos y luego retornarlos a su sitio. Y una segunda, limpiarlos con frecuencia, lo cual hará que la faena sea menos dura.

Más allá de eso, existen algunas pautas básicas y consejos de expertos que permiten lograr los mejores resultados al afrontar esta actividad. Se enumeran a continuación.

1. Contar con los materiales necesarios

En primer lugar, hay que tener claro cuáles son los materiales necesarios. Lo esencial es un barreño o recipiente similar, una sustancia de limpieza (que puede ser limpiacristales, amoníaco, jabón neutro, líquido lavavajillas o incluso vinagre), un estropajo o esponja suave y bayetas o paños.

También puede ser muy útil el papel de periódico o de filtro de café, como se verá. Todo esto además del agua, la cual conviene que no esté fría pero tampoco muy caliente, pues esto resta eficacia a los limpiadores: lo mejor es una temperatura tibia o templada.

2. Evitar los días de mucho calor o mucho sol

Aunque suene contradictorio, pues son las horas de sol o calor las que parecen más apropiadas para la limpieza, hay que tratar de evitarlas. Por dos motivos. El primero es que la luz directa del sol genera reflejos y brillos que impiden ver con claridad si quedan manchas en el cristal. Al observar la superficie más tarde, sin una luz tan intensa, pueden aparecer sorpresas desagradables.

El segundo motivo es que, si hace mucho calor, el líquido se evapora más rápido y su eficacia limpiadora se reduce. Por eso, conviene hacerlo en días más bien húmedos y, en verano, en las primeras horas de la mañana o las últimas del atardecer.

3. Aplicar el limpiador

Se mezcla en el barreño el agua tibia con la sustancia de limpieza. Si se trata de líquido limpiacristales, se debe tener en cuenta la proporción recomendada por el fabricante. El amoníaco tiene un gran poder desengrasante, por lo que resulta muy valioso para limpiar cristales en la cocina; se debe utilizar en pequeñas cantidades: unos 20-30 mililitros por cada litro de agua.

De lo contrario se corre el riesgo de sufrir una intoxicación. En caso de emplear jabón o detergente, la clave es mezclarlos con el agua de forma tal de producir un poco de espuma, pero no demasiada, ya que el exceso dificulta luego el aclarado. El estropajo se moja en esa mezcla y, tras escurrirlo para evitar que chorree demasiado líquido, se aplica sobre los cristales.

Conviene esperar unos minutos para que la sustancia actúe, en particular cuando se trata de cristales donde se ha acumulado mucha suciedad. Esto suele suceder sobre todo a los que están muy expuestos a ella (como los ya citados de la cocina o los que dan al exterior) y también a los que llevan mucho tiempo sin ser limpiados.

4. Aprovechar para limpiar los alrededores de las ventanas

El de la limpieza de los cristales es también un buen momento para limpiar los marcos, soportes y otros elementos de las ventanas. En general, se pueden usar la misma mezcla de limpieza, aunque si los marcos son de madera es mejor emplear alguna sustancia específica para este material.

Las persianas, por su parte, con excepción de las que están en la planta baja, son muy difíciles de limpiar en la parte que da al exterior. La forma más segura de hacerlo consiste en quitar la tapa del tambor y, desde dentro, pasar un paño por cada parte mientras la persiana se va enrollando poco a poco. Otro consejo muy útil es bajar las persianas cuando llueve. No solo para evitar las salpicaduras sobre los cristales, sino también porque de este modo se quita el polvo de las persianas. Por supuesto, esto no quiere decir que luego, cada cierto tiempo, no haya que limpiar las persianas, pero ayuda a evitar que la suciedad se acumule sobre ellas.

5. Aclarar los cristales

Volviendo a los cristales, el aclarado se puede realizar con una bayeta o paño, pero también con una escobilla o secador especializado, una herramienta con forma de T que tiene una larga superficie de goma o plástico y que permite arrastrar el líquido del cristal con mucha comodidad. Por supuesto, hay que hacerlo desde arriba hacia abajo, para que la gravedad no complique la tarea.

6. Quitar las posibles manchas y brillos

Una vez retirado lo más grueso del líquido limpiador, llega el momento de la limpieza más específica: quitar las manchas, impurezas y otras marcas, para procurar que el cristal quede lo más reluciente que sea posible.

Para tal fin, el método más idóneo es pulverizar la sustancia de limpieza en un paño limpio y seco, y por medio de él aplicarlo sobre la superficie del cristal que se desee limpiar a fondo. Si se pulveriza directamente sobre el cristal, existe el riesgo de que queden manchas.

Para retirar el producto, se puede emplear un paño de microfibra o papel. Este último es muy absorbente y ayuda a sacar brillo, sobre todo el de periódico o de filtro de café; el de cocina, en cambio, suele dejar una pelusilla difícil de quitar.

Una alternativa: dejar la tarea en manos de un robot

Una opción posible desde hace unos años es dejarlo en manos de la tecnología, que ha desarrollado unos robots limpiacristales, parecidos a los ya clásicos robots aspiradores de suelos pero con la capacidad de adherirse a las superficies y mantenerse suspendidos mientras las limpian.

Constituyen, sin duda, un paso más en el camino hacia un futuro en el cual los robots –en teoría– nos librarán de las tareas domésticas. Por ahora no son muy económicos (sus precios varían entre los 180 y 460 euros), pero seguramente con el tiempo se harán más asequibles, además de menos ruidosos y más eficaces.

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