Lorenzo Montarore, dibujante: “Hay drogas que son la expresión más pura del capitalismo”

Gerardo Vilches

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A Lorenzo Montarore (Madrid, 1983) le van bien las cosas. Tras el éxito de La mentira por delante (Astiberri, 2021), su personal aproximación a Francisco Umbral, el dibujante fichó por ECC, editorial en la que debutó con Obras incompletas (2015-2022) (2022), una recopilación de historias breves, fanzines y dibujos que ofrecían un viaje a la mente del creador madrileño poco frecuente en el cómic español. Algunos meses después de la edición de ese libro, Montatore vuelve a las estanterías con Aquí hay avería (ECC, 2023), una nueva obra que aborda la drogadicción desde una óptica cruda y sin tanto humor como en anteriores cómics.

Lo primero que llama la atención del cómic es su título. “Tiene su origen en una noche en la que iba más pedo de la cuenta”, explica Montatore en la entrevista concedida a este medio. “Yo estaba contando una anécdota, cuando fui consciente de que ya la había contado 85 veces, y me quedé incómodo ante la situación. Alguien cerca de mí lo notó, y dijo: ‘ay, ay, ay, aquí hay avería’”. Montarore, que acostumbra a cazar ese tipo de expresiones, apuntó la ocurrencia y la guardó durante años. Cuando comenzó a trabajar en este libro, se dio cuenta de que “no había otro título posible. Porque trata sobre una persona que está averiada, y también tiene un poco de aquella situación: cuando de pronto te das cuenta de algo que es evidente para todo el mundo menos para ti”.

Pese a que el título tiene el colorido poético de otros del autor, como Queridos difuntos (Sapristi, 2020) o La mentira por delante, en realidad es su libro más realista. “Es exactamente el reverso de ¡Cuidado, que te asesinas! (La Cúpula, 2018), que es el artificio puro, el teatro, Valle-Inclán, el esperpento, el espejo deformado. En cambio, en Aquí hay avería te miras en el espejo y te estás viendo tal y como eres, no deformado. Es la pura verdad y te la tragas tal cual. Es algo muy sincero, hecho con las tripas”. Tal vez por eso, el autor prescinde del aliento literario de otros trabajos y renuncia a las referencias a sus autores de cabecera. “Aquí no hay Umbral, ni Gómez de la Serna ni Jardiel Poncela”, afirma Montarore. “No me interesaba tanto el estilo literario como el asunto”. El dibujante reivindica los tebeos —siempre emplea este término— como un fin en sí mismo. “Quería que esta obra fuera un tebeo muy tebeo. Pensaba en Astérix o en Superlópez, por ejemplo”. A pesar de eso, el autor evitó conscientemente la tentación de parecerse a nadie —“tenía que hacerlo lo más crudo posible, con el menor texto posible”— y quiso hacer su cómic, sin más. “Cuando entiendes eso, sale solo”.

Sin embargo, en esta ocasión le costó más llegar hasta ese punto, quizás porque el tema, la adicción a las drogas, no resultaba sencillo. “Yo había dibujado ya unas cien páginas, en las que había mucho espacio en blanco. Pero tras un parón necesario para terminar Obras incompletas (2015-2022), me di cuenta de que no me convencía en absoluto. Y entonces le di la vuelta, y lo blanco se convirtió en negro. Es mi cómic más oscuro: hay manchas, tramas, sombreados… tiene mucha carga de tinta”. Pese a ello, el dibujo mantiene la influencia cartoon y adquiere un tono decididamente sixties. “Toda droga tiene su estética y su color”, explica Montarore. “No es casualidad: las drogas al final son marcas que hay que vender. Si los rastafaris tienen el verde y su símbolo es la hoja de marihuana, yo diseñé una botella con esa forma concreta, que es un guiño a la poción mágica de Astérix, y escogí el color amarillo, que no estaba asociado a ninguna droga que yo conociera”. La abismina, el nombre de esta sustancia ficticia, no remite a ninguna real en concreto, y de este modo puede referirse a cualquiera de ellas: “Si hubiera empleado la cocaína, nadie pensaría en el alcohol, por ejemplo. Sería un libro sobre la cocaína, y yo no quería eso”.

Montatore afirma que su obra “trata de la autodestrucción de su protagonista, pero, sobre todo, de la adicción, del hecho de ser adicto a algo: no necesariamente una droga”. Así, Aquí hay avería cuenta la historia de Viti, un pintor de cierto éxito adicto a la abismina, que ve cómo su vida se le escapa de las manos y su carrera entra en barrena. “Por supuesto que hay drogas que activan mecanismos creativos, pero a corto plazo. Al largo, eliminan el deseo y la ambición, y todo lo que no sea consumir esa droga”, asegura Montatore. “Se habla de consumidores sociales, pero eso es una mentira: no hay nada más antisocial que las drogas. Cuando uno es adicto, no necesita a nadie. Tú eres un esclavo de esa droga, y ya está”, sentencia.

Huir de lo pedagógico

No obstante, el autor afirma que siempre huye de lo pedagógico y no pretende dar un mensaje claro. “Si considerara que fuera relevante explicar mi posición, la habría puesto en el libro”, dice Montatore. “Pero tengo mis ideas al respecto. Hay personas como Antonio Escohotado, que tenía una postura favorable a la despenalización, y tiene sentido lo que dice”. El dibujante subraya los problemas que genera la prohibición y el tráfico ilegal en el primer capítulo: “El libro no trata de narcotráfico, pero no podía obviarlo. Para que tú tengas medio gramo en el bolsillo, es posible que haya muerto gente”, afirma. Pese a que el consumo de drogas se ha defendido con frecuencia desde posiciones de izquierda, Montatore disiente: “algunas drogas son la expresión más pura del ultracapitalismo. Potencian el egoísmo y el individualismo, que son la base del neoliberalismo. Me parece muy hipócrita defenderlas desde el progresismo”.

