El reto de emprender en la universidad: viveros, asociaciones... y recortes

“¿Emprendedor? ¿Qué es eso?”. Corría el año 2009 y a Luis González, por aquel entonces estudiante de Ingeniería Industrial en la Universidad Pontificia de Comillas, la palabra emprendedor le sonaba a chino. Por suerte, hoy tiene bien clara su definición y ayuda al resto de alumnos de la universidad a despejar sus dudas acerca de la creación de empresas.

Luis forma parte de Start_Comillas, una de las pocas asociaciones de alumnos emprendedores que han surgido en el seno de las universidades españolas. Entre las tareas que la organización realiza se cuentan fomentar la cultura emprendedora y enseñar a los estudiantes con este tipo de inquietudes cómo poner en marcha sus ideas.

Start_Comillas echó andar dos años después de que Luis escuchara por primera vez la palabra emprendedor. Desde el comienzo, la asociación de estudiantes soñaba con crear una red de organizaciones que agrupara a todos los alumnos españoles que tuvieran el gusanillo empresarial. Un sueño que, en 2013, empezó a materializarse. En otra universidad, esta vez en una pública, la Carlos III de Madrid, nacía StarUC3M, otra asociación de estudiantes emprendedores.

“Nosotros surgimos de la mano de la asociación de la Universidad de Comillas, y a partir de ahí, la idea fue crear una red potente de asociaciones universitarias que pudiera trascender un poco el nivel unilateral de cada una”, cuenta a HojaDeRouter.com David Roch, uno de sus fundadores.

Al igual que Start_Comillas, la asociación de la UC3M organiza eventos y talleres y echa una mano a los estudiantes que tienen una idea pero no saben por dónde empezar. Sirve, además, como puente de unión entre estudiantes y aceleradoras, incubadoras o empresas dispuestas a orientar o a invertir en sus proyectos.

En ocasiones, como es normal, las 'startups' que intentan impulsar estudiantes de ingeniería o económicas no llegan a buen puerto. Sin embargo, Luis tiene claro lo beneficioso que resulta para un centro contar con una asociación de alumnos emprendedores. “Las universidades son una fábrica de ideas y creemos que estas asociaciones son el mejor escenario para crearlas”.

'Errerías', sin hache

Para promover esta fabricación de ideas, las universidades llevan unos años equipándose de viveros y parques tecnológicos, lugares donde investigadores y estudiantes aprenden a transformar su idea en una realidad.

A Francisco Blanco, coordinador de emprendimiento de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) y presidente de la Asociación de Viveros de Empresas (Avie), le gusta llamar a estos centros 'errerías' (sin hache), el lugar perfecto para equivocarse, para cometer errores. “Lo que hace el vivero es evitar que las empresas se equivoquen y conseguir que vivan más tiempo y tengan unas tasas de éxito mayores”.

De acuerdo con Blanco, muchos de los viveros de empresa que pertenecen a una universidad están gestionados por la propia institución junto con un ayuntamiento. La URJC administra el vivero de Vicálvaro, que Blanco dirige, y que está enfocado principalmente a jóvenes universitarios. Fue creado en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid, que en el marco del proyecto Madrid Emprende dispone de toda una Red de Viveros de Empresas.

Junto con economistas de la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas), Blanco elaboró en 2013 un informe que estableció por primera vez un ‘ranking’ de viveros, atendiendo a los servicios que prestaban todos los existentes (353 por aquel entonces).

“Algunos funcionan como un hotel que solo da alojamiento”, dice el profesor de la URJC, a pesar de que este tipo de instalaciones están pensadas como algo más que un sitio físico. “Si fueran un sitio para conseguir oficinas baratas serían lo mismo que un espacio de ‘coworking'”, continúa. No obstante, muchos lo son.

Solo 150 de los viveros que consideraron en el análisis cumplían con su verdadero objetivo: ofrecer un programa completo de formación, asesoramiento y seguimiento, “como un hospital donde se trata a cada paciente y se le atiende según sus necesidades”, señala Blanco.

