Carmen Cervera impone su colección al Museo Nacional Thyssen

Peio H. Riaño

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Hasta que no se firme no regresa. Las fuentes oficiales del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza indican que Mata Mua de Paul Gauguin estará colgada de la pared que le corresponde solo cuando se cierre la operación de alquiler. Han pasado siete meses desde que el entonces ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, y la propietaria de la colección, Carmen Cervera, estrecharan la mano y acordaran un alquiler por los próximos 20 años a cambio de 130 millones de euros (a razón de 6,5 millones anuales, en un contrato de 15 años más cinco prorrogables). A pesar de que el contrato no está firmado, Carmen Cervera ha dado la orden de revisar el museo entero para imponer su colección, sin la icónica obra, en el “corazón” del museo nacional que ella misma gestiona desde su cargo en el Patronato como vicepresidenta.

Este sábado se inaugurará por sorpresa la primera revisión del relato museográfico de la institución desde que se inauguró en octubre de 1992. La narración original construida por Tomás Llorens, fallecido hace un mes, ha sido alterada para darle protagonismo a las obras de la inquilina. Hasta el momento, las obras propiedad de Cervera se encontraban repartidas por las salas de las plantas primera y segunda en los edificios adyacentes al Palacio de Villahermosa, que se adquirieron en 2004 para situar sus casi 400 obras. Ahora la dirección del museo ha decidido agrupar y colocar todas las obras de Cervera en las ocho salas de la planta principal, la baja. De esta manera, el Museo Nacional recibirá al visitante con una colección de la que no es propietario. Sin embargo, hasta que no se firme el alquiler solo se podrán visitar la primera y la segunda planta.

Durante casi 30 años en esta planta se ha situado la pintura más popular de la colección que el Estado español adquirió en 1993 por 350 millones de dólares (288 millones de euros). Ahí estaba el arte europeo de la primera mitad del siglo XX, los pioneros de la abstracción, los surrealistas, la pintura norteamericana del siglo XX, la figuración de posguerra, el arte pop y el hiperrealismo. Ahora desaparecen del privilegiado lugar Pablo Picasso, George Braque, Juan Gris, Sonia Delaunay, Kandinsky, Dalí, Balthus, Willem de Kooning, Mark Rothko, Georgia O’Keeffe, Alberto Giacometti, Francis Bacon, Richard Estes, Roy Lichtenstein o Lucian Freud. La dirección del museo no ha querido aclarar en qué lugar serán reubicados.

Con este movimiento, la institución cumple con el primer deseo de la responsable de su gestión y, al tiempo, beneficiaria del alquiler millonario: “La colección ha estado muy mal colocada estos años, hay que ponerla en valor”, aseguró Carmen Cervera minutos después de cerrar con Uribes el principio de acuerdo de alquiler el pasado enero. La dueña del icónico Mata Mua ha logrado un paso fundamental previo a la compra futura de la herencia que recibió de Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza.

Hasta el momento, los sucesivos ministros de Cultura que han ocupado la presidencia en el Patronato han decidido en contra de la fusión, creando espacios diferenciados entre las obras de la colección adquirida por los españoles y las de la hasta ahora “invitada”. Los ministros prefirieron evitar la confusión del público, pero nunca se había puesto en duda como ahora el protagonismo de la colección sobre la que se funda el museo. Desde el Ministerio de Cultura prefieren no aclarar por qué el ministro Iceta, como presidente del Patronato, ve apropiado desplazar la colección propiedad del Estado para dar prioridad a una colección privada. Este jueves el ministro se encontraba en Roma, en una cumbre de ministros de Cultura.

Un museo a la medida

A la propietaria tampoco le interesaba que ambas colecciones estuvieran fusionadas. Prefería mantener en circulación sus cuadros para revalorizar el precio de la colección, como especificaba el propio Tomás Llorens, primer director artístico de la institución. De hecho, una de las críticas más habituales al museo era la ausencia de obra en los espacios dedicados a mostrar los cuadros de Tita, que los mantenía en régimen de préstamo y alquiler a otras instituciones.

El nuevo relato del museo tampoco se puede considerar una fusión de ambas colecciones. Las propiedades de Cervera se muestran aisladas en una planta, para destacarlos y diferenciarlos del resto. La misión de convertir la institución española en el gran centro divulgador de la historia de la pintura europea queda frustrada. Los abogados de la beneficiada, Ángel Acebes y José María Michavila, también fueron claros sobre el deseo de la vicepresidenta y la condición con la que obligaban a reformar el recorrido por las salas de la permanente: “La colección de Cervera quiere un nuevo protagonismo”, dijo Acebes. El objetivo es que el Gauguin se apropie del estrellato que ostenta el Retrato de Giovanna Tornabuoni (1488-1490), de Domenico Ghirlandaio, perteneciente a los fondos estatales. Tal y como adelantó la propia Cervera, su deseo es ponerle una sala íntegra a Mata Mua rodeado por el resto de obras del pintor francés.

A pesar de la trascendencia del cambio narrativo y expositivo, que desde el museo se ha definido como la “primera gran reorganización”, la dirección ha preferido no presentarlo y darlo a conocer en un escueto comunicado unas horas antes de que el centro entre en el letargo de las vacaciones de verano. De hecho, el propio museo ha decidido que ni su director artístico, Guillermo Solana, ni las conservadoras responsables de la pintura antigua y moderna, Mar Borobia y Paloma Alarcó, respondan a este periódico ante las dudas que suscita esta reordenación que ha privilegiado a la colección en alquiler.

En dicha nota se indica que la parte de la pintura antigua finaliza con Goya y la de moderna arranca con los impresionistas, pero ¿qué ha pasado con las obras del naturalismo y el realismo? Tampoco es posible conocer cuántas obras de la colección del Estado salen de la vista pública en la reordenación. La planta segunda mantendrá el color salmón en sus paredes y estará dedicada íntegramente a los maestros antiguos, que coparán las ocho salas que antes compartían con la colección de Cervera. Las obras de Durero, Van Eyck, Juan de Flandes, Ghirlandaio, Caravaggio, Tiziano, Veronés o Tintoretto, entre otros, se extenderán en las ocho salas que deja libres la colección de Cervera. La escuela holandesa de los siglos XVII y XVIII, que estaba ubicada en la primera planta, salta a la segunda.