Estreno de Cine

'Al descubierto', la película que muestra cómo el feminismo y el periodismo acabaron con Weinstein

Javier Zurro

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El 5 de octubre de 2017 el mundo cambió para siempre. Lo hizo gracias a la unión del feminismo y del periodismo. Un artículo de The New York Times desvelaba, con testimonios y datos, las decenas de abusos sexuales y de poder que durante décadas había cometido el magnate del cine Harvey Weinstein, uno de los productores más poderosos de la industria. Weinstein había utilizado su posición para chantajear y abusar de numerosas mujeres que, por primera vez, salían a la palestra para contar su historia.

Las consecuencias fueron imparables. La publicación del reportaje de Jodi Kantor y Megan Twohey provocó un terremoto que no solo afectó a la industria del cine. Las mujeres vieron en los testimonios de las que salieron a denunciar al productor un reflejo de muchas situaciones que habían vivido. En el trabajo, en la universidad, en casa... Bajo un hashtag, #MeToo, se sucedieron en las redes sociales millones de testimonios. Lo que se desvelaba es que Weinstein era solo la punta del iceberg. Era un síntoma de un sistema que permitía el abuso de los hombres y fomentaba la cultura de la violación.

El feminismo adquiría una voz renovada, potente y que estaba llena de rabia. Habían sufrido muchos años en silencio y por fin se dejaba de silenciar. Una ola de sororidad que provocó las históricas marchas del 8M de un año después y cambios en las legislaciones en muchos países. Por supuesto, desencadenó la caída de Weinstein, que hace menos de un mes era condenado por violación.

Kantor y Twohey fueron las protagonistas en la sombra. Las periodistas que realizaron un trabajo ingente e impoluto que pasará a la historia. Su trabajo fue silencioso, contactando con las víctimas, con las fuentes, afrontando las presiones del equipo de Weinstein. Mujeres que, además, conciliaban su vida laboral con su vida como madres. Una experiencia que contaron en un libro que aquí ha publicado Libros del KO bajo el nombre de She Said. Un trabajo que ha sido adaptado al cine en un filme dirigido por Maria Schrader y que ya se puede ver en cines con el título de Al descubierto.

Carey Mulligan y Zoe Kazan son las protagonistas, esas dos periodistas que decidieron contar el machismo y los abusos de Hollywood. Al descubierto podría definirse como una versión de Todos los hombres del presidente en la era del Me Too. Un filme que rehúye a la épica para centrarse en el trabajo realizado. Es una película que es un elogio al buen periodismo. El que contrasta, el que se toma su tiempo en un momento donde parece que lo único importante es ser el más rápido. La tensión en el filme viene pegada a su trabajo en el artículo. Las fuentes que van descubriendo, la importancia fundamental de que un testimonio decida hablar dando su nombre y su cara, algo que cambia el reportaje y su repercusión. Al descubierto muestra cómo la unión de periodismo y feminismo cambió todo.

Es difícil encontrar una mujer que no haya experimentado alguno de estos abusos. Y yo fui educada para verlo como parte del juego

Cinco años después, también se puede hacer una valoración de lo que ha cambiado, y para su directora, María Schrader, lo más importante es que “se rompió el silencio”. “Creo que este fue el principal cambio, que la gente ahora habla y comparte sus historias. Estas innumerables voces comenzaron a hablar en las semanas posteriores a la publicación de este artículo. Eso fue inspirador y animó a las demás. Creo que modificó nuestra propia conciencia de lo que sucede a nuestro alrededor y sobre nuestro propio comportamiento. Hay una nueva sensibilidad y una nueva definición de las cosas”, cuenta la cineasta.

A pesar del tema que toca, Schrader confía en que Al descubierto sea “inspiradora”. “Que la gente vea cómo unas pocas mujeres valientes cambiaron tanto y puedan compartir sus propias experiencias para iniciar conversaciones, porque hay innumerables historias que aún no se han publicado”, añade la realizadora. Lo que subraya es que aunque sea mucho más llamativo y mediático en el mundo del cine, “es difícil encontrar una mujer que no haya tenido ningún tipo de experiencia durante su crecimiento educación o trabajo en cualquier industria”. “Como mujer en un ambiente dominado por hombres, la escala de experiencias de las que estamos hablando es muy amplia, y va desde diarias como ser intimidada o menospreciada, sufrir sexismo o miradas. Este es el comienzo de una escala que termina con delitos de violencia. Es difícil encontrar una mujer que no haya experimentado alguno de ellos. Y yo fui educada para verlo como parte del juego, así es como nos criaron durante siglos”, expresa.

La película adopta varias decisiones éticas y estéticas acertadas. La primera, nunca mostrar la violencia hacia esas mujeres. O se cuenta de forma oral o se recuerda la salida de una habitación de hotel, pero nunca de forma explícita: “Ni siquiera se planteó, sinceramente. La película no tiene ninguna representación del asalto, ninguna mujer desnuda ni muestra ninguna víctima en la escena del crimen. No querría añadir otra escena de violación al mundo. Creo que esto tiene que ver con muchas preguntas con las que ya estaba bastante familiarizada con mi proyecto anterior, Unorthodox. Preguntarte qué mostrar, qué no mostrar, de qué manera. Creo que tener personas contando sus propias experiencias y creando una imagen en tu propia cabeza, incluso alimentarlo por tus propios recuerdos o experiencias, puede ser, al menos, igual de poderoso”.

Otra de ellas es hacer que Ashley Judd se interprete a sí misma. El testimonio de la actriz fue clave, ya que fue la primera estrella que accedió a contar su testimonio a cara descubierta. Judd desapareció de la noche a la mañana de Hollywood cuando era una estrella de blockbusters y nunca se supo por qué. Fue Weinstein quien presionó para que no obtuviera ningún papel tras rechazarle. La actriz cuenta en la película su propio testimonio en un ejercicio metacinematográfico emocionante y de justicia. Su valentía se ve recompensada siendo la única que se interpreta a sí misma. “Creo que es increíblemente poderoso ver a Ashley Judd contando su propia historia”, opina Maria Schrader, que opina que verla a ella produce un efecto parecido al que uno “siente en el teatro cuando derribas la cuarta pared y de repente aparece la persona real contando su propia historia”.

Por el contrario, quienes no tienen rostro son los abusadores. A Weinstein le oímos por teléfono o le vemos el cogote, pero nunca aparece su cara. Para la directora fue, principalmente, una cuestión de punto de vista narrativo. Siempre se ciñeron a la experiencia de las periodistas, por lo que no podían cambiarla para dar voz a otras personas, pero también acabó siendo una decisión deliberada, ya que cuando aparece en el despacho de The New York Times quisieron mantener la forma de nunca enseñarle frontalmente. Una película valiente y que sigue siendo necesaria cinco años después, ya que los abusos de poder siguen ocurriendo constantemente.