Las víctimas de una mafia de tráfico de personas: “Sufrimos dos tormentas y solo había dos chalecos salvavidas”

Ángela Torres Riera

Eivissa —
14 de noviembre de 2025 06:03 h

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Una dana se avecinaba en el Mediterráneo el día de finales de diciembre de 2024 en que Doroteo, Milagros y Andrea (nombres ficticios) se embarcaron, de madrugada, en un peligroso viaje en patera hacia Balears. Querían llegar a España para buscar una vida mejor, poder cuidar a sus familiares enfermos o conseguir un trabajo. Fueron los motivos que los condujeron a ellos y a otras 28 personas más a subirse a un pesquero viejo, con poco motor, de solo diez metros de eslora y apenas ninguna provisión a bordo. Habían pagado entre 4.500 y 5.000 euros cada uno –alrededor de 700.000 dinares– a contactos de la red organizadora de la travesía, que empezó el día de Nochevieja en Le Pointe, un puerto del municipio costero de Aïn Benian, en Argelia. 

“De no ser porque íbamos en un barco grande, nos hubiéramos muerto todos”, lamentaba Doroteo días más tarde. Quería llegar a suelo español para trabajar y cuidar de su madre enferma y, en el proceso, temió por su propia vida cuando empezaron el fuerte viento y el oleaje. Hizo el viaje en la parte trasera del barco, al lado del depósito de gasolina, combustible volátil que, de haberse cruzado un par de factores, podría haber ocasionado un incendio o una deflagración a bordo. Un riesgo aumentado por el mecanismo que utilizaban los organizadores para alimentar el motor con los bidones de repuesto, a través de una manguera que, de haber chorreado su contenido, podría haber causado, junto mezcla de agua salada, graves quemaduras en la piel de los pasajeros.

Los patrones, que amenazaron al resto de migrantes para que no los identificaran ante la Justicia si la cosa se torcía, han sido condenados ahora a cuatro años de prisión por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Balears por un delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros. Una pena que se sustituirá por la expulsión de territorio español, recoge la sentencia, de acuerdo con el artículo 89.9 del Código Penal, que establece que las penas de cárcel impuestas a un ciudadano extranjero superiores a un año se sustituirán por dicha expulsión. El órgano judicial ha considerado que se puso en riesgo “la integridad física y la vida de los migrantes” con las condiciones desfavorables de la embarcación: ni agua, ni comida, ni las medidas de seguridad necesarias.

Aviso de dana en el Mediterráneo

Varios de los testigos que vivieron el terrible trayecto, con tan solo dos chalecos salvavidas para una treintena de pasajeros, han asegurado que los condenados, todos de origen argelino, “fumaban hachís” mientras dirigían la patera. Iban conduciendo por turnos, especialmente, cuando el recorrido se complicó con la llegada de dos tormentas que imposibilitaron la navegación e hicieron que la fatiga se apoderara de ellos. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) había declarado para esos días chubascos fuertes y persistentes en el litoral sureste y en Balears, lo que provocó que los migrantes pasaran “mucho miedo” durante las 30 horas que se prolongó el trayecto, como declararon algunos de ellos ante el juez. Los que no declararon lo hicieron por miedo a represalias de los patrones.

Miedo, frío y hambre, ya que a bordo del pesquero no había ni agua ni comida, más que algunos dátiles insuficientes para todos los pasajeros. La mayoría de ellos, además, no sabía nadar, como añadieron durante la declaración. El destino principal era Palma, pero después de quedarse a la deriva varias horas por las condiciones meteorológicas adversas, llegaron a Formentera. Los patrones se guiaban por el Mediterráneo con el GPS de un teléfono móvil y una brújula. Los cuerpos de seguridad incautaron, cuando interceptaron la embarcación una vez llegó a la pitiusa, tres smartphones y dinero en efectivo, aunque se desconoce si este procedía del pago del viaje por parte del resto de migrantes. 

