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Las violaciones grupales por parte de turistas desbancan al balconing como el problema del verano en Mallorca

Policia Local de Calvià patrullando por Magaluf

Esther Ballesteros

Mallorca —

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Mientras en años anteriores era el balconing el que copaba las páginas de actualidad, durante este verano son las agresiones sexuales por parte de turistas las que han empañado el curso de la temporada alta en Balears. Tanto es así que la prensa internacional no ha tardado en alertar acerca de estos hechos toda vez que el Govern balear y el Consell de Mallorca, ambos en manos del PP, centran sus esfuerzos en evitar, sobre todo, que este fenómeno perjudique la imagen de las islas proyectada en el exterior y, por ende, al turismo.

La última de las denuncias por violación tuvo lugar lugar el pasado fin de semana, cuando tres británicos habrían agredido sexualmente a una joven que, presuntamente, se encontraba bajo sumisión química. Los supuestos autores fueron detenidos in extremis cuando se encontraban en la puerta de embarque del aeropuerto de Palma a punto de volar de regreso a Reino Unido. Los hechos se produjeron en unos apartamentos turísticos de Magaluf, en el municipio Calvià, destino marcado por los excesos y las excursiones etílicas a pesar de los esfuerzos del anterior gobierno de izquierdas y de las cadenas hoteleras para mejorar la oferta y la imagen del núcleo municipal mediante la aprobación de la conocida como Ley de excesos.

La normativa fue consensuada con una parte del sector hotelero, que veía con preocupación cómo año tras año -y también después de la aprobación de la ley- se sucedían las imágenes de descontrol y desenfreno juvenil en estas zonas, dominadas por el turismo británico. Un enclave copado por todo tipo de negocios vinculados al ocio diurno y nocturno en los que prevalece el abuso del consumo de bebidas alcohólicas y otras sustancias tóxicas, se denuncian violaciones o agresiones sexuales y en el que tienen lugar otro tipo de actividades peligrosas como el balconing, práctica que consiste en saltar desde el balcón de la habitación a la piscina bajo los efectos de tales sustancias. Desde la conformación del nuevo gobierno municipal de Calvià el pasado mes de junio, la gestión de Magaluf se encuentra en manos de Vox.

Los casos registrados

Precisamente, también en Magaluf se produjo otro caso de agresión sexual en grupo hace apenas dos semanas, en la madrugada del pasado 14 de agosto, cuando seis varones, cinco de nacionalidad francesa y otro suiza, presuntamente violaron a una joven británica en un hotel de la zona. Tras ser arrestados, el Juzgado de Instrucción número 3 de Palma decretó el ingreso en prisión provisional de los seis turistas. Una semana después fueron detenidos en Francia los dos agresores que faltaban por pasar a disposición judicial.

A mediados de julio, mientras tanto, el Juzgado de Instrucción número 8 de Palma envió a la cárcel de forma preventiva a cinco de los seis turistas de entre 21 y 23 años detenidos por una violación grupal a otra joven en un hotel de Playa de Palma. El sexto de ellos quedó en libertad. Según las investigaciones, cuatro de ellos habrían forzado a la víctima a mantener relaciones sexuales, agresión que fue grabada en un teléfono móvil por uno de los arrestados.

Ante tal repunte de casos, el doctor en Sociología y Filosofía por la Universitat de les Illes Balears (UIB) y diplomado en Trabajo Social, Lluís Ballester apunta, en declaraciones a elDiario.es, a que en la actualidad hay una mayor sensibilidad ante la violencia sexual: “Interpretamos mejor dicha violencia y hay mayor capacidad para denunciarla”. Por otro lado, explica que no sólo se denuncia más, sino que las agresiones están aumentando “de manera clara, con mayor daño y con agresores más jóvenes y, en ocasiones, extremadamente jóvenes”.

La pornografía “modela la conducta de muchos hombres”

Al respecto, Ballester señala que la pornografía mainstream, de libre acceso en internet, muestra modelos de conducta sexual “violenta” que “modela la conducta de muchos hombres, en especial, de los consumidores frecuentes”. El investigador incide en que una parte de los mismos “busca realizar el paso al acto, experimentar esa violencia con sus parejas, con mujeres en situación de prostitución o con mujeres, conocidas o no, a las que atacan en procesos preparados con sus colegas, como si se tratara de una aventura sobre la que hablan, planifican, realizan, filman y, posteriormente, alardean de haberla realizado”.

“El porno se ha convertido en un manual de la violencia sexual, normalizando determinadas prácticas violentas, entrenando en la desconexión de la empatía a los consumidores frecuentes, promocionando una cultura de la violación en la que participa una parte reducida, pero creciente de la población masculina”, subraya.

