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THE GUARDIAN

Redadas para detener a solicitantes de asilo en Reino Unido: “Llamaron a la puerta y era el Ministerio del Interior”

Protesta en contra de la deportación de migrantes británicos a Ruanda en Londres. Foto de archivo: 13/06/2022

Shanti Das

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A las 14:37 horas del pasado jueves, la noticia de que un hombre había “desaparecido” se viralizó en los grupos de WhatsApp de resistencia a las redadas contra migrantes en Londres. El solicitante de asilo se había presentado a un centro de migración del Ministerio del Interior en Hounslow, al oeste de Londres, para una cita rutinaria, como deben hacer muchas personas que hacen los trámites para la solicitud de asilo en Reino Unido. Su hermano lo acompañó y lo esperó fuera.

El hombre nunca volvió a salir. Pasaron diez minutos, luego veinte, luego una hora, luego tres. Su hermano entró para preguntar por él y salió con malas noticias. El hombre había sido detenido y se enfrentaba a la posibilidad de ser deportado a Ruanda.

Las llamadas de socorro empezaron a difundirse por las redes sociales. “¡URGENTE! Eaton House tiene noticias de que alguien ha sido detenido, así que una furgoneta va a intentar salir ¡¡¡NECESITAMOS QUE NOS MOVILICEMOS URGENTEMENTE!!!”, escribió una persona. Si querían evitar que el hombre fuera trasladado a un centro de expulsión de migrantes –donde podía permanecer retenido durante meses antes de ser embarcado en un vuelo para su deportación a Runda–, necesitaban urgentemente manifestarse.

El pasado 25 de abril entró en vigor una ley de “asilo e inmigración” que ha sido muy criticada por organizaciones de derechos humanos y que prevé que personas que residen irregularmente en el país puedan ser deportadas a Ruanda a partir de este verano. Las redadas de este fin de semana confirman la voluntad del Gobierno británico de aplicar la ley.

En una residencia para solicitantes de asilo en Peckham, al sureste de Londres, se dieron cita cientos de personas con un objetivo similar. El Ministerio del Interior había contratado un servicio de transporte para que llevara a migrantes hasta el buque Bibby Stockholm, amarrado en Dorset, que funciona como un centro de detención de solicitantes de asilo. Decenas de manifestantes se sentaron en la carretera, con los brazos entrelazados. Al parecer, alguien pinchó las ruedas del autobús. Tras enfrentamientos entre la policía, los manifestantes y el personal del autobús, fueron detenidas 45 personas. La protesta logró su propósito, al menos temporalmente. Cuando el autobús pudo salir, siete horas después de su llegada, no llevaba solicitantes de asilo a bordo.

En Hounslow, la respuesta de los activistas fue más tibia. En el centro de migrantes de Eaton House –a tres kilómetros del aeropuerto de Heathrow y con el ruido de los aviones que vuelan constantemente a baja altura– había dos puertas por las que una furgoneta podía llevarse al detenido. Las seis personas que habían llegado para manifestarse en apoyo al detenido tuvieron que dividirse. Tres se agruparon frente a una puerta y las otras tres, frente a la otra. A las 15:00 horas, entró una furgoneta sin matrícula y sin nombre, sólo el logotipo abstracto de Mitie, contratista del Ministerio del Interior. Hacia las 16:00 horas, volvió a salir con un solicitante de asilo en su interior y atravesó a toda velocidad la verja de “sólo entrada”, y accedió a la carretera principal.

Poco pudieron hacer los seis manifestantes. Uno de ellos ha explicado que fueron muy conscientes de “no ser suficientes para impedir el paso del vehículo”. En los asientos delanteros, el conductor y su compañero parecían estar exultantes. “Se estaban riendo de nosotros”, explica uno de los activistas. “Ver que no tienen ningún tipo de remordimiento, tanta maldad...”, se le corta la voz. “No ven a los detenidos como personas”. Esta escena se repitió en todo Reino Unido la semana pasada, de Londres a Manchester, de Cardiff a Glasgow.

