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Erik Urano, el artista que prefirió tocar gratis antes que cancelar

Erik Urano durante un concierto

Raúl Novoa

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A veces los planes no salen como uno espera. Pero se puede reaccionar. Erik Martín, conocido artísticamente como Erik Urano (Valladolid, 1986), dará un concierto con entrada gratuita en la Sala Apolo de Barcelona este viernes 13 de octubre. Esa no era la idea inicial. Las entradas estaban a la venta por 14 euros pero se estaban vendiendo mal. Tenía dos opciones: cancelarlo o perder dinero. Pero se inventó una tercera.

Fue una idea del mánager y del sello, Sonido Muchacho (casa de La Bien Querida, Carolina Durante o Confeti de Odio): hacer el concierto con entrada gratuita. “Tengo preparado un show de luces que giran sobre un todo a lo largo de mi carrera musical que está ensayado y queremos hacer sí o sí”, explica a elDiario.es e incide en que quiso “ser honesto y transparente con el hecho de que las cosas fueron mal”.

El músico aceptó la sugerencia y comunicó en sus redes el cambio de planes: para asistir a su concierto solo hacía falta reservar la entrada. En menos de 48 horas se acabaron los tickets. Lo que se preveía como un espectáculo desolador, esa imagen triste que es ver desde el escenario el local casi vacío, será un éxito rotundo; aunque no económicamente.

La mercantilización del arte

La idea de Erik Urano es compensar las pérdidas del concierto gratis de Barcelona con las ganancias del de Madrid, cuya entrada se mantiene a 18 euros (más gastos de gestión) el próximo 27 de octubre en la sala Barceló. El artista reconoce la ayuda de la Sala Apolo, que facilitó las cosas cambiando las condiciones a unas “mucho mejores”. “Ponemos en valor el poder sacar un proyecto en el que llevamos tiempo trabajando aunque no sea rentable, solo por el trabajo que hemos hecho y por los fans que querían escucharlo”, cuenta en conversación telefónica tras salir de su otro trabajo, como auxiliar educativo en un centro de educación especial.

Me encantaría dar conciertos gratuitos, pero no puede ser a costa de no pagar a los profesionales lo que se merecen

Poner a la venta entradas a coste cero va, para él, más allá del marketing o de la viralidad. Erik Urano quiere abrir una conversación: “En una época tan mercantilista para el arte, no puede ser que sobreviva solo lo que es rentable en términos económicos”, y añade que “muchos de los proyectos que han pasado a la historia no han sido rentables y luego han tenido una trascendencia social brutal en lo que ha llegado después”. “Nos estamos perdiendo proyectos artísticos, en muchas disciplinas, porque no generan dinero desde cero. Muchas veces no interesa impulsar lo que se sale del margen”, insiste.

Pero no siempre gratis

En este concierto ha creado una idea en la que todo “girará alrededor del concepto de radioactividad”, el nombre de su última canción, con referencias al grupo de electrónica Kraftwerk. Erik Urano lleva más de 10 años haciendo música y ha tocado en festivales como el Primavera Sound o el BBK. Gran parte de la escena del género urbano apoyó a Urano compartiendo su publicación.

La decisión, asegura, ha sido emocionalmente dura e inesperada, dada la ilusión que tenía el rapero por tocar en Barcelona. Eso sí, preguntado por si daría más conciertos gratis, hace énfasis en no querer romantizar la precarización del sector. “La cultura ya tiene muy malas condiciones en sí misma. Yo llevo un equipo profesional que tiene que cobrar. Un equipo de producción y un dj a los que tengo que pagar. Me encantaría dar conciertos gratuitos, pero no puede ser a costa de no pagar a los profesionales lo que se merecen”. “La gente tiene que acostumbrarse a pagar por las cosas”, apunta, y espera “haber dado una lección de que el arte y la cultura deben estar por encima de la pretensión económica, pero tampoco debe hacerse perdiendo dinero”.

