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Fitur: ¿me puede decir dónde le han dado ese sombrero?

Proyecto de bus turístico de ciudad de la multinacional andaluza "City Sightseeing"

Cristina G. Bolinches

Intentar definir Fitur, la Feria Internacional de Turismo de Madrid, puede hacerse en muy pocas palabras. Simplemente, se trata del espacio donde conviven una ministra de Fomento explicando el futuro del operador ferroviario Renfe, un presidente de una Comunidad Autónoma gobernada por el Partido Popular esquivando preguntas sobre los papeles de Bárcenas, responsables de Diputaciones alabando las bondades del turismo de sus provincias y, a pocos pasos, acróbatas, una playa artificial con modelos en bañador, un joven Don Quijote buscando a su Dulcinea, una Copa de Europa del Real Madrid, muestras de grafitis urbanos... Todo sin salir del mismo recinto.

Fitur es una de los principales eventos que cada año se celebra en Ifema, el recinto ferial de la Comunidad de Madrid. No en vano, la de 2013 es su trigésimo tercera edición y la del pasado año contó con más de 200.000 visitantes. Sin embargo, la feria asume que, a día de hoy, sus momentos más boyantes han quedado en el pasado. En gran medida, porque su punto álgido coincidió con la burbuja inmobiliaria, cuando todas las comunidades autónomas se vestían con sus mejores galas y competían por tener el pabellón más grande y más atractivo a ojos del visitante.

Pero en los últimos cinco años las inversiones de las Comunidades en Fitur van recortándose de manera progresiva. Por ejemplo, el recinto ocupa este año ocho pabellones, uno menos que en 2012. La razón, las Comunidades Autónomas han reducido en un 25% el espacio que ocupan en la muestra y, si antes abarcaban cuatro pabellones, este año se han conformado con tres.

Si hay una Comunidad que ejemplifique estos recortes es la valenciana. Este año, su presupuesto destinado a Fitur se ha reducido cerca de un 40%, situándose en torno a los 460.000 euros. Sin embargo, para el visitante, su pabellón sigue siendo uno de los que más bullicio y más personas atrae, pero con mucha menos pompa que en ediciones anteriores.

La comunidad presidida por Alberto Fabra no es la que más invierte en esta muestra del turismo global, sino la tercera. El primer puesto lo ocupa Andalucía, con un pabellón en exclusiva y un presupuesto que supera el millón de euros, aunque se haya recortado en un 34% respecto a la anterior edición. La segunda es Canarias, que destina a Fitur alrededor de 680.000 euros, casi un 13% menos que en 2012. También se han apretado el cinturón Cataluña (reduciendo el gasto en un 20%, hasta 198.000 euros) o La Rioja, que ha rebajado el presupuesto a la mitad, situándolo en 70.000 euros.

Las consecuencias directas de los recortes

Y los recortes se hacen notar. Si algo caracterizaba Fitur antes de la crisis era la capacidad de los expositores de atraer miradas (y comensales) gracias a variopintos obsequios, catas y degustaciones de todo tipo. “Se nota mucho que se ha cerrado el grifo, ahora es difícil encontrar en los pabellones algo más que folletos y carteles turísticos”, asegura un periodista veterano en las lides de Fitur. Un cambio que se percibe cuando se escucha a visitantes expresiones del tipo “mira, mira, si allí dan jamón” o “¿me puede decir dónde le han dado ese sombrero?”.

Más allá de anécdotas, Fitur es durante tres días, de miércoles a viernes, un espacio de negocio más que de ocio, con pequeñas salas detrás de los pabellones donde, abiertamente, se cierra más de un contrato. Y, durante el fin de semana posterior, una feria abierta al público donde se pueden contratar paquetes vacacionales con sustanciales descuentos. De hecho, la posibilidad de contratar directamente con los operadores es una de las características de esta edición de Fitur con la que, además, se intenta mantener el número de visitantes en cifras similares a las de 2012.

El vano recuerdo de las revoluciones árabes

Más allá de la presencia de las Comunidades Autónomas, Fitur sigue siendo un escaparate para atraer turistas a cualquier rincón del planeta. Aunque no a todos, hay algunos países que han decidido ausentarse, como Francia, que abandonó la muestra en 2012 al considerar que los ingresos no compensaban la inversión necesaria para estar presente en la feria, o Chile, cuya estrategia de marketing se aleja de este tipo de eventos. Tampoco está presente Siria, inmersa en una guerra civil que hace impensable su presencia en la feria.

Sin embargo, sí están los países de la Primavera Árabe, aunque su oferta turística parece, a ojos del visitante, pasar por alto lo ocurrido durante los dos últimos años. Túnez, Egipto o Libia muestran su mejor oferta de sol y playa para atrapar visitantes, sobre todo, vía precio. Por ejemplo, en Fitur ha estado presente Amr el Ezabi, asesor del ministro de Turismo egipcio, quien aseguró que, a mediados de octubre, Egipto había llegado a recuperar los niveles de turistas previos a la caída de Mubarak, aunque a finales de año las protestas contra el gobierno de Mohamed Morsi volvieron a retraer a los visitantes. Mientras, Libia trata de mostrarse como un país abierto a la inversión extranjera sin los corsés impuestos por Gadafi. Prácticamente, lo mismo que Túnez, un país eminentemente turístico que trata de dar por superada la caída de ingresos tras la caída del régimen de Ben Alí.

Tanto en el caso de estos países, como en el de la mayoría de los pabellones de África y Asia, la pompa queda en un segundo plano y es substituida por artículos de artesanía local. Así sucede, por ejemplo, en el caso de Irán que, pese a no ser un destino turístico por excelencia, trata de captar visitantes destacando su oferta cultura a bajo precio. Y es que ése es, precisamente, uno de los eslóganes más repetidos en la edición de Fitur que esta tarde echa el cierre, la captación de turistas con ofertas comerciales ajustadas a bolsillos cada vez más pequeños.

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