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Cuando la entrevista terminó, el elefante todavía estaba allí

Puede que en un mundo anterior, el de la tele en blanco y negro y la cadena única de televisión, una no-entrevista como la que ha emitido TVE con el rey hubiera funcionado. Hoy ya no: el efecto es justo el contrario. Las ausencias son más clamorosas que las propias preguntas. Por mucho que Jesús Hermida omita a Urdangarin, o a Bostwana, o a Corinna, los puntos oscuros que han deteriorado la imagen de la monarquía en el último año no desaparecen. Ignorar estos temas, que ni siquiera se tocaron de refilón, hace de estos episodios una mancha aún más grande.

Si la Casa Real quiere acercar al rey a sus ciudadanos –que ya no súbditos–, ésta no es la forma. La imagen transmitida es justo la contraria de la pretendida: la de un rey cansado frente a un periodista cortesano. Un regalo de cumpleaños, más que una entrevista digna de tal nombre; un espacio para la publicidad en una televisión sin anuncios.

La mayor parte de las intervenciones del programa posterior, esa loa a la transición y a la “política con mayúsculas” –el nuevo lema de la casa– no puede estar más lejos de la realidad de la España de los cinco millones de parados. Entre líneas, se pide un imposible: un consenso de los dos grandes partidos en su momento más débil, dejando fuera al resto de los ciudadanos que ya no se ven representados por ellos; que el establishment que lleva cuarenta años viviendo como reyes convenza al resto de los ciudadanos de las bondades del sacrificio y el esfuerzo colectivo.

Puede que en un mundo anterior, el de la tele en blanco y negro y la cadena única de televisión, una no-entrevista como la que ha emitido TVE con el rey hubiera funcionado. Hoy ya no: el efecto es justo el contrario. Las ausencias son más clamorosas que las propias preguntas. Por mucho que Jesús Hermida omita a Urdangarin, o a Bostwana, o a Corinna, los puntos oscuros que han deteriorado la imagen de la monarquía en el último año no desaparecen. Ignorar estos temas, que ni siquiera se tocaron de refilón, hace de estos episodios una mancha aún más grande.

Si la Casa Real quiere acercar al rey a sus ciudadanos –que ya no súbditos–, ésta no es la forma. La imagen transmitida es justo la contraria de la pretendida: la de un rey cansado frente a un periodista cortesano. Un regalo de cumpleaños, más que una entrevista digna de tal nombre; un espacio para la publicidad en una televisión sin anuncios.