Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Elige todo
Manu Montero comienza un acertado artículo (1) recordando que apenas ayer éramos felices, pero no lo sabíamos. Y rememora cuestiones cotidianas de hace menos de cuatro meses que no sabemos si podremos o no volver a repetir de la misma manera.
Quien sí parece tener claro que, aunque con cambios, todo deberá seguir siendo igual es el capitalismo que nos gobierna. Obsérvese si no, el mensaje que una compañía telefónica de comunicaciones tenía antes del confinamiento y mantiene como eslogan en nuestra nueva normalidad: 'Elige todo'. Si esas dos palabras no fuesen suficientes para captar la atención ciudadana, las explicaciones posteriores no dejan lugar a dudas: “Eliges compartir, vivir y disfrutar lo que más te importa, sin renunciar a nada”. El final es lo más impactante: sin preocupaciones, otros -la compañía anunciante, en este caso- es la que se ocupará de todo. Nuestra única responsabilidad será disfrutar, compartir, descansar. Alguien -no nosotros/as- será quien se encargue del trabajo sucio, ese que no se ve, pero es necesario realizar para satisfacer nuestros deseos.
Da la impresión de que vuelve ese capitalismo protector, tras las sensaciones de desvalimiento que hemos sentido en estos meses. Ese capitalismo que nos retaba a conseguir sueños -la mayoría de las veces inalcanzables-, a la vez que pretendía excluirnos de las cuestiones que debían tratarse por la puerta de atrás, sin focos ni micrófonos entrometidos, que dañasen su imagen. Ahora, tras la pandemia, tras el shock paralizante que aún nos tiene aturdidas/os, emerge el capitalismo acompañante, generoso -al menos aparentemente-, el de toda la vida. La clave está en que el sistema económico triunfante recupere la normalidad añorada sin grandes preguntas, sin variaciones ni experimentos costosos e imposibles. Más de uno estará tentándose la ropa en la confianza de que no aparezca un nuevo Sarkozy con ideas de refundación del capitalismo o similares.
Si aún albergáramos dudas sobre la conveniencia de subscribir el paquete de opciones multimedia que se nos propone desde la plataforma, el último lema es definitivo: “Nosotros elegimos invertir en lo que es importante para ti”. Y ya está. Se acabaron nuestras preocupaciones ¿Para qué perder el tiempo comprobando otras opciones, consultando variables, preguntando a las amistades, si ya hay quien ha decidido sobre lo que es importante para nosotras/os?
No sé lo que pensarán, pero a mi me aterroriza la sensación de opresión que estos mensajes generan. Juegan con nuestra capacidad de elección como si no fuésemos capaces de decidir adecuadamente sin su consejo. Plantean asumir una responsabilidad, que en el fondo es únicamente nuestra, aludiendo al sacrificio, al esfuerzo que tal acción puede conllevar. ¿No suenan estos mensajes a las distopías recurrentes de 1984, Un mundo feliz o Farenheit 451 cuando otros -gobierno, mando único, bomberos especializados- eran los únicos que debían velar por nuestra seguridad y comodidad?
Quizás no deba preocuparme en exceso, cuando los lemas publicitarios son tan comunes que ya nadie queda obnubilado por su mensaje. Cualquiera entiende que pese a los esfuerzos y los millones de euros empleados en demostrar sus virtudes, las compañías, las empresas tecnológicas conocen las dificultades de venta de sus productos y deben recurrir a mensajes esperanzadores que nadie acaba por creerse.
Pero aún quedan algunos descreídos. Luis Alfonso Iglesias (2), por ejemplo, apunta sus dudas hacia el nuevo capitalismo con un párrafo que más de uno subscribimos: “El nuevo capitalismo nos dice que somos dueños de nuestro futuro, emprendedores de nuestra riqueza venidera y gestores de nuestra libertad. La automatización y la digitalización crean espacios de igualdad antes inconcebibles en los que gritamos el conocido '¡Soy el rey del mundo!' sin ni siquiera vislumbrar la superficie de nuestro Titanic colectivo”.
Da la impresión de que la sociedad que surgirá tras esta nueva pandemia habrá vislumbrado cambios transcendentales en su comportamiento que la llegada de nuevos métodos de trabajo, ayudarán a imponer. El teletrabajo, por ejemplo. El descubrimiento que ha permitido sobrevivir al mundo laboral, o lo que es lo mismo, al sistema capitalista. Quien más, quien menos, hemos acudido a él para mantener nuestro ritmo de vida, nuestro contacto con las y los compañeros. Hemos descubierto las ventajas y los inconvenientes de trabajar desde entornos desconocidos hace tan solo unos meses.
