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Cuando la ultraderecha lanzó ratas a María Casares, la gran actriz símbolo del exilio republicano

María Casares en una representación de 'La Mante Polaire' en 1976

Alfonso Pato

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En 1985 el entonces joven cineasta Xavier Villaverde rodó en el gran salón vacío de una casa noble de A Coruña su cortometraje Viuda Gómez, con el grupo punk del mismo nombre. Cuando eligió esa casa, Villaverde desconocía que se trataba de la casa de Santiago Casares Quiroga, el que fuera Jefe del Gobierno y Ministro durante la Segunda República, bajo la presidencia de Manuel Azaña. En concreto, aquel salón era el espacio donde el político tuvo su preciada biblioteca, de más de 20.000 volúmenes, que los falangistas quemaron tras el golpe de Estado de 1936. Esa quema de libros y el rastro de aquella biblioteca servirían para que el escritor Manuel Rivas hilvanase en 2006 su monumental novela Os libros arden mal (Xerais). Aquel espacio en la Calle Panaderas era también la biblioteca donde la hija pequeña del político, la que sería gran actriz María Casares, se había iniciado de niña en las primeras lecturas de clásicos gallegos que la acompañarán toda su vida, como Rosalía de Castro, Curros Enríquez o Eduardo Pondal.

La secuencia de Viuda Gómez rodada en el salón donde estuvo esa simbólica biblioteca es la que Xavier Villaverde rescata para abrir su nuevo largometraje, María Casares, a muller que viviu mil vidas, producido por Agallas Films y que esta semana se preestrenó en A Coruña con motivo del centenario del nacimiento de la actriz. “María Casares es un símbolo de la cultura contemporánea europea del siglo XX”, dice en una parte del documental la investigadora María Lopo, especialista en su obra. Villaverde, un cineasta de referencia en el cine gallego contemporáneo, construye su narración a partir de los textos de Residente Privilegiada (en gallego Trifolium, en castellano Renacimiento), las memorias de la actriz, consideradas “una magnífica obra literaria” por Alejo Carpentier. “Cuando rodé allí y supe después de quién era la casa, yo no sabía nada de María Casares. Hasta que leí sus memorias y me impactó su dimensión. Desde entonces, siempre quise hacer algo”, explica Villaverde.

A partir del texto de estas memorias, a veces tan profundo como crudo, el cineasta construye la trayectoria de María Casares, símbolo de la República, exiliada, resistente al nazismo, mito del teatro y del cine francés o amante y cómplice de Albert Camus. “En ella se condensan todas las circunstancias del siglo XX de fondo, un siglo con una herida abierta para siempre, que es la Guerra Civil”, afirma Xavier Villaverde, sobre su película, “que puede parecer un documental, pero para mí es una película de ficcción”. Villaverde transmite en la película, de forma orgánica y consciente, un doble retorno a su ciudad, A Coruña. Por un lado, el de María Casares, que decidió no regresar jamás al lugar donde había nacido y por otro, el suyo propio, el de la mirada del autor hacia esa ciudad que comparten. “Quise hacer una carta de amor a mi ciudad, recuperar aquella interesantísima Coruña republicana, que quedó arrasada por el franquismo”, afirma sobre la intencionalidad de esta obra, que se estrenó coincidiendo con un programa de actividades organizado por el Concello de A Coruña para celebrar el centenario de la actriz.

“Hoy te aclaman, pero mañana te tirarán tomates o piedras”

Nacida en A Coruña en 1922 como María Victoria Casares, debido a las obligaciones políticas de su padre se desplazó con su familia a Madrid en 1931, cuando tenía nueve años. En su ciudad natal, su padre es aclamado por una multitud y llevado a hombros cuando es elegido diputado a Cortes, momento en el que María no olvidará la frase que le dijo, como recuerda Manolo Rivas en el film: “Hoy te aclaman, pero mañana te tirarán tomates o piedras”. Era una sentencia premonitoria, porque Casares Quiroga acabaría siendo uno de los personajes más denostados de la Segunda República. “Casares fue convertido en una especie de payaso de las bofetadas, de muñeco de los golpes. Fue el más vilipendiado y el más caricaturizado”, rememora Rivas, sobre la persecución a la que fueron sometidos el y su familia. Entre ellas su hija mayor María Esther, que en los primeros años del franquismo, fue recluída en un régimen de vigilancia permanente en una casa, debiendo anotar todas sus visitas.

