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¿Por qué recordamos canciones que no escuchamos desde hace muchos años?

Mujer con atuendo retro recuerda viejas canciones

Cristian Vázquez

20 de abril de 2022 22:16 h

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La sensación es curiosa: comienza a sonar una canción que llevábamos mucho tiempo sin escuchar -pueden ser veinte años o, incluso, más- y nos sorprende darnos cuenta de que la recordamos bien. Muy bien. Tan bien que somos capaces no solo de seguir la melodía, sino también de cantar la letra.

Ese fenómeno no se debe a que, como dice precisamente el tango Volver, “veinte años no es nada”. De hecho, de mucha otra información más reciente no se conserva el menor recuerdo. La cuestión es más compleja. Y la ciencia, si bien hasta ahora no ha encontrado una explicación contundente, tiene algunas cosas que expresar al respecto.

En primer lugar, hay que decir que al escuchar música se activan distintas áreas cerebrales. Aunque hace tiempo se pensaba que el hemisferio izquierdo controlaba la actividad intelectual y el derecho la artística, en las últimas décadas los estudios comprobaron que todo el cerebro está involucrado en el procesamiento musical.

Las investigaciones han determinado que, de alguna manera, el cerebro desmenuza las canciones: la letra es analizada por el sistema de procesamiento del lenguaje, mientras que otros subsistemas registran por un lado los aspectos temporales (ritmo y compás) y los tonales (tono, timbre, estructuras, etc.).

Una hipótesis propuesta por Daniela Simmler, investigadora del Instituto Max Planck con sede en Leipzig (Alemania) señala que la clave radica en el área cerebral donde se “almacenan” las letras de ciertas canciones: el giro temporal superior anterior. Eso sería lo que permite a esas letras permanecer allí durante mucho tiempo.

Repetición y proteínas

Pero no es ese el único motivo. Otra de las claves está dada por una cuestión bastante lógica: la repetición. En general, esas canciones que uno recuerda, incluso si han pasado muchos años desde la última vez que las escuchó, se han escuchado muchas veces.

De esa forma, la mente aprende la canción casi de la misma forma en que incorpora conocimientos como montar en bicicleta, conducir o nadar. Aunque luego pase mucho tiempo sin necesitar de ellos, estarán allí cuando la persona los vaya a buscar.

Por su parte, un estudio realizado por científicos de China y Estados Unidos reveló que dos proteínas desempeñan un papel importante en esta cuestión: son claves para la creación de nuevas sinapsis, esto es conexiones neuronales que funcionan como “cimiento” para la memoria.

Estas proteínas se llaman NR2A, más abundantes en personas adultas y mayores, y NR2B, con mayor presencia en personas jóvenes. En el experimento -realizado con ratones-, los investigadores indujeron a los individuos jóvenes a producir más NR2A. Es decir, hicieron que sus cerebros fueran más parecidos a los de los adultos.

Como resultado, esos ratones jóvenes tuvieron dificultades para crear nuevas conexiones neuronales. En consecuencia, sufrieron problemas para generar recuerdos nuevos: seguían siendo más fuertes los más antiguos.

Eso explicaría por qué ciertas canciones parecen grabarse a fuego en la memoria, sobre todo durante la adolescencia y la juventud, un fenómeno que en la adultez, en general, no se manifiesta con la misma intensidad.

Rima y métrica, también claves

Hay otro factor crucial por el que las letras de las canciones se guardan en la memoria de una manera mucho más firme que otra clase de información: la rima y la estructura de la música.

Se trata de dos elementos que ayudan a anticipar lo que viene a continuación a medida que se escucha o se recuerda una canción. La rima ofrece pistas acerca del sonido de la siguiente frase, mientras que la estructura o el patrón musical permite anticipar su extensión o cantidad aproximada de sílabas.

De hecho, muchas obras que hoy son clásicos de la literatura nacieron como cantos que respetaban una métrica y unas rimas determinadas para poder ser memorizados y transmitidos de generación en generación en culturas que no conocían la escritura. 

Ejemplos de ello son la Ilíada y la Odisea, atribuidas a Homero, los salmos bíblicos y los poemas del romancero español. En este sentido, además, existen estudios que han comprobado que, cuando forman parte de una canción, las palabras se recuerdan mejor que cuando no lo están.

El factor emocional

Una variable más, que también puede tener una gran importancia al momento de fijar en la memoria las letras y también las melodías, es el factor emocional: las sensaciones y los sentimientos asociados con el recuerdo de ciertas canciones.

Cuando una persona escucha música que le resulta agradable, su cerebro libera dopamina, el neurotransmisor conocido como “la hormona del placer”, dado que activa el sistema de recompensas y de refuerzo de los comportamientos.

Pero además del placer en sí mismo de escuchar música, muchas veces las canciones quedan vinculadas de forma muy directa con ciertos episodios de la vida. A menudo, momentos emotivos de la infancia, la adolescencia o la juventud.

En un estudio realizado en Estados Unidos se analizó a través de resonancia magnética la actividad cerebral de trece personas mientras escuchaban fragmentos de treinta canciones que habían sido muy populares cuando ellas tenían entre 7 y 19 años.

De media, cada participante reconoció 17 canciones, y 13 de ellas estaban asociadas, de forma moderada o significativa, con recuerdos autobiográficos. Las canciones que aparecieron de forma más vívida se correspondieron con las emociones más intensas y también con una mayor actividad en la parte alta de la corteza prefrontal medial.

“Estos resultados sugieren que la corteza prefrontal medial asocia música y memoria cuando experimentamos recuerdos episódicos emocionalmente destacados, que se desencadenan por canciones familiares de nuestro pasado personal”, afirman las conclusiones de la investigación.

Tal asociación profunda entre la música y los recuerdos personales también podría ser, de acuerdo con los especialistas, uno de los motivos por los cuales las letras de las canciones se pueden “recuperar” con mucha mayor facilidad que otros recuerdos. Las letras asociadas con recuerdos positivos no necesitarían de tantas repeticiones para fijarse en la memoria.

Por otra parte, ese mismo vínculo entre la música y la autobiografía podría explicar también por qué la música provoca respuestas positivas en personas con Alzheimer, incluso en casos avanzados. Y también por qué muchos de esos pacientes -gracias a la música- mejoran sus habilidades sociales y cognitivas y reducen sus síntomas de agitación.

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