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Encadenada en la Hungría de Orbán: juicio a una antifascista italiana entre denuncias de malos tratos y la cautela de Meloni

La obra de la artista callejera Laika dedicada a Ilaria Salis, en una calle de Roma, el pasado miércoles.

Mariangela Paone

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Roberto Salis llevaba semanas denunciando las condiciones “inhumanas” de la detención de su hija en las cárceles de Hungría. Pero no ha sido hasta el pasado lunes cuando la historia de Ilaria, activista antifascista italiana arrestada hace un año en Budapest, se ha convertido en un caso político en Italia, que ha desatado polémica e indignación en el país. Lo que cambió el lunes fueron las imágenes difundidas por los medios de la primera vista del juicio en la capital húngara. La mujer de 39 años apareció en el tribunal encadenada de pies y manos y sujetada por una cadena por una agente de policía. No era la primera vez que ocurría, según ha denunciado el padre, quien, en declaraciones a la agencia ANSA, aseguró que en al menos cuatro audiencias preliminares, con la presencia de representantes de la Embajada italiana, había pasado lo mismo. 

“No es nada nuevo, no es un modo que se haya pensado para Ilaria Salis porque es una criminal peligrosa. Es sistemático que en Hungría se trate así a los detenidos, y hay ya varias sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que se han expresado sobre esto y han establecido que esa modalidad no cumple con el artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos que prohíbe que los detenidos sean sometidos a tratos inhumanos y degradantes y eso es un trato inhumano y degradante”, declara a elDiario.es el abogado de la activista Eugenio Losco. Salis fue detenida el 11 de febrero en Budapest, donde se encontraba para participar en una manifestación antifascista contra el desfile de organizaciones neonazis que ese día desde los años 90 celebran en la capital húngara el llamado Tag der Ehre, el “Día del honor”, para recordar el fallido intento de soldados y colaboracionistas nazis de romper el asedio del ejército soviético a la ciudad en 1945. 

El año pasado, el 10 de febrero, un día antes de la marcha, algunos militantes neonazis fueron agredidos en la calle por un grupo de encapuchados. Al día después, Salis fue arrestada cuando se encontraba en un taxi junto a otros dos activistas alemanes, acusada de haber participado en la agresión. “La acusan de lesiones, con dos agravantes: que estas lesiones podrían haber sido potencialmente mortales, a pesar de que en realidad se produjeron lesiones leves, con pronósticos de 8 y 5 días; y que se produjeron en el contexto de una asociación delictiva”, explica Losco. “El riesgo es una condena de hasta 24 años. El fiscal indicó que en el caso de que Ilaria se hubiera declarado culpable y hubiera renunciado al juicio, en una especie de acuerdo, habría propuesto una pena de 11 años”. Pero Salis se declara inocente y desde hace meses denuncia las condiciones de su detención.

“Me han obligado a vestir ropa sucia, en malas condiciones y maloliente que me dieron en la Comisaría y a ponerme un par de botas con tacones de aguja que no eran de mi talla. Me secuestraron mis vestidos, menos las bragas, el sujetador y los calcetines. Durante seis meses no he podido hablar con mi familia”, escribe la misma Salis en unas memorias de 16 páginas redactadas en octubre y publicadas esta semana por la prensa italiana. Además de denunciar que no le dieron artículos para la higiene personal, ni compresas en los primeros días, Salis habla de pasillos llenos de escarabajos y camas plagadas de chinches, y raciones alimentarias escasas y de mala calidad. Los primeros ocho días los pasó en aislamiento y luego podía salir de la celda solo durante una hora. 

Desde septiembre la familia ha podido visitarla dos veces y esta semana por primera vez la han visto sin un cristal de separación. “El lunes la vimos en el juzgado. Ella estaba un poco conmocionada. Había algunos amigos suyos que habían ido a verla, fue muy fuerte, muy emotivo para ella ver a esos amigos allí, después de once meses sola. Luego, el miércoles, tuvimos una visita de una hora y allí estaba más relajada. No pudimos abrazarla, pero al menos no había un cristal que nos separara. Se encuentra mejor, pero después de un año de prisión así, ha envejecido 10 años”, cuenta en conversación telefónica el padre de la mujer, recién llegado a Italia desde Budapest. 

