El festival Cinema Jove tiene un ojo finísimo para elegir sus premios de honor. Lo entregan a directores consagrados que siguen teniendo un espíritu joven que les une con los cineastas debutantes (o casi) que presentan sus películas en el certamen. Hace dos años, Sean Baker se paseaba por Valencia hablando de un proyecto que estaba empezando a pergeñar. Se llamaba Anora y el resto ya lo conocen, el filme acabó ganando la Palma de Oro y el Oscar al Mejor filme y al Mejor director.
El año pasado, Alonso Ruizpalacios, cineasta mexicano forjado en la Berlinale con títulos como Museo o Güeros, llegaba a pocos meses de consagrarse en Hollywood con la segunda temporada de Andor, aclamada por la crítica. Lo hacía diciendo que su interés era seguir contando historia de su país. Por ello, cuando el rumano Radu Jude ve la lista de premiados resopla y dice que le impone. Es cierto que su cine no es tan popular, pero comparte con ellos una voluntad de remover las cosas. De agitar el tablero del cine actual.
Jude lo hace de una forma más contundente. Sus películas son golpes en la mesa donde el humor hiela la sonrisa porque uno se ve reflejado en unos retratos de la sociedad dolorosos y realistas. Lo demostró con el filme que le colocó en la picota, Un polvo desafortunado o porno loco, con la que ganó el Oso de Oro en Berlín el año de la COVID y que fue una de las primeras películas en introducir la pandemia como elemento narrativo de esta comedia muy negra sobre las consecuencias de la filtración de un vídeo íntimo de una profesora.
Con su nueva película Kontinental ’25, que en su propio título lleva implícito un homenaje al Europa '51, de Rossellini, ganó el Oso de Plata al Mejor guion en la pasada Berlinale con su comedia ácida sobre la culpa occidental, el problema de la vivienda, el auge de la extrema derecha y la solidaridad de palabrería de una parte de la izquierda. Un filme de urgencia, que nace como un vómito por la necesidad de hablar de lo que nos pasa y que rodó con un teléfono móvil.
Para Jude las normas no existen. Ni las narrativas ni las estilísticas. Defiende que el cine es cualquier imagen en movimiento, y por ello incluso lanza una provocadora defensa de algún vídeo de TikTok, red social que también aparecía en No esperes demasiado del fin del mundo. Por eso asegura que no es nostálgico con el cine. “Hubo épocas en las que el cine fue más importante que ahora, pero creo que la crisis que atraviesa el cine es una especie de crisis positiva. Necesitamos resolver los problemas con la IA, con las redes sociales… Todo esto forma parte del cine. Y lo que debemos hacer es sobrevivir a esta crisis y, en cierto modo, hacer que el cine vuelva a ser relevante”, dice.
Cree que dependiendo de lo que uno considere cine podrá sentirse cercano o no a su postura sobre “las imágenes vernáculas de Instagram o TikTok o YouTube”. “Muchos pensarán que no son parte del cine, pero si lo ves de una forma más amplia, si ves el cine como la práctica de crear imágenes en movimiento, puedes tener un cine popular, igual que existe una literatura popular, y creo que el cine está ahora en esa etapa. Hay gente que se expresa en estas plataformas y creo que ese público debe ser tomado en cuenta. Si lo estudias con seriedad descubres que, por supuesto que el 90% de lo que hay en TikTok es basura, pero también hay mucha creatividad, detalles antropológicos, muchos detalles documentales que son realmente grandiosos e interesantes, más creativos y, a veces, más profundos que el cine tradicional”.
Tampoco se considera un “purista”. Piensa que “el mejor lugar para ver cine es una pantalla grande”, pero la gran parte de su educación cinematográfica sucedió “viendo DVD, VHS, películas en televisión, en el portátil o YouTube en el teléfono. ”Sí, hay una pérdida, igual que no es lo mismo ir a un museo y ver la pintura en su tamaño original, pero ¿qué pasa si no puedes ir? Pues ves una reproducción en un álbum y al menos tienes algo. No tengo ningún problema con eso. Creo que está bien ver películas en cualquier formato, pero claro que preferiría el cine“, analiza.
Después del Oso de oro me dijeron que tenía que hacer una película más cara. Es un modelo capitalista y yo intento resistirme a este modelo, aunque está en todas partes
Su trayectoria es impredecible en el sentido de que no sigue los cauces marcados por la industria. Tras ganar el Oso de Oro podría haber optado por hacer el salto de otros cineastas europeos y rodar con estrellas de Hollywood, o al menos intentar películas cada vez más grandes, pero él está en contra de eso y recuerda lo que Nicholas Ray le dijo a Buñuel, que en Hollywood cada película tenía que ser más grande que la anterior: “Es un modelo capitalista y yo intento resistirme a este modelo, aunque está en todas partes, incluso en Rumanía. Hay algo de ridículo en eso. En mi caso, después de ganar el Oso de Oro todos opinaban que la siguiente película debería ser el doble de cara y no había ninguna razón. Al final hice una película un poco más barata. Es un modelo que no me gusta y contra el que intento luchar”.
No se atreve a decir si el cine debe ser actor fundamental en momentos convulsos como el actual, le parece arriesgado “hablar del cine en su conjunto”, pero sí que históricamente es un medio que “ha intentado prestar atención a lo que sucede a su alrededor”. Pero no se engaña, sabe que “el poder del cine es muy limitado”. “Solo sirve para dar testimonio, expresar y estar presente. Pero cuando la gente dice que va a generar más conciencia para detener el genocidio de Gaza o que hará una película para detener la invasión rusa de Ucrania… creo que debemos ser lúcidos sobre lo que el cine puede y no puede lograr”, responde descreído.
Luego piensa en su cine, en si alguna vez logró que algún espectador cambiara algo por sus películas y concede que sí. “Pero no veo el cine como una herramienta de cambio, sino como una herramienta para pensar. Si con mis películas puedo ofrecer algunas posibilidades de pensamiento utilizando las herramientas del cine es suficiente. No quiero cambiar la vida de nadie. No quiero cambiar el mundo con las películas. Solo quiero ofrecer un pensamiento metafórico”, puntualiza.
Como siempre, Radu Jude se encuentra trabajando en varias cosas a la vez, y después de Kontinental ’25 ya tiene lista su nueva película, una versión de Drácula. La ha hecho cansado de que EEUU se apropie de un mito de Rumanía. Eso sí, la hará a su modo, “desde una perspectiva local y como un homenaje al mal cine, al de Ed Wood y al placer de contar historias”.