“El problema de la droga es que uno no sabe nunca qué tipo de adicto va a ser hasta que la prueba”, continua el dibujante. “El riesgo es muy grande, porque aunque el 90% de la gente vive con ello sin problema, hay personas para las que una cerveza supone el fin de todo”. Y concluye: “Creo que no hay que ser tremendista pero, al final, hablamos de sustancias tóxicas, guste o no”.

Montatore profundiza sobre la cuestión y reflexiona sobre los motivos de que el consumo esté tan naturalizado en determinados ambientes de nuestra sociedad y el arte tienda a plantear el tema “desde la coña o la gracia, con el codazo cómplice, de ‘canallitas’. Me apesta todo eso. Porque lo he vivido, yo he estado en el otro lado y no quiero volver a tener nada que ver con ello. Quería hacer algo que molara pero que, al mismo tiempo, dijera que la droga es una puta mierda”. Todo ello, sin juzgar nunca a Viti, su personaje. “Eso se lo dejo al lector”, comenta Montatore. “Me gusta putear a mis personajes, pero los trato con cariño. En mis tebeos, siempre es importante plantear la lucha del individuo frente al sistema, del hombre o la mujer enfrentada a algo que se le escapa. Unas veces es la muerte, y otras es la droga”, explica.

La esencia del cómic

La recta final de Aquí hay avería plantea una desesperante lucha por desengancharse por parte de Viti, que recae una y otra vez, cada vez más afectado por el consumo de abismina. Hay una secuencia en la que Montatore refleja de manera puramente visual el síndrome de abstinencia, con la botellita de droga amarilla siempre sobre la cabeza del protagonista: “Quería dibujarlo de manera que la droga estorbara en el dibujo, que estuviera siempre presente”. Pero el final, que no vamos a desvelar, es abierto. “[El dibujante] Max, que es muy sabio, dijo en una ocasión que hacer un cómic es cosa de dos: el autor y el lector. No puedo estar más de acuerdo”. Por ese motivo, el autor prefiere que sea cada lector quien complete los significados de la obra. “Desde que está en las librerías he hablado con mucha gente, y cada persona hace una interpretación diferente, aunque todas me dicen que les ha dejado hecha polvo”, explica Montarore. “Pero, sinceramente, yo no tengo ni idea de por qué hago esa secuencia así. Se me ocurre y la dibujo, sin más. La interpretación le corresponde a los demás”.

A ello contribuye la naturaleza más abstracta de la imagen, y más en el caso de Lorenzo Montatore, que recurre a un estilo antirrealista y limita el texto al mínimo. “Los tebeos nacieron en la prensa, como tiras cómicas”, recuerda el autor, “por eso me parece que se prestan más al cartoon que al realismo”. Montarore cita a un buen amigo, el también dibujante Antonio Hitos, que, en cierta ocasión, le dijo que “los tebeos tienen una musiquilla”. “Me parece una definición maravillosa”, opina el responsable de Aquí hay avería. “El que lo sepa entender lo entenderá. Esto tiene que ver con una esencia del cómic, algo que tiene que mantenerse muy puro, en mi opinión”. Para el autor, hay experimentos que difícilmente van a funcionar: “Como pasa con el flamenco, no se presta siempre a la vanguardia. Y los cómics con un poso muy realista me parece que no terminan de funcionar. Un tebeo es lo que es, un monigote que va para aquí, para allá, se cae, le pasan cosas…”.

Aunque reconoce que puede parecer una postura conservadora, en realidad también le encantan los extremos más radicales. “Siempre voy a estar a favor de la ruptura con lo que ya se ha hecho, incluso aunque una obra concreta no me entusiasme: prefiero eso a las medias tintas”, afirma Montatore. Y pone como ejemplo a la generación de autoras que ha llegado al cómic en los últimos años. “No me gusta pensar eso de que los cómics de antes sí que eran buenos. Olvídate”, asevera. “Cuando se ve el trabajo de estas autoras, hay gente que critica su ruptura con la tradición. Pero no se entiende que, precisamente, son personas que llegan de repente a un medio y no quieren fijarse en lo que llevan haciendo los tíos durante cien años, y deciden hacer lo que quieren. ¡Claro que sí! El resultado es lo de menos, siempre estaré en su equipo”, defiende Montatore.

“Hay autores de cómic que llevan haciendo 30 años lo mismo. Pueden hacer cosas interesantes, pero al final se acomodan a algo que les funciona comercialmente. Todo es respetable y hay que entender las circunstancias de cada uno. Hay que pagar facturas y ganarse la vida, pero hablamos de otra cosa. Hablamos de la creación, del arte”. El autor finaliza su argumento de una forma divertida: “Yo creo que un artista gana cuanto más sinvergüenza se vuelve. La última película de Andrzej Zulawksi, Cosmos (2015), te zarandeaba de una forma que no podías evitar. Era loquísima, insoportable en el buen sentido, y él tenía 80 años cuando hizo eso. O piensa en David Lynch, que hace Twin Peaks: The Return (2018) y nos pasa la mano por la cara a todos los jóvenes artistas. Hace lo que quiere, sin más”.