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Análisis

“Estoy hablando yo”: los momentos decisivos del debate tranquilo entre los aspirantes a vicepresidente de Estados Unidos

Los candidatos a la vicepresidencia de EE.UU Mike Pence (d) y Kamala Harris (i). EFE/EPA/Morry Gash

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Nunca el aburrimiento provocó tal nostalgia. El debate vicepresidencial entre el republicano Mike Pence y la demócrata Kamala Harris ha sido un recordatorio de lo que era la política antes de Donald Trump y, tal vez, lo que podría volver a ser. Pocas voces, poco drama, cero autenticidad, mucho guion... Un cara a cara tan poco memorable que la actuación más comentada ha sido la de la mosca que se ha posado en la cabeza de Pence durante dos minutos eternos.

“Estoy hablando yo”

Con la excepción del papel estelar de la mosca, el momento más recordado de este debate será sin duda el de una candidata dispuesta a no dejarse pisar. Kamala Harris ha usado varias veces la frase “estoy hablando yo” para zafarse de las interrupciones de Mike Pence, pero la primera de ellas ha sido mientras le afeaba la gestión del coronavirus en la primera pregunta de la noche. La discusión sobre la pandemia ha dejado los momentos más brillantes de la aspirante demócrata.

Harris ha empezado recordando las cifras y diciendo que “los estadounidenses han sido testigos del peor fracaso de una presidencia en la historia de nuestro país”, pero ha estado particularmente bien al abordar la negativa de Trump a dar toda la información sobre la gravedad de la pandemia para “conservar la calma”. Ha preguntado directamente a los espectadores cuánto de calmados estaban mientras se acababa el papel higiénico o “cuando no podías llevar a tus hijos a ver a tus padres porque pensabas que así podías matarlos”. 

Es cierto que la actuación de Trump en la pandemia no es fácil de defender, pero Pence debería haber buscado algo mejor que acusar a Biden de copiarle los planes al presidente o decir que Obama lo hizo peor con la gestión de la gripe porcina en 2014. Nadie recuerda la gripe porcina de 2014. Tampoco tienen mucho sentido sus palabras sobre el contagio de Trump, en particular su defensa del acto multitudinario en la Casa Blanca entre cuyos asistentes ya se han identificado al menos 11 positivos. Por mucho que fuera al aire libre, las imágenes sin mascarillas y sin distancia son injustificables.

Las respuestas que no se dieron

En un debate descafeinado, a veces la noticia ha estado más en las evasivas que en las propias respuestas. Pence ha estado bien remarcando que Harris ha ignorado abiertamente una pregunta importante y muy concreta: ¿va Biden a aumentar el número de jueces de la Corte Suprema para superar la mayoría conservadora actual? Sin embargo, él mismo ha pasado de otras dos cuestiones vitales sin dar una contestación.

Pence no ha sabido decir cómo piensa proteger su gobierno a los estadounidenses que tienen enfermedades preexistentes si se deroga por completo la reforma sanitaria Obamacare, cómo tendrán cobertura esos millones de personas que las aseguradoras no quieren. Harris se lo ha reprochado de forma muy efectiva. Tampoco ha sido capaz de comprometerse a una transición pacífica si pierde las elecciones, aunque lo ha expresado en un tono más tranquilo que Trump.

Un debate tranquilo que no cambia nada

En el fondo tanto Mike Pence como Kamala Harris han hecho lo que debían hacer: no cometer errores de bulto. Los candidatos a vicepresidente tienen poco que ganar, porque casi nadie decide su voto pensando en ellos, pero sí mucho que perder si cometen fallos graves. Esta noche no los ha habido y aunque el debate haya resultado menos entretenido que la batalla campal de Trump y Biden, tal vez el electorado agradezca un poco de aburrida normalidad.

Incluso en momentos de cierta tensión, la discusión parecía coreografiada y no demasiado intensa. Cuando Kamala Harris, la que sería la primera vicepresidenta negra, le ha dicho a Pence que “no le diera lecciones” sobre las protestas callejeras no han saltado chispas. Tampoco cuando el actual vicepresidente ha defendido a Trump de las acusaciones de haber insultado a los veteranos de guerra y otros militares. Han sido dos políticos convencionales, medidos y estudiados. Una vuelta al pasado por 90 minutos.

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