En ocasiones, las universidades se dotan de centros exclusivos para el emprendimiento. Es el caso de la Universidad Autónoma de Madrid, que desde hace un tiempo cuenta con el Centro de Iniciativas Emprendedoras (CIADE). Como explica su presidente, Isidro de Pablo, la organización intenta plantear a los estudiantes la posibilidad de emprender y les ayuda a convertir la idea empresarial en un negocio real.

Además de promover eventos en las aulas y convocar premios, desde CIADE orientan a los jóvenes “para que desarrollen proyectos que se adapten a sus recursos. Normalmente, esos recursos son tiempo, creatividad, un ordenador y su red de contactos”. Así, en sus catorce años de andadura, han conseguido echar una mano a unas 240 empresas y entidades sin ánimo de lucro.

Otra posibilidad para los emprendedores universitarios es ocupar un espacio dentro de un parque tecnológico, un “ecosistema favorable para una determinada actividad empresarial”, describe De Pablo. Normalmente, están dedicados a un sector o divididos por zonas, donde se ubican instalaciones adecuadas para cada negocio, “como un parque industrial especializado”.

Actualmente, la Asociación de Parques Científicos y Tecnológicos de España cuenta con 67 miembros que, según la definición de parque que hace la organización, “mantienen relaciones formales y operativas con las universidades”.

Todas estas ‘granjas’ de incubación tienen muchas ventajas, pero “no todos los emprendedores necesitan un espacio donde establecerse, ni todos los espacios existentes se adaptan a las características de los proyectos”, advierte De Pablo. No les resta importancia, aunque sostiene que lo que verdaderamente necesitan los emprendedores son ventajas fiscales y unos bajos costes de arranque de los negocios, y “esto no pueden facilitarlo las instalaciones”.

Bolsas de empleo... y autoempleo

Al mismo tiempo que los viveros invadían las facultades, los centros de empleo que gestionan las prácticas de los estudiantes en empresas han incorporado, entre sus servicios, la formación y atención a aquellos alumnos que prefieren montar su propia compañía.

Sirvan como ejemplos el Centro de Orientación y Formación de Empleo de la Universidad de Cantabria, que organiza cursos de autoempleo, asesora en temas de emprendimiento y premia a la mejor 'startup' del campus; o el Gabinete de Iniciativas para el Empleo (GIPE) de la Universidad de Alicante.

De acuerdo con Víctor Climent, responsable del área de emprendimiento de GIPE, además de ofrecer puestos de trabajo a los estudiantes, GIPE lleva ayudando a los emprendedores desde 1997. Un tiempo en el que han visto nacer y madurar todo tipo de empresas, no solo 'startups' de base tecnológica.

“Con la crisis ha cambiado bastante el perfil del emprendedor”, nos cuenta. “Cuando empezó el desarrollo de las tecnologías de la información, hubo un aumento importante del emprendimiento en el sector tecnológico. Luego pasamos al tema de la construcción y ahora volvemos a tener proyectos relacionados con la tecnología”.

Como en los viveros, GIPE enseña a los alumnos los pasos que hay que dar para poner en marcha un negocio y que no fracase en el camino, además de hacer las veces de aval en caso de que soliciten algún préstamo bancario.

A pesar de la larga trayectoria de su área, Climent afirma que algo ha cambiado en la universidad recientemente. “Los estudiantes están empezando a ver que el emprendimiento supone una oportunidad para el desarrollo profesional. Hay un mayor número de programas, no solo en la Universidad de Alicante, sino también en el resto de la Comunidad Valenciana, y un mayor número de participantes”.

Agujeros a nivel estatal

En 2013, el Gobierno aprobó la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven, una iniciativa que complementa a la Ley de apoyo a los emprendedores y su internalización, del mismo periodo. Plantea la implementación de 100 medidas durante cuatro años para favorecer la inserción laboral de los jóvenes, “ya sea por cuenta ajena o a través del emprendimiento”. Entre ellas se encuentran la reducción de las cotizaciones a la Seguridad Social para los autónomos, que ya es efectiva.