Sin embargo, en el momento en que la relajación de la crisis sanitaria ha permitido hacer un parón y mirar más allá de este virus contagioso, los sindicatos han insistido al gobierno de Sánchez en la necesidad imperiosa de regular este nuevo sistema. Y han saltado las alarmas. Cuando se ha observado la necesidad de adecuar el teletrabajo al mundo laboral, sin pérdida de derechos para el colectivo trabajador, las declaraciones del máximo representante de la CEOE, Antonio Garamendi han colocado el contrapunto de la cuestión: Si la ley que regule el teletrabajo no es del agrado empresarial, se podrá contratar personal fuera del país, en Portugal o Brasil, por ejemplo. Las cartas, cuanto antes, boca arriba; no vaya a ser que no se entienda convenientemente quién tiene la sartén por el mango. Si ha de haber teletrabajo en un futuro, que el colectivo trabajador se olvide de que sean las empresas quienes provean de la conexión online, faciliten el equipamiento necesario, formen adecuadamente a su personal o dispongan de servicios de prevención que contemplen esta nueva realidad. Todo dicho con sonrisas centelleantes, pero con carga de profundidad.
Qué mejor ocasión que el shock mundial producido por el coronavirus para colocar al capitalismo como el único garante del colapso, tsunami o pandemia colectiva para restablecer la normalidad añorada
Entonces aparece ese segundo rostro que el nuevo capitalismo -de igual modo que el anterior- también posee: la regulación del miedo. Conviene, por tanto, que el mundo trabajador entienda sin dilación que la llegada de esta nueva modalidad de trabajo generalizada durante la pandemia sólo se mantendrá si se paga a medias, como en cuadrilla, olvidando, por un momento la máxima librecambista de la pertenencia de los medios de producción, hasta ahora siempre en manos del capital.
Nelson Cardoso en un interesante artículo (3) con este mismo título, recorre a pensadores de rabiosa actualidad como Castell, Byung Chul Han o la activista Naomi Klein para explicar el modo en que el nuevo capitalismo utiliza el miedo y el desorden como catalizadores de un nuevo salto adelante. Y qué mejor ocasión que el shock mundial producido por el coronavirus para colocar al capitalismo como el único garante del colapso, tsunami o pandemia colectiva para restablecer la normalidad añorada.
Para conseguir que el miedo psicológico sea continuo habrá que combatir aquellas fuerzas que aún puedan cuestionarlo; por ejemplo, el espíritu crítico. Y aquí entra en escena, una vez más, la educación. Una educación también moral y política, que promueva la formación de personas ciudadanas, demócratas, preocupadas por el bien común. Una educación que garantice la justicia social, alejada de la preconizada por el capitalismo excluyente del interés individual. Una educación que contemple la diversidad, que se preocupe de los y las perdedoras, combatiendo sentimientos como el fracaso, la precariedad o la insatisfacción personal.
De ahí que el nuevo capitalismo vuelva sus ojos a la escuela e intente imponer su visión de la educación. Bajo el mantra de la libertad de elección de las familias se esconde la intención de configurar una enseñanza fuera del control de las autoridades administrativas, cercana a los intereses de los grupos socialmente privilegiados. Una educación que refleje también los intereses del capitalismo del miedo: ajena a colectivos inmigrantes, lejana de las capas sociales más vulnerables. Una educación al gusto de quienes se lo puedan permitir: competitiva, disciplinada, excelente, exclusiva.
Francisco Imbernón resume perfectamente este peligro latente de una educación al servicio del capitalismo opresor: “Ya sabemos que vivimos tiempos convulsos. O siempre hemos tenido, más o menos, estos tiempos; el problema no es acostumbrarse a vivir en estas circunstancias, sino que pueden empeorar para la educación. No me gusta prever un futuro que es posible que no exista más que en nuestra imaginación. Cuando este llega, ya es presente. Pero sí es importante ir pensando los trayectos que nos llevan hacia adelante y, por eso, nos tenemos que empezar a preocupar por el avance de políticas educativas regresivas, de corte neofascista o neoconservadores. De países que empiezan a tener gobiernos de ”dictacracia“, defensores de aspectos tan temidos como la tortura, la xenofobia, el racismo y homofobia. Y, por supuesto, antidemocráticos. Si ganan su batalla de matar lentamente la democracia con una cruzada moralizadora basada en la orden, en la fe y en la disciplina, repercutirá mucho en las políticas sociales y educativas. Un retorno peligroso al pasado que puede desviar ese trayecto hacia el futuro, que será presente un día, repercutiendo en mucha gente, sobre todo, a los más desvalidos.” (4)
No es bueno que decidan por nosotras/os, nadie, nunca. Y menos aún sin nuestro consentimiento. De ahí la importancia de estar bien in-formadas/os, porque de esa formación, de esa educación, dependerá nuestro posible éxito o fracaso. Nelson Cardoso lo señalaba con absoluta nitidez:
“La clave es no caer en sus operaciones o mensajes tramposos. Para acompañarlos en las decisiones que sólo les favorecen a ellos. El enemigo invisible es el capitalismo del miedo que trabaja cuando el río está revuelto”.
(1) “Apenas ayer” Ideal, 3/07/20
(2) “La ética del paseante. Y otras razones para la esperanza”. Alfabeto,2020
(3) “El capitalismo del miedo”. Pägina12. 12/06/20
(4) Preocuparse por el trayecto hacia el futuro de la educación: la peligrosa venida de la “dictacracia” El Diario de la Educación (12/11/2028)
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