El entorno turístico en el que se producen estos hechos también influye en este tipo de conductas, ya que “genera un contexto de responsabilidad en suspenso”, como apunta Ballester. “Parece que en determinadas zonas turísticas se puede hacer cualquier cosa: no se trata de sus comunidades, el control social desaparece, aumenta el consumo de alcohol y otras drogas, se vive de manera gregaria ese período vacacional (eligen juntos la zona, el hotel, las discotecas, los bares, lo que hacen y no hacen)”. Asimismo, añade, se produce un clima de supuesta autorización sexual, dado que “parte de lo que se espera de las vacaciones es tener sexo libremente”.

Parece que en determinadas zonas turísticas se puede hacer cualquier cosa: el control social desaparece, aumenta el consumo de alcohol y otras drogas, se vive de manera gregaria ese período vacacional

Lluís Ballester Doctor en Sociología y Filosofía

El sociólogo abunda en que las convenciones del acceso sexual, de las relaciones basadas en el consenso de prácticas y el deseo compartido se ponen en suspenso por los modelos que el porno y otros productos de internet, como determinadas redes sociales o influencers, “han puesto de moda”.

“Hay que poner el foco en el agresor”

Por su parte, el inspector Víctor Manuel García, jefe de la Unidad de Familia y Mujer (Ufam) de la Policía Nacional en Balears, considera que las violaciones grupales denunciadas este verano “no son tanto un repunte”: “Venimos de un 2020 con cero turismo, 2021 con cero turismo, 2022 con un poco más y un 2023 en el que se ha producido una eclosión del turismo. De repente hemos incrementado muchísimo la población y, con ello, los hechos delictivos”. Además, señala que el de Magaluf es un turismo joven que “viene de juerga, desenfreno y alcohol”. “No podemos compararlo con el turismo de Cala Mesquida, donde sobre todo son matrimonios con hijos pequeños”.

Con todo, recuerda que hay un protocolo de actuación habitual en Balears recogido en la 'Guía intersectorial de atención inmediata a las víctimas de violencias sexuales', que integra mejoras como la activación inmediata de la cooperación entre los distintos organismos a través de la llamada al 112. Y recalca que, en estas circunstancias, “hay que poner el foco en el agresor, en el malo”. “La mujer se ha empoderado y, si antes se callaba por el miedo al qué dirán, hoy dice 'no, yo soy víctima y yo denuncio'. Desde la Ufam animamos siempre a que denuncien, que ninguna se calle. Porque estas cosas no se pueden permitir”, sentencia García.

La mujer se ha empoderado y, si antes se callaba por el miedo al qué dirán, hoy dice 'no, yo soy víctima y yo denuncio'. Desde la Ufam animamos siempre a que denuncien, que ninguna se calle. Porque estas cosas no se pueden permitir

Víctor Manuel García Inspector y jefe de la Unidad de Familia y Mujer de Balears

“Erotizar” las relaciones basadas en el respeto

Se da la circunstancia de que las agresiones sexuales registradas este verano en Mallorca no han pasado desapercibidas para la prensa extranjera. De hecho, una de las últimas informaciones difundidas a nivel internacional sobre la imagen turística de Balears la publicó The New York Times, que apunta cómo “cada verano” Magaluf se ve arrastrada por “jóvenes británicos en busca de una bacanal” y llega definir este núcleo mallorquín como una parte de Reino Unido “situada en el Mediterráneo, con la excepción de que es más sórdida que cualquier otro lugar en los rincones más lúgubres de Londres”. El rotativo asegura, incluso, que las agresiones sexuales “son lamentablemente comunes” en la zona y que la “desnudez pública” es tan “frecuente” que en las calles se pueden ver carteles que advierten de que no llevar ropa conlleva multas de hasta 400 euros.

Para Ballester, es necesario “cambiar esa mentalidad” mediante el desarrollo de una cultura basada en el respeto, el consenso de prácticas y el deseo compartido. Y para ello hay que empezar por Internet “mediante la promoción de personas que ejercen una influencia cultural positiva”. El docente apela, asimismo, a limitar los modelos extremadamente tóxicos actualmente presentes “sin la más mínima restricción desde edades muy reducidas”. Por otro lado, asevera que la tolerancia con las conductas que “violenten el respeto, el consenso de prácticas y el deseo compartido debe ser cero”. “Que aprendan a ligar de nuevo, a crear vínculos, aunque sean de corta duración. Que vuelvan a conectar su empatía y en lugar de erotizar la violencia que eroticen las relaciones basadas en el respeto, el consenso de prácticas y el deseo compartido”, concluye.

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