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Festival de Venecia

Mussolini resucita en Venecia en una serie que busca “disipar el espectro del fascismo”

Luca Marinello como Mussolini en 'M. El hijo del siglo'

Javier Zurro

Venecia —

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El Festival de Cine de Venecia es el más veterano de todos. Se fundó en 1932, y quien estuvo detrás de aquella creación no fue otro que Benito Mussolini, que vio en el cine un arma de propaganda fascista y en un certamen la mejor forma de extender el mensaje. De hecho, los primeros premios que se entregan dos años después tuvieron el nombre de la Copa Mussolini a la mejor película italiana y la Copa Mussolini a la mejor película extranjera. Tras la caída del dictador y el final de la Segunda Guerra Mundial, el festival se reconvirtió en un certamen que competiría con el de Cannes por ser quien atrajera los estrenos más importantes del mundo.

Han pasado 92 años, pero la sombra del fascismo sobrevuela de forma aterradora en Italia. Está en el poder, con una presidenta que simpatiza con aquella ideología. Y ahora vuelve a amenazar al Festival de Cine de Venecia. Lo hace de forma literal, ya que el nuevo presidente de la Biennale, Pietrangelo Buttafuoco, pertenece a la extrema derecha de Meloni. Lo hace también de forma metafórica. Esta vez para convertirse en un contrapoder al fascismo real. Mussolini ha resucitado en esta edición del Festival de Venecia gracias a la adaptación del libro de Antonio Scurati M, el hijo del siglo, que ha dirigido el británico Joe Wright en una superproducción en forma de serie que ha producido la plataforma SkyShowtime.

El Mussolini de ficción tiene los rasgos (aunque no lo parezca gracias a la caracterización), del excelente actor italiano Luca Marinelli, y la propuesta está llena de arrebatos modernos para apelar al espectador: ruptura de la cuarta pared, música electrónica compuesta por Tom Rowlands, uno de los Chemical Brothers, y movimientos de cámara frenéticos. La idea, y eso lo tienen todos claro, es alertar a las nuevas generaciones de lo que está ocurriendo en Italia y en todo el mundo. Que conozcan la historia para no creer los cantos de sirena de la extrema derecha. El fascismo vive, y una serie que muestre cómo se creó y engañó a todos puede ser la mejor forma de combatirlo.

El propio Scurati habló en la rueda de prensa, aunque a priori no tenía micro y se encontraba entre los periodistas, y dejó claro que “el espectro del fascismo deambula todavía por Europa”. “Lo que el arte democrático y antifascista puede hacer no es evocar el espectro del fascismo, eso ya lo han hecho otros, es disiparlo, dispersarlo”, dijo levantando una ovación. Para él “era fundamental una mirada nueva pero siempre antifascista” para llegar al “mayor número de espectadores posible”, permitiendo “conocer y comprender la seducción potente que tuvo el fascismo y sentir repulsa hacia aquellos hechos”.

Su protagonista no tuvo miedo por interpretar a Mussolini, pero sí “preocupación”. “Vengo de una familia antifascista y soy antifascista, así que hubo momentos que me pregunté, ¿qué estás haciendo? Pero creo que es importante cuando puedes profundizar en la historia”, contaba Marinelli en un encuentro con periodistas. Allí confesó que, con este proyecto, se ha dado cuenta de la importancia “de estudiar la historia”. “Me he dado cuenta de que no sabía ni el 30% de lo que había pasado, y es un tema que me interesa, pero había muchas cosas que no sabía, y creo que es fundamental que abracemos la cultura para conocer nuestra historia”, añadió.

He visto el aumento de la extrema derecha en todo el mundo, por eso quería entender de dónde venía la extrema derecha populista, de dónde venían estas ideas. Y vinieron de Mussolini

Joe Wright Cineasta

Para Joe Wright (director de Expiación o El instante más oscuro), este proyecto nace como respuesta “al auge de la extrema derecha en el mundo”. “Es importante entender lo que está pasando actualmente, y la única forma de hacerlo es mirando hacia atrás. Crecí en los años 70 y 80 en Gran Bretaña, y durante ese tiempo solía decir que la policía era fascista, que Margaret Thatcher era una fascista y hasta que mis padres eran fascistas por no dejarme salir un viernes por la noche. Ahora he visto el aumento de la extrema derecha en todo el mundo, y hemos tenido el Brexit en el Reino Unido, por eso quería entender de dónde venía la extrema derecha populista, de dónde venían estas ideas. Y vinieron de Mussolini”, explica.

La idea es clara, que llegue a los jóvenes. No querían hacer una serie “para los conversos”. “Acepto que probablemente nunca voy a convertir a un fascista incondicional en alguien contra Mussolini, pero hay una gran mayoría que se encuentran en el medio, o que realmente no le dan mucha importancia, o que no están particularmente politizados. Esas son las personas con las que quería hablar, y de ahí el uso, por ejemplo, de The Chemical Brothers y la modernización de la estética. Es un intento de llegar al público contemporáneo y especialmente al público joven, para intentar que lo vieran. Queríamos asumir cierta responsabilidad y pensar en cómo podríamos avanzar”, dice Wright.

Él es de los que cree que el cine y el arte pueden ayudar a cambiar las cosas, porque si algo le ha enseñado estudiar este personaje es que “la política trata, en gran medida, del control de la narrativa, y quien controle la narrativa es el que gana, eso es algo que Mussolini entendió muy claramente”. Pone un ejemplo más contemporáneo, y une a Mussolini con Trump, quien cree que también controló la narrativa y ganó, y que ahora está perdiendo el control y por ello “corre potencialmente más peligro de perder las elecciones”. “Por eso la narración, y es lo que hacemos nosotros con las películas, es enormemente importante. Son las historias que nos contamos a nosotros mismos. En Italia se creó esta narrativa falsa durante 70 años. Eso de que Mussolini hizo mucho bien por el país, de que se involucró con la gente equivocada, de que el problema fue conocer a Hitler, pero que más allá de eso era un gran hombre, y ahí radica el problema”.

No sabe si el fanatismo puede ser destruido del todo, porque en el fondo sabe que “es algo constante que por desgracia probablemente continuará el resto de la humanidad”, pero al menos pide que todos se involucren en intentar conseguirlo, porque “cada generación tiene la responsabilidad de garantizar que los más débiles estén protegidos, de garantizar que trabajemos desde un lugar de amor y no desde un lugar de miedo”.

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