Artistas como, por ejemplo, Rosalía, Quevedo o Bizarrap mantienen un crecimiento constante y exponencial. “Pero son la excepción que confirma la regla y no la realidad. Las personas que empiezan a hacer música a veces pueden llegar a pensar que el éxito repentino es lo normal y no es así. Lo normal, y más en la música, es tener altibajos”, opina. “Hay músicos que si no tienen sold out al anunciar una gira o no están en el top de artistas más escuchados cuando sacan música parece que fracasan”, enfatiza el artista que tiene canciones con un superventas como C Tangana.

La dictadura del algoritmo

“Lo que más me molesta es pensar que me hayan hecho shadow banning”, dice en referencia a que el algoritmo de posicionamiento de las redes sociales pueda ocultar sus publicaciones, se plantea. Según el propio artista, cuando su post en redes alcanzó cierta viralidad, muchos fans le contactaron diciendo que ni siquiera se habían enterado de sus directos. “El algoritmo ni siquiera estaba mostrando mi contenido a la gente que me escucha. ¿De qué vale entonces promocionarse por redes?”, se cuestiona a la vez que recuerda que tuvo que hacer lo contrario a lo “normal” para que “la publicación en redes funcionase”.

“El algoritmo de Spotify marca lo que escuchamos. Es una bola de nieve que hace que los artistas y los oyentes vayan a lo mismo”

“El algoritmo de Spotify también marca lo que escuchamos. Al final es una bola de nieve que hace que los artistas y los oyentes vayan siempre a lo mismo”, opina. Para él, este conjunto de operaciones sistemáticas e informáticas es “la materialización de una industria tóxica”. “Es una lacra también para los grandes artistas, que muchas veces les obliga a hacer siempre lo mismo: la gente con muchas visitas es la que tiene que seguir generándolas. Se explota constantemente lo que se sabe que funciona”.

Para él, el algoritmo representa una especie de diferenciación entre clases: “Cada vez hay menos artistas medianos. Hay algunos con mucho poder, riqueza, oyentes e influencia y hay gente con pocos recursos y pocas capacidades de generar un ascensor social. Ya no es tan fácil crecer en internet como lo era antes”. En este sentido, recuerda que aunque las escuchas sean una parte importante de los ingresos de los artistas, “hay muchas más formas de apoyar a un músico, como comprar merchandising o ir a sus conciertos”.

Batiburrillo en los festivales

Erik Urano está de acuerdo con las palabras de Juancho Marqués, quien en una entrevista aseguraba a elDiario.es que la mejor forma de disfrutar a un artista sigue siendo en un concierto en sala. Tras estar en varios macrofestivales, considera que se han convertido en algo más parecido a “una empresa de parque de atracciones que una propuesta cultural en la que conozcas nuevos artistas”. Aunque asume que no todos estos eventos “son malos” y que en ellos “muchos fans pueden acudir a 15 conciertos que le interesan”, estos le producen contradicciones. “Los artistas tenemos peores condiciones en los macrofestivales, en el público se crean sesgos clasistas ya que quien más paga por su entrada, mejores condiciones tiene, hay malísimas condiciones para los trabajadores y dilapidan dinero público”, sentencia, enumerando sus críticas hacia los festivales.

“El concepto de la música lo veo como un nicho en el que pasarlo bien y olvidarte de lo malo durante un rato”, así como una “elevación espiritual mediante el arte”. El artista augura que se siente “demasiado rapero para la electrónica y demasiado electrónico para el rap”.

La política en la música

Erik Urano acostumbra a decir que él no quiere ser explícitamente político. No obstante, todo lo aquí expuesto adquiere una dimensión política. Al plantearle esta cuestión, responde. “Sí, totalmente”. “Visibilizar tu realidad muchas veces ya tiene una carga política brutal. Siempre pongo el ejemplo de Yung Beef cuando dice 'que le follen a los avisos de desahucio'. Llevar esa realidad a tanta gente ya tiene un posicionamiento político brutal aunque no lo parezca”, expone.

Además, le preocupa las políticas culturales de la ultraderecha, como se ha visto recientemente en los casos de censura. En su ciudad, Valladolid, gobierna el Partido Popular con Vox. “Es gente capaz de todo con tal de llevarlo a su nicho ideológico. Ni siquiera responden a bases ideológicas de liberales de derechas”, dice. “Pero menos mal que la política no depende solo de los políticos”, concluye.

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