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El triunfo mortal del corrido tumbado

Peso Pluma en los Premios Billboard Latinos

Nando Cruz

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Es el estilo musical que ha amasado más oyentes en el último lustro. Ahora que las plataformas de streaming permiten cuantificarlo todo, las cifras de la música regional mexicana están batiendo récords de todo tipo. En el primer semestre de 2023, Estados Unidos aumentó el consumo de música regional mexicana en un 42%. El porcentaje salta al 212% si hablamos de los últimos cinco años. Y esa cifra se queda corta cuando se compara con la media de crecimiento mundial, que se eleva hasta un 430%, o con la media interna en México, donde en el último lustro las escuchas de regional mexicano se han disparado hasta el 604%.

En realidad, música regional mexicano no es un estilo, sino esa etiqueta que la industria estadounidense usa para englobar todo género cultivado al otro lado del Río Grande: del mariachi al tex-mex, pasando por música grupera, la norteña, la ranchera o el corrido. Son estos últimos, los corridos, los que justifican el interés actual por la música creada en México. Y, más en concreto, el corrido tumbado. En 2023 una veintena de corridos tumbados se colaron en el Top 20 de Spotify y dos de ellos alcanzaron el número uno. Ambos eran de Peso Pluma, el máximo exponente del género con 58 millones de oyentes mensuales; Bad Bunny tiene 71 millones. Su disco Genesis saltó al tercer puesto de la lista Billboard, lo más alto que ha alcanzado un disco de música regional mexicana. Meses después, en la entrega de los premios Latin Billboard, Peso Pluma se llevó ocho trofeos coronándose como el gran triunfador de la temporada.

Es obvio que la industria musical ya ha escogido al relevo de Bad Bunny y que ve en los corridos tumbados la nueva gallina de los huevos de oro tras dos décadas de reinado reguetónico. El género mexicano ha adquirido tal centralidad en las músicas populares que en las redes se alternan titulares sobre la última infidelidad de Peso Pluma hacia su pareja, la rapera argentina Nicki Nicole, o el asesinato del joven cantante Chuy Montana. Amor y muerte son la gasolina del corrido tumbado y de ello habla Corridos tumbados. Bélicos ya somos, bélicos morimos, ensayo del sociólogo mexicano José Manuel Valenzuela Arce que ahonda en las raíces y el contexto social de tan controvertido género.

Una historia centenaria

El “ya” del subtítulo aporta la primera pista. Porque corridos los hay desde hace más de un siglo. Y todos, más o menos, explican lo mismo: explican México. El corrido proviene del romance español popularizado en el siglo XV y exportado a América con la conquista. Es un tipo de poema de estructura marcadamente narrativa. Aunque en la mayoría de países se perdió esta forma de canción que relata hechos verídicos, en México no solo no se extinguió sino que cobró identidad propia y ha subsistido prácticamente intacto desde, como mínimo, mediados del siglo XIX. El corrido ha sido un medio de comunicación de primer orden, el noticiario cantado para una sociedad principalmente iletrada.

A principios del siglo XX, el corrido adquirió especial popularidad cuando se convirtió en el informativo oral de la revolución mexicana de 1910. Muchos de aquellos corridos relataban las hazañas de Pancho Villa y Emiliano Zapata. Acabada la guerra, ya en los años 30, aparecerían los corridos tequileros cuya temática narra las vicisitudes de la población para obtener alcohol en plena ley seca. Los narcocorridos sobre el negocio del tráfico de droga ya existían en esa época, pero su verdadero éxito llegará en los años 70 y Los Tigres del Norte serán su máximo exponente. Tras ellos, tomarán el relevo los corridos perrones, con letras y estética mucho más explícitas y vinculadas al narcotráfico, y luego los corridos ondeados o alterados, también conocidos como corridos drogados.

Por tanto, los corridos tumbados, bélicos o belicones, son ya la quinta encarnación de este género típicamente mexicano. Sin embargo, por primera vez están atravesando fronteras y potenciando su éxito mundial; su mercado ya no se limita a México y Estados Unidos. Otra característica del corrido tumbado es su explícita alineación con los cárteles de la droga; principalmente, el de Sinaloa. Las letras ya no son metafóricas, abstractas o cifradas. La glorificación es explícita. El investigador mexicano Christian Fernández Huerta define el corrido como “la primera canción protesta de México”, aunque si antaño se cantaba al revolucionario Emiliano Zapata ahora se canta al narco Chapo Guzmán.

Más mortal que el trap

El corrido tumbado recibe una fuerte inspiración del trap y el rap estadounidense, pero no es exactamente la CNN de los mexicanos (parafraseando a Chuck D de Public Enemy), ya que además de “visibilizar la fuerza social de la narcocultura” y “expresar las aspiraciones frustradas de millones de jóvenes”, evoca o relata hechos verídicos que ya no son solo maniobras para hacer llegar la droga a buen puerto sino enfrentamientos entre carteles rivales o con la autoridad. El propio corrido es, a menudo, un trofeo más del narcotraficante que desde hace décadas encarga a los mejores letristas una canción que glorifique sus hazañas. Esos corridos por encargo pueden costar “desde 200 dólares a 60.000 o más”, desvela Valenzuela Arce. También pueden costar la enemistad con el cártel rival del narcotraficante homenajeado. Por lo tanto, pueden costar hasta la vida.

“Resulta preocupante la identificación cuasi orgánica que los tumbados profesan por el grupo criminal de Sinaloa”, reflexiona el autor del ensayo. Tan preocupante que el pasado otoño, y para evitar males mayores, Peso Pluma canceló su actuación en Tijuana (y en otras cinco ciudades) después de que apareciesen en las calles de esa ciudad mensajes que decían: “Esto va para ti Peso Pluma. Abstente de presentarte este 14 de octubre porque será tu última presentación. Esto por irrespetuoso y lengua suelta, hdp. Te presentas y te vamos a partir toda tu madre”. Firmaba las misivas el Cártel de Jalisco Nueva Generación. También los tremendamente populares Fuerza Régida han recibido amenazas de muerte.