Mientras que Blanco se muestra optimista - “es la primera ley de emprendedores” - y alaba las reducciones fiscales, De Pablo expresa su escepticismo: “Es una ley muy difícil de desarrollar porque falta un marco normativo complementario y recursos económicos para implementarla”. Al comparar las medidas con las de otros países europeos, cree que “aunque la situación ha mejorado, aún vamos a la zaga”. “Mucha gente se está yendo a Estados Unidos, Reino Unido e incluso Alemania para comenzar allí, porque aquí solo por querer emprender ya tienes que pagar”, lamenta.

La universidad solo aparece en el texto de la ley para estipular que debe impulsarse el emprendimiento universitario, promoviendo la “iniciación de proyectos empresariales, facilitando información a estudiantes y promoviendo encuentros con emprendedores”. Paradójicamente, De Pablo asegura que en el CIADE “no tiene ningún tipo de apoyo institucional” y que “hace tiempo que ningún ministerio saca convocatorias de fomento del emprendimiento”.

El docente de la UAM menciona un programa finalizado en 2012, ‘Emprendemos juntos’, del Ministerio de Industria, Energía y Turismo. Concedía ayudas para la organización de conferencias, jornadas de formación, eventos e impulsaba proyectos colaborativos entre entidades. “Todo eso se acabó”, asegura. Debido a los recortes, “se están desmantelando muchos servicios de apoyo a emprendedores”, continúa De Pablo, “sobre todo los de asesoría, información y algunos de incubación”.

La coyuntura económica en la Unión Europea también ha tenido bastante que ver con el cambio. “Hasta el 2013 nos podíamos beneficiar de más convocatorias europeas porque teníamos una consideración preferencial, pero ese periodo se ha terminado y también los programas”, prosigue el presidente de CIADE. Aunque existen iniciativas como Erasmus Plus, el docente de la UAM afirma que “son más complejos y requieren socios internacionales o europeos para desarrollar los proyectos, lo que no siempre es viable”. Hacen lo que está en su mano y consiguen avances, pero “podría hacerse mucho más rápido con el apoyo y el reconocimiento suficientes”, asegura.

¿Quién debe apoyar a quién?

Desde Start_Comillas y StartUC3M reconocen el apoyo que sus respectivas universidades les conceden. Según Luís González, la Pontificia de Comillas cede aulas y profesores para que los estudiantes puedan desarrollar sus actividades. Sin embargo, ambos también coinciden en que, a nivel estatal, las universidades deberían fomentar más la cultura del emprendimiento.

“Puede ser por la crisis o porque se vea como una alternativa a un modelo que se ha demostrado que puede ser caduco, pero sí que es cierto que estamos bastante lejos de universidades, como las del norte de Europa o de Estados Unidos, que apuestan integralmente por sus proyectos, por el talento de sus universitarios y por sacar eso adelante”, señala Roch.

Climent, por su parte, apuesta por ir aún más lejos. Para el responsable de GIPE falta más información y, sobre todo, motivación para animar a los estudiantes. “Pero realmente esto hay que hacerlo en otros niveles del sistema formativo, en secundaria, no tiene que ser sólo una función exclusiva de la universidad”.

Porque “un emprendedor es un buscavidas y no un 'buscatítulos”, dice el director del CIADE, que incide en la necesidad de crear más organizaciones horizontales que promuevan el emprendimiento, en paralelo a los planes de estudio de las universidades. No cree que los másteres en innovación sean la panacea y muchos profesores aún siguen métodos demasiado herméticos y tradicionales. “Hacen falta herramientas que ayuden a los alumnos a ver la utilidad y aplicabilidad de lo que están aprendiendo”, asegura.

La creación de empresas en base al conocimiento y la creatividad solo es posible en el ámbito universitario, “pero hay que apostar de verdad por ello”, dice el profesor de la UAM. Señala la falta de acuerdo entre las administraciones como una de las principales trabas. “El Ministerio de Economía debería fomentar la actividad empresarial, pero piensan que el ámbito universitario es el coto de Educación, y este ve los estudios superiores como una forma de conseguir títulos”.

Todos los entes implicados tienen claro que aún queda camino por recorrer, pero no parecen ponerse de acuerdo sobre quién debe tomar las riendas. Tampoco sobre quién solucionará los problemas con los que aún se encuentran los emprendedores universitarios, aunque el término (algo es algo) ya no les suene a chino.

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