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Falcones vuelve a la Barcelona medieval en “Los herederos de la tierra”

Falcones vuelve a la Barcelona medieval en "Los herederos de la tierra"

EFE

Barcelona —

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El escritor barcelonés Ildefonso Falcones vuelve a pasear con el lector por la Barcelona medieval en su última novela, “Los herederos de la tierra”, continuación de la que fuera su debut, la exitosa “La catedral del mar”, que vendió seis millones de ejemplares en los 43 países en los que se publicó.

Barcelona, septiembre de 2016: Un grupo de periodistas y de libreros acompañan al autor y a una historiadora que hacen de guías por la trama de la novela, siguiendo alguno de los lugares del gótico civil y religioso que aparecen en la novela.

Barcelona, 1397. Las campanas de la basílica de Santa María del Mar siguen sonando en el barrio de la Ribera, escenario de “La catedral del mar”, y su repique es especial para uno de sus habitantes, Hugo Llor, hijo de un marinero fallecido que a sus 12 años trabaja en las atarazanas gracias a la generosidad de uno de los prohombres locales, Arnau Estanyol.

Sin embargo, su sueño de convertirse en constructor de barcos se verá truncado cuando la familia Puig, enemiga acérrima de su mentor, aproveche su posición ante el nuevo rey para ejecutar una venganza.

El autor define su novela como “una historia de lucha, de supervivencia, con un protagonista que pasa por aventuras, que descubre el amor y que se ve envuelto en una venganza”.

Ante el séquito que deambulaba por la Barcelona gótica cual caravana de turistas, Falcones ha confesado que “después de pasar por Granada, Córdoba, Sevilla y Madrid, con las siguientes novelas -”La mano de Fátima“ y la ”La reina descalza“-, volver a Barcelona era una obligación”, pues es su ciudad y donde se encuentra más cómodo.

“Me resultaba atractivo continuar con la historia de 'La catedral del mar' -ha añadido-, pero si hubiera hecho protagonista a Bernat Estanyol, hijo de Arnau, la historia no habría diferido mucho, por eso recurrí a un personaje humilde, que me permite adentrarme en una parte diferente de la ciudad, el modesto Raval, donde se construye el Hospital de la Santa Cruz, primer gran hospital europeo, además de conventos e iglesias”.

A través de las Reales Atarazanas, donde el escritor ha posado para los reporteros gráficos ante la réplica del galeón de Juan de Austria de la Batalla de Lepanto, el lector descubre “una Barcelona que, aunque no tenía puerto, vivía del comercio marítimo, vivía por y para el mar”.

Obligado a abandonar el barrio de la Ribera, Hugo busca trabajo junto al judío Mahir, que le enseña los secretos de la elaboración del vino.

Con Mahir, rodeado de uvas, cubas y alambiques, las mismas que rodeaban hoy a Falcones en el gótico Saló del Tinell durante la presentación, Hugo se forma en el arte del vino, y en el arte del amor, cuando conoce a Dolça, la sobrina del judío.

Desde una pasión por ese mundo vitivinícola, Falcones habla del vino, de cómo se utilizaba como medicina e incluso, apunta, “en la Barcelona del siglo XIV se bebía más vino que agua, que podía estar contaminada”.

Convertir a su personaje en un mercader de vinos era una forma de trasladar al lector a otras geografías, a Valencia, a Zaragoza, pues “los comerciantes eran los únicos que viajaban”.

En un tono más erudito, se atreve incluso a contradecir las teorías que apuntan que la dominación musulmana no supuso cambios en la producción de vino en la península: “Yo creo que sí, pues llevó a los agricultores a olvidar los métodos de vinificación”.

El Compromiso de Caspe, que supuso un cambio de dinastía en la corona aragonesa o los problemas por los que atravesaron los judíos en esos años son otros hitos históricos que el protagonista tiene que vivir en primera persona.

En la novela se presencia el asalto a la judería de Barcelona, donde vivía el diez por ciento de la población de la ciudad, que dejó el call mayor y menor totalmente destruido.

“Siempre se habla de la expulsión de los judíos de 1492, pero visto con perspectiva -comenta Falcones- puede ser considerado como una solución, porque lo realmente duro fueron los 200 años que pasaron desde los asaltos de 1391, en los que Barcelona se anticipó bastante a esa expulsión”.

Aprovecha el autor además para hacer un retrato poliédrico de la mujer de la época a partir de las mujeres que conviven con Hugo, desde su madre, la sobrina del judío, la esclava rusa, su esposa o la esclava sarracena, este último el personaje favorito de Falcones.

“La mujer estaba muy mal considerada, sobre todo con el derecho catalán, hasta el punto de que la que enviudaba acababa en la miseria y casi prostituyéndose”.

Preguntado por la minuciosidad de las descripciones de la época, Falcones se escuda en los largos meses que dedica previamente a la escritura. “En este caso, todo partió de un pequeño párrafo sobre la construcción de las Reales Atarazanas, y eso me empujó a documentarme, no tanto con los manuscritos, sino con la lectura de muchos libros”.

La aparición de la novela, publicada con una tirada inicial de 400.000 ejemplares por Grijalbo para todo el mercado hispano coincide con el proyecto de adaptación televisiva de “La catedral del mar”, que será adaptada por Atresmedia, TV3 y Netflix.

“Este proyecto me provoca curiosidad y expectativa y estoy seguro que el resultado final será un buen trabajo”, ha dicho Falcones, quien no ha participado en el guión: “Los recursos de la televisión son diferentes a los recursos literarios y ese trabajo deben hacerlo los guionistas. Mientras se ciñan al espíritu de la novela, estoy seguro que los lectores y los televidentes disfrutarán”.

La presentación ha concluido en el también medieval Palau Recasens con una comida de inspiración medieval.

Jose Oliva.

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