La Operación Vector

Con el objetivo de impulsar sus planes para deportar a personas que residen ilegalmente en Reino Unido a Ruanda, el Ministerio del Interior lleva a cabo la Operación Vector y ha contratado a 500 “escoltas” cuya misión es detener a solicitantes de asilo que puedan ser expulsados a ese país.

Muchos de estos solicitantes de asilo han huido de guerras y de la persecución en países como Irán, Sudán y Afganistán. Llegaron a Reino Unido hace al menos un año y están pendientes de que las autoridades decidan si autorizan o deniegan su solicitud

La semana pasada, en Solihull (West Midlands), la policía detuvo a cinco solicitantes de asilo que se habían presentado a una cita rutinaria en el centro de informes de migración Sandford House, mientras los manifestantes se congregaban en el exterior. Según el Birmingham Dispatch (una newsletter que llega por correo electrónico a todas las personas que se suscriben gratuitamente u optan por pagar una cuota), entre los detenidos se encontraba un hombre cristiano que huyó de Irán a Gran Bretaña hace dos años. Mientras, en Loughborough (Leicestershire), un grupo de hombres que también habían acudido a citas rutinarias fueron esposados, subidos a una furgoneta y conducidos a otro lugar. El Ministerio del Interior también se ha jactado de las redadas en casas y residencias, publicando un primer vídeo el martes pasado, ambientado con música alegre, en el que se ve a un hombre que es sacado de su casa esposado.

Tara Wolfe, abogada que dirige el proyecto de Ruanda de la organización benéfica Bid (de las siglas en inglés de 'libertad bajo fianza para migrantes detenidos') y que apoya a unas 15 personas detenidas en el marco de los planes para deportar a Ruanda a solicitantes de asilo, declaró que las detenciones han causado “mucho miedo y una sensación de impotencia”. Se desconoce la cifra exacta de personas que han sido detenidas en las redadas de los últimos días.

Los vuelos que trasladarán a los detenidos a Ruanda todavía no han empezado a operar. Al parecer, un solicitante de asilo habría aceptado 3.500 euros como compensación a cambio de una deportación voluntaria. No se espera que se produzcan expulsiones forzosas, si es que se producen, al menos hasta julio. Pero la intensificación de las detenciones, que se prevé que continúen a un ritmo constante, ha sido aplaudida por los medios de comunicación de derechas. “No tienen dónde esconderse (los migrantes)”, proclamaba un titular de The Sun.

Wolfe indica que a los detenidos les han quitado sus teléfonos móviles y otras pertenencias, y que ahora se enfrentan a una espera de meses hasta conocer su destino. Todos han sufrido registros y se los han llevado esposados. 

Muchos se han quedado sin una conexión segura a Internet o sin teléfono. Esto hace que sea difícil acceder a asesoramiento jurídico y apoyo de organizaciones defensoras de los migrantes. “La sensación es de pánico y desesperación, estas personas no saben por qué han sido detenidas”, afirma. “Han conseguido asustar a toda la comunidad de refugiados”.

Detention Action, una organización sin ánimo de lucro que presta apoyo a otras diez personas detenidas por el Ministerio del Interior, afirma que las detenciones afectan por igual a hombres y mujeres. Al menos una persona que fue detenida y a la que se le dijo que podía ser deportada a Ruanda se ha declarado en huelga de hambre. Se trata de un hombre iraní que estaba a la espera de la resolución de su solicitud de asilo. Este fin de semana contó que él y su familia fueron “torturados y oprimidos” a causa de su religión en Irán y viajaron a Reino Unido porque es un país reconocido por su respeto de los derechos humanos y su seguridad.

