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Merkel es hija de Hitler y otras teorías de la conspiración que triunfan en Alemania

Imagen de archivo de la portada de una revista polaca que satirizaba con la imagen de Merkel caracterizada como Hitler

Aldo Mas

Berlín —

En Alemania, los integrantes del “Movimiento de los Ciudadanos del Reich” dicen que viven todavía en un imperio. Se estima que sean entre 30.000 y 40.000 personas. Niegan la legitimidad del estado alemán y son potencialmente peligrosos. Para el periodista Christian Schiffer, los Ciudadanos del Reich son la mejor manifestación de la Alemania conspiranoica.

“Los integrantes del Movimiento de los Ciudadanos del Reich aseguran que, en la Segunda Guerra Mundial, el estado alemán no capituló, sino que sólo capituló el Ejército. Desde esa afirmación, infieren que el Reich todavía existe y de ahí, por ejemplo, concluyen que la reunificación alemana fue algo ilegal”, explica a eldiario.es Schiffer. “Es ridículo, porque en 1945 el estado alemán ya no existía. Pero eso no impide a los miembros de ese movimiento crear, por ejemplo, sus propios documentos de identidad y hasta acumular armas para 'defenderse'”, abunda el periodista.

Schiffer es coautor, junto al también periodista Christian Alt, del libro Angela Merkel ist Hitlers Tochter. Im Land Der Verschwörungstheorien (Ed. Hansen, 2018), o “Angela Merkel es la hija de Hitler. En el país de las teorías de la conspiración”. El volumen plantea un recorrido por las teorías conspirativas más populares y extrañas que se dan en el país.

La teoría conspirativa de los miembros del Movimiento de los Ciudadanos del Reich es tristemente célebre en Alemania desde que hace dos años un policía muriera tras ser disparado por “Wolfgang P.”. Así se ha dado a conocer en los medios de comunicación la identidad de este miembro de ese grupo de “ciudadanos imperiales”. “Wolfgang P.” tenía 30 armas de fuego en su casa. Usó una de ellas contra el comando de las fuerzas de la policía que entró en su casa. Ahora cumple cadena perpetua.

Teorías como la que llevó a “Wolfgang P.” a disparar su arma son las protagonistas del libro de Schiffer y Alt. Schiffer plantea el argumento según el cual, debido al neoliberalismo, triunfan las ideas conspiranoicas. “Con el neoliberalismo, el estado se quita de en medio en muchas tareas, y eso puede dar lugar a que triunfen las teorías de la conspiración”, explica Schiffer. “Los ciudadanos del Reich, en general, viven en pueblos pequeños, donde el estado no tiene más manifestación física que, a lo mejor, las cartas que le manda la administración”, abunda.

EEUU, tierra de las teorías de la conspiración

Un estado distante pueden acercar a las ideas conspirativas del mismo modo que la socialización en según qué foros y páginas de Internet. Tal vez porque Estados Unidos es la mejor representación geopolítica de la ideología neoliberal, muchas de esas teorías vienen de allí, incluidas las más extrañas. Un claro ejemplo es esa según la cual la canciller Angela Merkel es la hija de Adolf Hitler. “Esa es, con diferencia, la teoría más absurda que hemos encontrado”, comenta Schiffer. “Ocurre con las teorías de la conspiración que, en general, tienen algo real a lo que agarrarse, pero con la de Merkel no es así”, abunda.

El coautor se sirve en su reflexión del ejemplo de la teoría conspirativa de las Chemtrails o “estelas químicas”. Según sus defensores, las estelas de condensación que dejan los aviones en el cielo son, para ellos, resultado del rociado de productos químicos a la población del planeta para controlarla. La humanidad, a través de esa suerte de fumigación, estaría cayendo enferma o estaría siendo esterilizada para evitar la superpoblación.

“En todo esto hay de verdad que existe un problema de contaminación aérea causado por los motores que está asociado al creciente tráfico aéreo”, mantiene un Schiffer que no da crédito alguno a esa teoría.

Semen congelado de Hitler para crear a Merkel

“Pero con la teoría de Merkel, da igual cómo lo mires. Ahí no hay nada de realidad”, abunda Schiffer. A grandes rasgos, el relato de esta teoría plantea que, en 1945, muerto Hitler y capturado el doctor Carl Clauberg por las tropas soviéticas, el médico nazi ofreció a los comunistas enseñar avances de fecundación a la Unión Soviética a cambio de libertad.

