“Estamos en una sociedad que parece un supermercado, cada uno con su etiqueta”
Pasar de las palabras a los hechos. Ese es el objetivo de este grupo. Sobre el papel, los trastornos mentales se atienden como cualquier otra patología. En teoría, es una discapacidad más. Las leyes nacionales y convenciones internacionales reconocen sus derechos. Los discursos hablan de abandonar prejuicios. Los profesionales, de fomentar las capacidades y la autonomía.
Sin embargo, desde la Confederación FEAFES pensaron que no era suficiente. Hace dos años y medio crearon un Comité formado por un representante de cada comunidad autónoma para potenciar que la voz de las personas con este tipo de trastornos se escuchara alto, claro. Y sin intermediarios.
En su última reunión también buscaron formas para pasar de las palabras a los hechos. En este caso, cómo conseguir que la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por España, sea una realidad en el día a día de su colectivo. Se calcula que en el país hay más de un millón de personas con algún trastorno mental grave, y es difícil encontrar a alguna que no se haya sentido discriminada a causa de su enfermedad.
Fuera etiquetas
Fuera etiquetas“Por el hecho de que tomaba pastillas, no me quisieron dar un trabajo de ayudante de cocina”, se queja Gabriel durante la reunión. Para Roberto el problema está en cómo demostrar que el empresario despide (o no contrata) a una persona al conocer su trastorno. El empleo es uno de los temas clave, tanto para su autonomía como para su autoestima. No es casualidad que sea una de las ideas que más se repite en el debate. Según el INE, sólo el 15% del colectivo tiene empleo.
Pero los problemas no acaban cuando se consigue este “casi milagro”. “La discriminación de los compañeros puede ser muy sibilina”, continúa Roberto, uno de los integrantes del Comité con un trabajo estable. Las personas que reconocen abiertamente tener un problema de salud mental muchas veces se encuentran con muestras de rechazo más o menos sutil. Ante eso, “lo importante es la confianza en uno mismo”, reflexiona la representante gallega.
Romper con los prejuicios, el llamado ‘estigma’ que rodea las enfermedades mentales, es uno de los grandes objetivos que se plantean en cualquier debate de este tipo. “Estamos en una sociedad que parece un supermercado, cada uno con su etiqueta puesta”, ilustra Noemi, la joven que representa a la federación castellanoleonesa. “Y eso nos limita a todos”.
Durante décadas, ha funcionado la pescadilla de que muy pocos hablaban abiertamente sobre su trastorno. Con pocas voces que los contradijeran, los estereotipos campaban a sus anchas. Reforzados además por las noticias sobre violencia, siempre muy llamativas, y muchas veces inexactas, que de vez en cuando saltan a la portadas de los medios.
Ese círculo vicioso, de silencio, desinformación y prejuicios se va rompiendo poco a poco. Sobre todo gracias a que muchos “salen del armario”, y cuentan abiertamente su vivencia de la enfermedad mental. Como Carles, protagonista de este anuncio.
Ese intento de superar las etiquetas no sólo tiene que ver con los prejuicios de la sociedad, sino también con las que se impone el propio colectivo. “Hay que dejar de pensar en ser normal e intentar ser feliz”, le contaba ese mismo día Noemi a un periodista.
No dejar a nadie atrás
No dejar a nadie atrásA medida que avanza la reunión se van mezclando los temas. Pero en todos aflora la importancia de ser escuchados, que se tengan en cuenta sus opiniones. “Los psiquiatras piensan que lo saben todo. Antes que tú lo digas, ellos ya saben qué necesitas”, ironiza Francesc. “Por eso hacen falta más psicólogos”, concluyen en común.
Y se debate sobre el papel de los profesionales, y también de las familias. “Con toda su buena voluntad, muchas veces se cae en el pecado de la sobreprotección”. Sin quitarle la razón, Gabriel añade que sin sus padres no estaría hoy donde está. Quizás, la palabra que más repiten durante todo la jornada sea autonomía.
Los miembros de este Comité son casos de éxito, de plena recuperación. Han aprendido a convivir con enfermedades como el trastorno bipolar, la esquizofrenia, o el trastorno límite de personalidad, que se consideran crónicas. Esto no les ha impedido encontrar trabajo, formar una familia, cuidar de sus padres o terminar una carrera universitaria. A pesar de haber salido adelante, no quieren olvidarse de los que, con el mismo diagnóstico, no han tenido tanta suerte.
“Imagínate la tortura que debe ser tener una enfermedad mental en la cárcel”, comenta uno. Y se empieza a hablar de que las prisiones no son el sitio para curarse de nada, de la gente que vive en la calle con un problema como el suyo, o de lo que significa quedarse en casa sin recibir ningún tipo de tratamiento. Por eso, el reto que se han propuesto es hacer valer los derechos de su colectivo, y creen que la Convención ONU puede ser una buena herramienta para conseguirlo.
En mitad de la reunión, uno de ellos pregunta: ¿qué es eso del empoderamiento? Alguien le contesta con la definición de manual, algo así como la capacidad de tomar las decisiones que afectan a tu vida, la búsqueda de la autonomía, la capacidad de participación… Pero tal vez, la mejor respuesta hubiera sido adaptar el poema: ¿Y tú me lo preguntas? Empoderamiento eres tú.