Tras el golpe de Estado de 1936, tendrán que partir hacia París, en lo que se convertirá en un exilio sin retorno y donde la joven María forjará su mito. “Cuando una está exiliada una vez, está exiliada para siempre”, dice la actriz con una cierta amargura en una entrevista que realizó en TVG en 1989, que Villaverde recupera en su documental. En París también vivirán la ocupación nazi y sufrirán una nueva separación familiar, ya que su padre se exiliará en Londres. María se queda con su madre Gloria y con Enrique, el amante que había salido con ellas de España, y que ambas comparten. “Santiago Casares y su mujer tenían una relación abierta, cada uno tenía relaciones. Todo estaba aceptado, pero se respetaban”, explica Villaverde. En París desarrolla una inquietud que llevaba dentro desde sus años de estudios en Madrid: el teatro. Muchos de los personajes que interpretó, como Medea, Lady Macbeth, Yerma o la Princesa en el film Orfeo de Jean Cocteau, acaban formando parte de la memoria de la cultura popular francesa, y la elevan a la categoría de mito.

En un encuentro propiciado por Pablo Picasso, la actriz conoce a Albert Camus, con el que vivirá una profunda relación amorosa. A pesar de que el escritor está casado y nunca se separará de su esposa, viven una relación intensa que durará 15 años y que está plasmada en una correspondencia de 865 cartas, publicadas en 2017 por vez primera. “Éramos amantes, compañeros y cómplices, pero sentíamos gran fraternidad, nos parecíamos”, dice la actriz en las imágenes de archivo rescatadas en el documental, donde recuerda a Camus y reflexiona con lucidez sobre las relaciones amorosas. “El amor empieza cuando la pasión termina. La pasión es muy excitante, pero mucho menos interesante”, reflexiona consumiendo pitillo tras pitillo, irradiando energía y una personalidad magnética. Camus recibe el Premio Nobel en 1957 y muere poco después en un accidente en 1960. La actriz queda sumida en una profunda tristeza, de donde la saca, una vez más, el teatro. “El teatro te obliga a expulsar los demonios que llevas dentro. Si esos demonios se hubiesen quedado dentro, no sé lo que hubiese sido de mi”, profundiza sobre su relación con el teatro en otra de las partes de la película.

Críticas hirientes por su acento gallego

María Casares, a muller que viviu mil vidas, también refleja el viaje de la actriz a Buenos Aires, en 1963, para representar Yerma de Federico García Lorca, dirigida por otra histórica exiliada: Margarita Xirgu. En Buenos Aires vive emotivos encuentros con la colectivad gallega, con Luis Seoane o Virxinia Pereira, la viuda de Castelao, entre otros. En ese viaje también visitará a su hermana María Esther, exiliada en México, a la que no había vuelto a ver desde que partió de A Coruña. Esther está enferma y muere poco tiempo después.

En Buenos Aires, conoce también al histórico director Jorge Lavelli, que se convertirá en uno de sus grandes cómplices teatrales. Lavelli, otro de los valiosos testimonios del documental, desgrana con precisión la metodología de trabajo de María Casares: “Desconfiaba de la palabra inspiración. Hacía un trabajo muy reflexionado, con miles de anotaciones de ritmo, acentuación, aceleración, etcétera”.

En la película también se incluye uno de los capítulos más desagradables de su carrera como actriz, que sucede en el Teatro Odéon de París en abril de 1966. Con la guerra de Argelia recién terminada, María Casares interpreta la obra Los Biombos de Jean Genet, que condena la violencia y las torturas del ejército francés. En plena actuación, un grupo de cabezas rapadas de la extrema derecha francesa irrumpe en el teatro con metralletas y porras, para reivindicar la “Argelia francesa”. “Nos tiraron ratas muertas, ratas vivas y gritaban para paralizar la obra”, cuenta en otra parte de la narración del documental, mientras se ven las imágenes de coches de policía y manifestantes enfrente el Teatro Odéon.

Casares, que había prometido no regresar a España nunca más mientras viviese Franco, cumplió su compromiso. Solo volvió en 1976 para interpretar la obra El Adefesio de Rafael Alberti. Fue un regreso amargo porque la actriz recibió críticas hirientes por su acento gallego, enfermó y debió suspender la gira.

Para acompañar toda su narración, Xavier Villaverde ha realizado un laborioso trabajo de restauración de algunas imágenes y de 350 fotografías. “Quise devolver la dignidad a esas viejas fotos, a esas imágenes, porque así se le devuelve también la dignidad a las personas, porque ¿qué nos queda si no tenemos conciencia de nuestra memoria?”, se pregunta el cineasta, que reinvindica el archivo de fotógrafos como los Hermanos Mayo o de los grabados de la Guerra del pintor Xosé Conde Corbal, además de incluir obra de ilustradores más jóvenes como Pablo Orza.

En esta interesante capa sobre la memoria, que aflora permanentemente en la película, María Casares, fallecida en 1996, explica por qué nunca volvió a Galicia: “Nunca regresé porque me da la impresión de que si lo que dejé allí se terminara, yo también me termino en cierta manera. Prefiero mantener aquella fotografía viva en mi memoria”, concluye con su acento gallego que siempre guardó y llevó con orgullo, desde aquellos días en la biblioteca de la casa familiar de la Calle Panaderas, antes de que el fascismo la redujese a cenizas.

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