La comarca de Valdeorras es un valle cubierto de humo, que se ha ido haciendo más denso con el paso de los días. Las llamas que empezaron el miércoles en Larouco bajaron y subieron laderas, rodearon aldeas y cruzaron carreteras y hasta un embalse. El dato oficial de la Xunta es que han ardido 2.000 hectáreas, ha habido confinamientos en varios núcleos de Petín y A Rúa y cinco personas heridas acudieron por su propio pie al hospital de O Barco de Valdeorras. Pero el relato cuenta mucho más cuando son los vecinos los que hablan de las tres noches que ya llevan sin apenas dormir haciendo frente con herramientas improvisadas a las llamas. Y dan por hecho que el “infierno”, como lo describe Yoli Díaz, no ha terminado para ellos.
Díaz aparece a media tarde de este sábado bajando marcha atrás en su coche por una pista de tierra. Ha cargado un cubo con agua y recorre un camino para apagar las llamas que se reavivan. Si lo cruzan, dice, su aldea, Carballal (Petín), está condenada. Pone la vista especialmente en dos pinos que se mantienen verdes poco por encima de las últimas casas. Más arriba, cuenta, hay otra vecina vigilando.
Se sienta a un lado del camino para descansar y explicar lo que ha visto desde el miércoles. Señala ladera arriba, donde se supone que debe de estar el núcleo de O Seixo, entre la humareda. Cuando las llamas fueron hacia allá, dice, “no había nadie”. Se refiere a que estaban solos los vecinos, como en Carballal, en donde expone que el dispositivo profesional contra incendios, desbordado con los Ourense, apareció cuando el fuego estuvo al lado de las casas. Un helicóptero hizo descargas y dos bomberos comarcales llegaron con mangueras y las conectaron a las bocas de agua. De ellas siguen tirando los vecinos.
Yoli Díaz cuenta que son muchos los núcleos en los que los vecinos se han visto rodeados por las llamas. En Santa María ardieron casas y nueve personas acabaron refugiándose en una cova -una bodega-. Desde allí llamaron para pedir auxilio y lograron salir. Cuentan que les costaba respirar y temieron morir. Han vuelto ya a la aldea y, pasado el peligro, explican por turnos cómo ocurrió. El fuego los encerró en un abrir y cerrar de ojos, dicen. Ardió todo en torno a las casas con una velocidad que aseguran no haber visto antes. La rapidez con la que avanzan las llamas es un elemento que aparece en cada conversación en donde la tierra ha quedado quemada.
El incendio de Santa María se llevó por delante algunas de las casas, abandonadas o deshabitadas, pero también se plantó en una de las paredes de la vivienda de una familia que tuvo que salir con cubos a evitar que se propagase. “Y eso que fuimos por la mañana a misa”, ironiza una de las mujeres de la aldea, que, con el nombre de Santa María, tenía bien marcado en el calendario católico el 15 de agosto. Cuenta que poco después las llamas estaban a las puertas del pueblo.
“Estamos vivos y a Dios gracias”
Otra vecina relata que su casa ha sufrido algún daño, al igual que el tractor y una empacadora. Y que salvaron por los pelos a uno de los perros: “Lo sacó mi marido y cayó el techo”. El animal se pasea ahora tosiendo entre las piedras del muro derrumbado de una de las viviendas que ardió. “Estamos vivos y a Dios gracias”, repite ella. Todos protestan porque se vieron solos: “Aquí no vino nadie hasta que el peligro ya había pasado”.
“Las aldeas son ratoneras”, se queja Yoli Díaz, la vecina de Carballal, a la que las tres noches que en las que apenas ha dormido le han hecho rebajar las expectativas. Ya no pide un dispositivo profesional más extenso, sino que se dote a los pueblos de batefuegos y bocas de agua con mangueras para que los vecinos se puedan defender por sí mismos, lo que en realidad ya están haciendo en numerosas aldeas.
Otros municipios esperan con preocupación
Díaz repite que fueron los vecinos los que se fueron organizado y utilizando los medios que pudieron encontrar, desde un camión del ayuntamiento a batefuegos hechos con ramas. En algún momento tiene que pensar para saber qué día ocurrió lo que está contando. Para ella, desde el miércoles, todo parece una misma jornada llena de fuegos que se multiplican. Ha visto fotografías que otros le han sacado y dice que no sabe cómo llegó a meterse donde se metió. Tras unos minutos, retoma su labor de detectar cualquier llama que se haya reavivado por encima de Carballal, pero no tarda ni media hora en comunicar que se va a Fontei, en el municipio vecino de A Rúa, porque necesitan ayuda con urgencia.
Las llamas de este incendio obligaron a desalojar una residencia de ancianos en A Rúa, provocaron una nube tóxica al quemar un vertedero y amenazaron y siguen amenazando núcleos poblados, en los que los vecinos se organizan con lo que tienen a mano. Ahora, la preocupación avanza hacia Vilamartín y O Barco, hacia donde corren las llamas. También en Rubiá, que está a continuación y es el último municipio de Galicia antes de entrar en el Bierzo, miran ya al monte tratando de distinguir si ha llegado el fuego.