Su voz delata el cansancio acumulado en estos meses, agravado por la tormenta mediática en la que se ha visto envuelto desde que la historia de Ilaria Salis se ha convertido en un caso político, al que contribuye el hecho de que el país involucrado sea Hungría.

Después del impacto generado por las imágenes de Salis en el tribunal, el Ministerio de Exteriores convocó el martes al embajador de Hungría para pedir informaciones sobre sus condiciones. A partir de allí, se movió la maquinaria al más alto nivel, con la primera ministra de Italia Giorgia Meloni, que decidió hablar del caso directamente con su homólogo Viktor Orbán, primero en una llamada y luego en persona en Bruselas, donde se celebraba el Consejo Europeo en el que el líder húngaro era precisamente al centro de todas las miradas por su bloqueo –finalmente levantado– de la ayuda a Ucrania. 

“He hablado con el primer ministro húngaro como hablaría sobre cualquier italiano preso para garantizar que nuestros compatriotas tengan un trato digno, de respeto, un proceso justo”, dijo Meloni el jueves al término de la cumbre europea. La primera ministra resaltó que “el tema de una eventual detención en Italia se sabrá conforme avance el proceso” y que “en Hungría existe autonomía judicial y el Gobierno no entra en el proceso”, a pesar de que la falta de independencia judicial ha sido en los últimos años uno de los motivos de reprimenda a Budapest por parte de la Comisión Europea, que solo el pasado diciembre decidió desbloquear una parte de los fondos congelados por esta razón. 

Los ataques de Salvini

La cautela de Meloni, que siempre ha hecho gala de sus excelentes relaciones con Orbán, al que quisiera incorporar en las filas de los Conservadores Europeos, también se debe a la rivalidad interna con su socio-rival en el Gobierno, el viceprimer ministro Matteo Salvini. El líder de la Liga lleva ya meses subiendo el tono en una larga campaña electoral hacia las elecciones europeas. El caso de Ilaria Salis no se ha escapado a esa estrategia. Así que mientras el Gobierno se ha movido y se mueve entre bambalinas, Salvini ha robado la escena con declaraciones en contra de la activista que en Italia es maestra de primaria.  

“¿Le parece normal que una maestra vaya por Europa pegando a la gente? No creo que pueda ser maestra”, dijo este miércoles al diario La Repubblica. Luego habló de la implicación de la mujer en un asalto a una caseta de la Liga en la ciudad de Monza en 2017, unos hechos por los que Salis fue absuelta. 

“Lo que más me ha afectado de los últimos días es esta shitstorm [sic] tanto sobre mi hija como sobre mí. Verdaderamente fuera de lugar, ya que se está hablando de un caso de violación de los derechos humanos y civiles. Pero clasifica a los autores [de las declaraciones] por lo que son”, comenta Roberto Salis, quien ha anunciado una demanda por difamación contra el ministro. Mientras, tiene previstos encuentros con representantes de las instituciones para ver cómo se puede traer de vuelta a su hija en Italia. El abogado Losco confirma que también están estudiando llevar el caso a la Corte Europea de Derechos Humanos. 

El padre de Salis habla de una situación kafkiana. “Mi hija se enfrenta a una condena de entre dos y 24 años, y el código penal húngaro prevé una pena de entre dos y 15 por homicidio voluntario”, dice indignado. “Lo único que puedo decir es que todo esto está ocurriendo en Europa y en la Unión Europea. Sería útil que hubiera una movilización para acabar con estas cosas, que venga no sólo desde Italia sino también de otros países como España”. El caso se debatirá el próximo lunes en el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo.  

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