“Pero cuando llegas, te das cuenta de que no te harán una entrevista para entender tu situación. Te dejan así, detenido, como en la cárcel. Mi familia en Irán me pregunta: '¿Cómo ha mejorado tu situación desde que te fuiste? No vemos ninguna diferencia'”, dijo a The Guardian por correo electrónico. “Le estoy haciendo un daño a mi cuerpo y a mi salud para conseguir ayuda y que se oiga mi voz”.

Detenciones “traumatizantes”

Ann Salter, responsable de los servicios clínicos de la región noroeste de Inglaterra de Freedom from Torture (Libres de Tortura), afirma que las detenciones habían sido “traumatizantes” incluso para quienes probablemente no se verán afectados por la política de Ruanda.

“Hemos oído relatos de personas en viviendas compartidas que escuchan golpes en la puerta y son funcionarios del Ministerio del Interior que vienen a llevarse a la gente. Es absolutamente aterrador”, lamenta. “Muchos de nuestros clientes vienen de una situación en la que no sabían cuándo llamarían a la puerta ni cuándo los sacarían de la calle. Están recreando ese clima de miedo”.

Las organizaciones de ayuda a los refugiados afirman que la amenaza de detención puede empujar a las personas a desvincularse del sistema. Es menos probable que denuncien ante el Ministerio del Interior, accedan a la asistencia sanitaria o acudan a la Policía si están en peligro, lo que les hace vulnerables a la explotación. Por otra parte, hay informaciones de que algunas personas se están marchando de los alojamientos del Ministerio del Interior por miedo. Según Benny Hunter, educador juvenil, en un hotel para solicitantes de asilo de Elephant and Castle, al sur de Londres, han sido detenidas diez personas. Escribió en Internet que un amigo que se alojaba allí le había dicho que algunas personas están “tan asustadas que se marchan a dormir a los parques”.

Nazek Ramadan, director de Migrant Voice, afirma que el objetivo “deliberado” de estas redadas es “asustar y confundir” a los solicitantes de asilo. “La falta de una comunicación clara del Ministerio del Interior hace que incluso quienes en teoría no serían susceptibles de ser expulsados a Ruanda sientan que podrían serlo”, señala. “Detener a las personas que se presentan ante los centros de información del Ministerio del Interior no hace sino alimentar el miedo a acudir”.

Si no acuden a las citas –obligatorias para muchos como condición para obtener un permiso provisional por parte de los servicios de migración–, los solicitantes de asilo corren el riesgo de ser detenidos y privados de ayudas económicas. Es un dilema de difícil solución. 

A las puertas del centro de información del Ministerio del Interior en Salford (Gran Manchester), Maggy Moyo, de la organización Derecho a Permanecer, ha sido testigo directo de las repercusiones de esta política. Esta exsolicitante de asilo ha estado repartiendo folletos a las personas que acudían a sus citas rutinarias, con información sobre organizaciones sin ánimo de lucro y servicios de ayuda legal a los que pueden llamar si son detenidas. Explica que muchas de estas personas no han oído hablar del plan del Gobierno de iniciar expulsiones a Ruanda y de los movimientos de activistas para apoyar a las personas afectadas. “En los alojamientos para solicitantes de asilo no hay televisión ni radio. Por otra parte, hay una barrera lingüística. Así que si no tienes la suerte de que la gente te diga: 'se está tejiendo una red de ayuda', no tienes ni idea”, explica.

Otros son plenamente conscientes de la amenaza. “Conocimos a un hombre que llegó a Reino Unido en 2022. Sabía exactamente lo que le podía pasar. Estuvo una hora llorando, diciendo: '¿Debo entrar? ¿O debería saltarme la cita y pasar desapercibido?'”, cuenta Moyo. “Le miramos y no sabíamos qué aconsejarle. No podíamos darle nuestra palabra (de que no sería detenido)”. Finalmente, el hombre, procedente de Eritrea, entró. “Afortunadamente, volvió a salir”, dice Moyo. “Pero cuando salió dijo: 'Me presento la semana que viene y no estoy seguro de que vaya a volver a salir'”.

Traducción de Emma Reverter

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