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El euskera es lengua oficial en la Justicia

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El euskera nunca lo ha tenido fácil. Nunca. Ha tenido que ganarse su propio espacio poco a poco, centímetro a centímetro. Buscando siempre el más amplio de los consensos cuando ha conseguido ser legal. Tratando de frenar los falsos argumentos que esgrimían las y los ‘defensores del castellano’. Unas y unos defensores que han creído ver ‘peligrar’ el lugar del segundo idioma más hablado del mundo, casi nada. Una lengua que, por cierto, hablan todas y todos los vascos en el Estado español, sin excepción.

El euskera no cuenta con tantos hablantes. Tampoco, por lo tanto y por desgracia, con tantos defensores. Pero es, sin duda, nuestra lengua propia. La de todas y todos los vascos. Debemos cuidarla, mimarla, fomentarla, transmitirla y, sobre todo, emplearla. Es la única manera de garantizar su futuro y de dar respuesta al legado que nos dejaron nuestras antepasadas y antepasados.

El euskera ha tenido que avanzar poco a poco. Lo ha hecho. Hasta hace muy pocos años había quien defendía, por ejemplo, que no se podía realizar una carrera universitaria en euskera. En la práctica, se pretendía que nuestra lengua quedara relegada al ámbito familiar y que no formara parte del selecto grupo de idiomas ‘cultos’. A día de hoy es perfectamente normal aprender física, derecho, matemáticas, sociología o medicina en euskera. Tan solo hacían falta dos ingredientes: dominar la materia y el idioma. Tan sencillo como eso.

Hemos avanzado. Ahora bien, el euskera sigue hoy muy lejos de encontrarse en igualdad de condiciones frente al castellano en muchos ámbitos. Uno de ellos es el judicial. Es un hecho: ninguna ciudadana o ciudadano puede realizar un proceso judicial íntegramente en euskera. Siempre encontrará algún obstáculo que se lo impida. Es cierto que hemos dado pasos, pero esta es la realidad y debemos afrontarla. Entiendo que la primera interesada debería ser la propia Justicia, para poder impartir, precisamente, aquello para lo que fue creada.

En nuestra comunidad hay decenas de miles de personas que recibieron el euskera como primer idioma en casa y, por lo tanto, tienen más competencias lingüísticas adquiridas en este idioma. Como cualquier ser humano, nos manejamos mejor en nuestra lengua materna. Si cualquiera de estas decenas de miles de personas acude a la Justicia se encontrará con dos opciones: deberá emplear obligatoriamente el castellano o, por el contrario, deberá solicitar una persona intérprete para poder defenderse en euskera. En ambos casos, las garantías judiciales necesarias se ven mermadas.

Resulta pertinente recordar, una vez más, que la Ley del Euskera, aprobada con un amplísimo respaldo en 1982, reconoce el derecho de toda persona a dirigirse a la Administración -sea del ámbito que sea, también del Estado- en el idioma oficial que desee. Además, la ley fija la obligación de garantizar la atención en ambos idiomas oficiales a la propia Administración.

Queda un largo camino por recorrer. Pero es posible hacerlo. Para que un proceso judicial pueda realizarse íntegramente en euskera tan solo hacen falta dos pasos: dominar la materia y conocer la lengua. Para seguir avanzando es necesaria, también, cierta sensibilidad. Sensibilidad hacia una parte de la ciudadanía que desea vivir en euskera, también en su relación con la propia Justicia y con la Administración pública en general en Euskadi donde el euskera es idioma oficial al igual que el castellano.

El euskera nunca lo ha tenido fácil. Nunca. Ha tenido que ganarse su propio espacio poco a poco, centímetro a centímetro. Buscando siempre el más amplio de los consensos cuando ha conseguido ser legal. Tratando de frenar los falsos argumentos que esgrimían las y los ‘defensores del castellano’. Unas y unos defensores que han creído ver ‘peligrar’ el lugar del segundo idioma más hablado del mundo, casi nada. Una lengua que, por cierto, hablan todas y todos los vascos en el Estado español, sin excepción.

El euskera no cuenta con tantos hablantes. Tampoco, por lo tanto y por desgracia, con tantos defensores. Pero es, sin duda, nuestra lengua propia. La de todas y todos los vascos. Debemos cuidarla, mimarla, fomentarla, transmitirla y, sobre todo, emplearla. Es la única manera de garantizar su futuro y de dar respuesta al legado que nos dejaron nuestras antepasadas y antepasados.