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El puente Lusitania, de Calatrava, cumple 25 años como icono de la “nueva” Mérida

La silueta del puente a la izquierda, y a la derecha la estatua de Octavio Augusto que mandó fundar Mérida

Carlos González de Rivera / Efe

El puente Lusitania, del arquitecto valenciano Santiago Calatrava, cumple este sábado 25 años sobre el río Guadiana como icono de la “nueva” Mérida, pero más allá de su imagen, su puesta en servicio supuso un alivio para el tráfico de la ciudad -soporta 15.000 vehículos diarios- y un descanso para el Romano, del siglo I a. C y que a partir de ese momento se convirtió en peatonal.

Esta moderna infraestructura de finales del siglo XX, como otras de su generación que bordean el río, el Palacio de Congresos o la Biblioteca Pública del Estado, supone un contrapunto en el mismo entorno a históricas edificaciones como la de la Alcazaba Árabe.

“Tras el asombro inicial que causa esta rareza, uno se ve obligado a reconocer que, a pesar de su increíble configuración, el puente se encuentra en sintonía con el paisaje”, dice el ingeniero de Caminos, Doctor y Máster en Urbanismo, Pedro Plasencia, en la web “puentemanía”.

El ingeniero se refiere al “arco pronunciado y ligero” del puente, que, a su juicio, “contrasta con la apacible llanura del campo abierto en el que se encuentra”, y que “se asemeja enormemente al suave y ondulante lecho del río y a la imperceptible redondez de las colinas distantes”.

“Yo creo que la postal superpuesta de dos épocas queda muy bien y -los dos puentes- se complementan”, dice Antonio Vélez, por entonces alcalde de Mérida.

Recuerda que entre el puñado de proyectos que se presentaron, el diseño más “llamativo” fue el de Calatrava, y todos ellos fueron expuestos en el Conventual Santiaguista, que hoy acoge la sede de la Presidencia de la Junta de Extremadura.

Allí se colocó una urna, los vecinos pudieron votar y el proyecto de Calatrava “se refrendo popularmente”, subraya el exalcalde socialista.

El puente fusiona acero y hormigón y llama la atención precisamente por el diseño de su gran arco, de 190 metros.

Se levantó entre 1988 y 1991, con una inversión de 1.200 millones de pesetas (más de 7,2 millones de euros), para hacer frente al fuerte aumento del tráfico que provocó la designación de Mérida como capital autonómica.

Dar descanso al Puente Romano

A ello se unía la necesidad de liberar el Puente Romano, una de las joyas de la ciudad, que pasó a ser únicamente peatonal.

Había un problema que les preocupaba, advierte Vélez, ya que cuando se extrajo grava del lecho del Guadiana en los años del desarrollismo, las excavadoras se acercaron “peligrosamente” al Puente Romano y salió un pilote de madera de varios metros.

Como el puente se asentaba sobre pilotes de madera, debido a la manera de construir de los romanos, temían que “un exceso de tráfico pudiera romper por vibraciones su estabilidad”, señala el exalcalde.

Dos puentes modernos

La nueva infraestructura facilitó las comunicaciones entre ambos márgenes del Guadiana, ya que el Romano además se había quedado pequeño por su estrechez, y en la actualidad el Lusitania soporta 15.000 vehículos diarios, aunque tiene más el Puente Nuevo (año 1958), del ingeniero Fernández Casado (20.000), según han informado fuentes municipales.

El nuevo puente, de 480 metros de longitud, dispone de tres vías: una para cada sentido del tráfico rodado, de dos carriles cada una, y otra peatonal más elevada.

Al concurso público para ejecutar la obra se presentaron las empresas más importantes de España y recayó en Fomento de Construcciones y Contratas.

Vélez se muestra “tremendamente orgulloso” de esta infraestructura porque considera que el proyecto respondió a las expectativas creadas y porque se ha convertido en un “icono” de la imagen moderna de la ciudad.

Además, subraya que en la larga historia de Mérida sólo se han construido cinco puentes.

Vélez precisa que la denominación de Lusitania no se puede atribuir a una sola persona, ya que salió de una conversación informal con varios periodistas y así se le propuso al entonces presidente regional, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que se encargó de la inauguración.

Miles de personas asistieron a su puesta de largo, el 10 de diciembre de 1991, el Día de la patrona local Mártir Santa Eulalia, sin la presencia de Calatrava.

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