Que la violencia traspase las canciones y se cuele en la vida real no es insólito ni en los viejos corridos ni en el rap estadounidense. Sí lo es ese aspecto sonoro tan tradicional, con instrumentos orgánicos como la trompeta, el requinto, la charcheta o el contrabajo. Tal vez sea este el rasgo más a la contra de una música que, por lo demás, alimenta todos los tópicos de la sociedad moderna: hedonismo, hiperconsumismo, individualismo y competitividad. Igual que en el trap, aquí no hay intención de mejorar la realidad; si acaso, de sacar tajada a título personal. Y si algo ha logrado la industria del corrido tumbado es puentear al gringo creando sus propios imperios, como la discográfica Rancho Humilde.

La mujer como trofeo

Las relaciones patriarcales, machistas y misóginas son otro asunto central. La mujer es un trofeo más, como la droga, los coches y el alcohol. Tampoco esto es exclusivo del corrido tumbado. Así sucede en el cancionero latinoamericano de toda la vida e incluso en la literatura. “La mujer objeto sobreexpuesta a la violencia mediante ataques sexuales, prostitución, desubjetivación, feminicidio, así como mujeres reducidas a cuerpos subordinados a la voluntad sexual de los hombres”, aclara el autor, se puede ver en la literatura policíaca, citando la obra de la investigadora Cathy Fourez La violencia en México a través de literaturas policíacas. Apenas las cantantes Ivonne Galaz y Tania Domínguez han asomado en uno de los estilos más monopolizados por la voz masculina del siglo XXI.

Paradójicamente, la mujer ha sido esencial para que el corrido tumbado adquiera su dimensión global. Tanto la letra de Ella baila sola como la de La bebé (un reguetón con voz de Peso Pluma) versan sobre la fascinación amorosa por una morra. Técnicamente, ni siquiera son corridos, pues eluden la estructura narrativa. En ellas no hay violencia ni narco-relato. Tampoco lo había en el Unx100to que Bad Bunny grabó con el Grupo Frontera ni El jefe, suerte de canción protesta de Shakira y Fuerza Régida sobre explotación patronal. A lo que no renuncia el corrido tumbado para conquistar el mundo es a su argot. El libro incluye un glosario tumbado donde aprender el significado de términos como alacrán, baje, borrego, carta jugada, fayuca, gallo, loquear o hacer lodo.

Cuando la tecnología y el acceso a la información hacía más irrelevantes los corridos como canal de transmisión de historias, estos han adquirido mayor éxito que nunca. Es otra de las paradojas que señala Valenzuela Arce en su ensayo, quien también cuestiona a quienes intentan relacionar los corridos que un siglo atrás glorificaban las hazañas de Pancho Villa y Emiliano Zapata con los que hoy vanaglorian al cártel de Sinaloa. “Estos narcos carecen de las virtudes y el compromiso con el pueblo que tenían sus héroes señalados”, advierte. Sin embargo, el efecto contagio del rap y el trap estadounidenses era una posibilidad más que razonable. Al fin y al cabo, esa droga que marca la existencia y el cancionero de los traperos yanquis ha llegado a su casa a través de México.

Diagnóstico y ‘solución’

El corrido tumbado es la banda sonora de un país herido. Un país donde miles de niños abandonan la educación escolar y deambulan por las calles sin un destino claro. Un país donde juvenicidio es una palabra de uso común y la posibilidad de verte envuelto en un tiroteo nunca es descartable. En México, el homicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes de 10 y 19 años. También en México se registraron 8.531 suicidios solo en 2021, con la tasa más alta por edades registrada entre las personas de entre 15 y 29 años. El corrido tumbado glorifica el consumo abusivo de drogas, la violencia y la vida al límite. Y lo más fácil si entras en este mundo es quedarte en el camino o en la cuneta, pero en un país con escasas expectativas de futuro para la juventud, el narco es una opción.

El corrido tumbado es, con su problemática crudeza y su peliculera veracidad, el grito desesperado de varias generaciones atrapadas en un callejón sin salida. En un país donde la corrupción política, judicial y empresarial no dibuja alternativas adecuadas, el narcotráfico se convierte para muchos en la vía más factible de progreso. “Los jóvenes continuarán arriesgando sus vidas para tratar de acceder al único modelo exitoso que conocen y que perciben como accesible”, teoriza Valenzuela Arce. Ante tal diagnóstico, alcaldesas como la de Tijuana apuestan por prohibir que se reproduzcan o interpreten canciones que glorifiquen la violencia multando con hasta 57.000 dólares a quien incumpla la normativa y buscando alianzas con otras ciudades para asfixiar esta música.

En el prólogo de Corridos tumbados, el académico Juan Carlos Ramírez-Pimienta, eminencia de los narcocorridos y autor de libros de análisis como Cantar a los narcos: voces y versos del narcocorrido y Una historia temprana del crimen organizado en los corridos de Ciudad Juárez, aporta una valiosa perspectiva: “La clave del asunto no es tanto pensar en el influjo que tiene [el corrido tumbado] en la sociedad, sino la que ejerce la vida diaria sobre el corrido. En un primer término, lo cotidiano se refleja en el corrido; eventualmente también es lo contrario, pero el orden importa. Primero hubo revolución mexicana y luego hubo corrido de la revolución; primero hubo narcotráfico y luego corridos de narcotráfico; primero hubo violencia y luego corridos bélicos”.

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