El nombre de Carl Clauberg es conocido en la historia por sus funestos experimentos con humanos en el campo de extermino de Auschwitz. Pese a que lo suyo fue, sobre todo, ir más allá de los malos tratos con esterilizaciones de presos en ese campo y en el de Ravensbrück, la teoría dice que Clauberg logró conservar semen de Hitler. “Congeló su esperma y dijo a los rusos: 'si me dejáis libre os enseño medicina de reproducción'”, cuenta Schiffer.

“Como era muy nazi, creó un hijo de Hitler como consuelo. Para ello, buscó a una mujer, que sería la hermana de Eva Braun [novia y esposa de Hitler, ndlr.]. La fecundó y de esa fecundación saldría su hija, una niña que fue entregada a la familia Merkel”, abunda el periodista.

Como elemento a considerar “seriamente” por los seguidores de esta teoría figuran los supuestos “parecidos físicos” entre Merkel y Hitler y las supuestas “señales” que indicaría la forma romboidal que adopta la canciller en casi todas las fotos en las que aparece posando. Alguna foto hay de Hitler adoptando una posición de manos similar. Eso es suficiente para los defensores de esta teoría. “El que quiere creer en la teoría, cree, cualquier cosa le vale”, según Schiffer.

A su entender, otra particularidad de esta teoría es que está exenta de alusiones negativas a la comunidad judía. “Es una teoría muy absurda, pero lo que es atípico, sobre todo, es que no hay judíos implicados. Normalmente, en las teorías de la conspiración siempre están los judíos jugando un papel”, dice el periodista experto en teorías de la conspiración.

De acuerdo con la investigación que Schiffer presenta con Alt, buena parte de esas teorías conspirativas tienen un fuerte componente antisemita. “El antisemitismo y las teorías de la conspiración siempre van muy unidos. Todavía hoy, por ejemplo, se cree que la familia Rothschield está detrás de mucho del poder mundial. Pero si comparas lo que tiene esa familia con Jeff Bezos [fundador y director ejecutivo de Amazon, ndlr.], no es casi nada”, subraya Schiffer.

Diez horas escuchando la teoría de los reptilianos

Para la elaboración del libro, Schiffer pasó meses, con una identidad falsa, visitando foros de Internet donde se discutía y se divulgaban todo tipo de teorías de la conspiración. Él y Alt también entrevistaron a expertos, psicólogos y se vieron cara a cara con gente que cree, por ejemplo, que los gobiernos están envenenando los productos que se venden en los supermercados.

En su periplo por “el país de las teorías de la conspiración”, los autores visitaron una intervención pública en Maastricht del ex futbolista británico David Icke, un profesional de las teorías de la conspiración. Icke lleva años defendiendo la idea de que un grupo de “humanoides reptilianos controla la humanidad”.

“Como no podía intervenir en Alemania porque es un antisemita, fuimos a verlo a Los Países Bajos. Le escuchamos en una charla que dio de... ¡Diez horas!”, exclama Schiffer. Él y Alt asistieron “a la madre de todas las presentaciones de power-point”, comenta entre risas el primero. Duró de diez de la mañana a ocho de la tarde. Cada ocho segundos, Icke cambiaba de diapositiva.

“Empezó diciendo cosas de sentido común. Por ejemplo, criticaba la Unión Europea y, bueno, es verdad que se puede mejorar, ¿no? Y así, todo el rato. Iba diciendo cosas que sonaban con sentido común y luego citaba un estudio supuestamente académico que no te daba tiempo a verificar porque a los ocho segundos ya estaba hablando de otra cosa”, rememora Schiffer.

Como una religión o un lavado de cerebro

Aquello fue, para él, “un lavado de cerebro”. “Después de tres o cuatro horas así, empiezas a creerle. Y a la quinta o sexta hora, cuando Icke empieza a hablar de los reptilianos, ya te lo crees absolutamente todo”, abunda con sorna el periodista.

En suma, a Schiffer y Alt no les queda duda de que las teorías de la conspiración operan como religiones. Resultan especialmente eficaces en quienes tienen la sensación de que “su existencia carece de efectos sobre el mundo en el que viven”, según Schiffer.

Los autores proponen, entre otras cosas, combatir estas “pseudo-religiones conspirativas” a través del pensamiento crítico y de la demostración de que los ciudadanos sí pueden tener capacidad de determinar su propio destino. Así, tal vez, puedan evitarse dramas como el asesinato cometido por “Wolfgang P.”, el “ciudadano del Reich” que ahora cumple una cadena perpetua impuesta por un estado alemán que, en su cabeza, no existía.

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