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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

Lío en Las Rozas

Rafael Baladés y Sergio Gay

La noche del 15 nos la pasamos inspeccionando la primera luna de sangre de 2014 con unos cuantos gin tonics y divagando:

SG: “Aquí no pasa nada. Todo pasa fuera.” MB: “La www nació del trabajo de un ingeniero británico. En 1989.” MA: “A partir del trabajo de un americano, el tío del memex, en 1945.” SG: “¿Qué estábamos haciendo aquí en 1945?” MA: “Pasar hambre, supongo.” MB: “Cantar el cara el sol, supongo.” YO: “Yo, comprando libros en París…” SG: “Aquí no pasa nada.” MB: “Bastante tenemos con liarla entre nosotros: Que si los catalanes, que si los vascos… Que si los políticos, que si la corrupción.” MA: “Con nuestras disputillas nos vamos apañando.” SG: “El mundo pasa de gilipolleces.” YO: “El mundo no nos necesita.” MA: “La Google es americana.” MB: “Y la Procter, y la Kimberly, y la Morgan.” SG: “Y la primera bomba atómica. Liquidó la guerra y abrió las puertas del infierno.” MA: “Los de la NASA ya han localizado unos cuantos planetas para sustituir a la Tierra.” MB: “La gente espabila por ahí fuera.” SG: “Aquí no pasa nada.” YO: “¡Bueno, sí, ZARA!” MA: “Es verdad, el milagro gallego.” YO: “¡Nunca nadie puso a tantas mujeres tan guapas con tan poco!” MA: “Pero algo más habría que hacer ¿no? ¡Así nunca vamos a acabar con el paro!” SG: “Así nunca vamos a llegar a la luna.” MA: “Ni a la vuelta la esquina.” SG: “Aquí no pasa nada.” MB: “Aquí vamos a rebufo.”

Hoy el Cordero nos ha invitado a su casa. ¡Qué tío, vive en una furgoneta!: Una cochambrosa Volkswagen T2, la legendaria furgoneta de los hippies de los años 60 del siglo pasado. Ahí tiene su cama, su cocinita y su ordenador, y una bici y muchas mochilas.

-Así vivo como Dios. En todas partes.

Justo al lado de la Volkswagen hay aparcada una espectacular Van GMC G15 negra con una banda roja, una réplica exacta de la famosa furgoneta del Equipo A (¿Se acuerda alguien?). De ella, salió ella. Una criatura preciosa.

-Es Marilyn, mi novia -nos dijo el Cordero-. Marilyn, estos son mis amigos de las Rozas.

Marilyn le corrigió con una sonrisa y un beso.

-Bueno, más bien somos una pareja abierta.

En ese instante todos nos enamoramos de Marilyn. Era un cascabel. Alegre, juguetona, divertida. Con los ojos chorreando pestañas y lucecitas, y la boca llena de risa y de muchos dientes muy blancos. ¡Qué cabrón, el Corderillo!

Pero va a ser difícil contar todo lo que ha ocurrido a partir de ese día.

Hoy hemos ido a la playa en la Van de Marilyn. Yo iba encantado y encendido. Por la proximidad de Marilyn y por la miseria nacional. Y me dio por lo del circo.

-Tío, es el futuro de este país. Lo tenemos de todo. Mucho mejor que la mujer barbuda y el hombre elefante. Tenemos el banquero que se siente perjudicado por arruinar a miles de ancianos, sí, el juez que quiere llorar, la jueza que camina en silencio e imputa e imputa y no se inmuta. Tenemos los cursos que no existen, las cajas B que no contienen nada, el submarino que no flota. Tenemos la presidenta que no tiene donde aparcar, y que además le roban la cartera, y el presidente lo más de lo más, sí, él va a su bola, como si esto de convivir no tuviera sus reglillas…

Los colegas me sacudían y me tapaban la boca: “¡Cállate ya, plasta!” Pero a Marilyn le gustaba el rollo y no paraba de reírse, y lo mejor de todo, no paraba de mirarme, así que yo tampoco podía parar:

-¡Te lo juro, tío! ¡Lo tenemos todo! ¡Y esto sí que puede acabar con el paro! ¡El Circo del Solyplaya! Yes! I am the best, my only friend!

“El que me gusta es el vejete.” Ese simple comentario disparó la testosterona del grupo. Y con razón. Porque Marilyn tiene 22 años. Y eso canta en la frescura de su piel y en la alegría de su carne y en su espíritu juguetón y salvaje. Y estos tres andan por los treinta, más o menos, y están como el toro de Osborne. Y yo tengo mis 100 añitos.

Cuando la Marila dijo “A mí el que me gusta es el vejete”, los tres aullaron y todos nos reímos y el Cordero, que conoce bien a esta chiquita de California, aunque de origen hispano, pasó de lo que veía venir y se alejó con su vodka y su hermosa manera de apartarse de la manada, y se metió en su Volkswagen.

Inmediatamente, la Marila me cogió de la mano y me llevó a la G-15. Su pelo bailaba con los juegos de su cabeza al subir a la Van. Los tres toros subieron detrás. Y durante tres días no salimos de allí.

Al cuarto día, cuando resucité, pensé: ¿Qué van a decir estos ahora en su casa?

Yo he dicho que me dio por montar un circo de solyplaya y que no podía parar.

Lo que no me explico es por qué ninguna de nuestras mujeres llamó a la policía en esos tres días.

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