A bordo no había agua ni comida. Los migrantes salieron con una alerta por chubascos fuertes y persistentes en el litoral

Uno de los patrones testificó durante el juicio en la Audiencia que, de no haber cogido él el timón los últimos 25 minutos de llegar a la isla, se “hubieran muerto todos”, según el escrito judicial. Las víctimas de la mafia reconocieron al hombre como uno de los tres patrones de la patera que partió del país africano y llegó, un día y medio después, al litoral formenterense. Al parecer, otro de los implicados en los cobros y que también está condenado quería quemar la embarcación –con la matrícula escrita en un lateral– una vez tocaron tierra para no dejar registro. 

Cuando los agentes de la Guardia Civil de Formentera recibieron el aviso de que había llegado una barca irregular, algunos de los migrantes ya habían pisado tierra y otros aún permanecían a bordo del pesquero. Todos llevaban la ropa mojada y tenían frío. Tras ser rescatados, los efectivos los trasladaron a las dependencias de la Policía Nacional de Eivissa. El atestado de la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF) motivó la investigación del caso por un posible delito contra los derechos de los extranjeros de varios de los detenidos, entre los que estaban los condenados. El Ministerio Fiscal pedía para ellos un total de seis años de cárcel, una pena que el juez ha reducido a cuatro años. Los patrones también deberán abonar las costas de todo el proceso judicial.

La negación de los hechos

Los tres sospechosos de capitanear la embarcación y de ser los organizadores del viaje irregular negaron en todos los casos ser los patrones de la patera y afirmaron haber pagado entre 50.000 y 60.000 dinares por el trayecto. Uno de ellos, Gabino (nombre ficticio), indicó que trabajaba reparando motos en un puerto argelino distinto del que habían partido, motivo por el que llevaba una tarjeta identificativa Yamaha que correspondía –explicó en el juicio– a una formación sobre motores que hizo durante el COVID. También aseguró que tuvo que achicar el agua que entraba en la barca para que no se hundiera. Por otro lado, Jesús Luis (nombre también ficticio) declaró que atendió a la gente que se encontraba mal y se vio obligado a conducir durante tres horas seguidas porque el tercer interrogado y que había dirigido hasta el momento, José Manuel (ficticio), empezó a estar “cansado” porque había muy mala mar.

Los dos acusados señalaron a este tercero como el principal organizador, quien a su vez incriminó a otros dos pasajeros como presuntos autores del mismo delito. José Manuel conducía la patera cuando arribaron a la isla de Formentera después de atravesar el Mediterráneo en condiciones nefastas y aseguró que, si no hubiera sido por ellos, los ocupantes del pesquero hubieran perdido la vida en el mar. Ninguno de los migrantes que intentaban llegar a España por esta vía sabía nadar y el ahora condenado añadió, consciente de las circunstancias, que por eso “tenían pánico”.

Ninguno de los migrantes que intentaban llegar a España por esta vía sabía nadar

En lo que va de 2025, han llegado a Balears 350 pateras con 6.423 personas migrantes a bordo, según el recuento realizado por EFE a partir de los datos del Ministerio del Interior y de la Delegación del Gobierno. Una cifra que confirma que el flujo migratorio hacia el archipiélago sigue en aumento año tras año.

Durante 2024, 5.882 migrantes alcanzaron las costas baleares por vía marítima, de acuerdo con el Informe Anual de Seguridad Nacional del Ministerio del Interior. El incremento de llegadas en apenas diez meses refleja la consolidación de la ruta balear como una de las más activas del Mediterráneo occidental, pese a los refuerzos policiales y los acuerdos de control fronterizo con países de origen y tránsito.

A pesar de que el recorrido entre el norte de África y las islas se suele hacer con lanchas que llevan motores muy potentes y que alcanzan mucha velocidad, cada vez es más frecuente que las mafias utilicen embarcaciones en un estado precario. Además, el perfil de migrantes decididos a realizar el viaje es cada vez más vulnerable. Mientras que anteriormente lo hacían hombres que buscaban llegar a Europa y mandar dinero a sus familias, ahora también viajan mujeres (algunas incluso embarazadas) y menores de edad.