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The Guardian en español

¿Canadá celebra 150 años de existencia o de colonialismo?

Una protesta a favor de los indígenas canadienses

Ashifa Kassam

Vancouver —

Doscientos remadores surcarán las aguas y sus canoas formarán una delgada línea en la Bahía Inglesa con el imponente perfil de los edificios de Vancouver como telón de fondo.

Cuando se detengan en Vanier Park, uno de los muchos lugares que visitarán en su viaje de 10 días, serán recibidos por los jefes locales de los pueblos originarios Musqueam, Squamish y Tsleil-Waututh, que los autorizarán a desembarcar en sus territorios tradicionales.

El protocolo, ensayado en estas tierras desde hace miles de años, será uno de los momentos emblemáticos de los festejos del próximo mes, cuando Vancouver celebra el 150 aniversario de la creación de la Confederación canadiense.

Este año el acontecimiento se conmemora en todo el país. Pero mientras el merchandising en torno a la hoja de arce vuela de los mostradores de las tiendas y Ottawa, la capital, espera el 1 de julio a miles de turistas por el día de Canadá, algunos canadienses se están preguntando qué es exactamente lo que se celebra.

“Cada vez que veo el logo de ‘Canadá 150’, me dan ganas de coger un rotulador y añadirle un par de ceros al número”, contó en un foro a principios de este año el cineasta inuk Alethea Arnaquq-Baril. “Pedirme que celebre el 150 cumpleaños de Canadá es como pedirme que niegue 14.000 años de historia indígena en este continente”.

El aniversario conmemora el año en el que el parlamento británico aprobó el Acta de la Norteamérica británica, la medida que sentó las bases para que las colonias de Canadá (Ontario y Quebec, entre otras) se unieran a Nueva Escocia y a Nuevo Brunswick creando un solo dominio de Canadá.

Los funcionarios de la ciudad de Vancouver consideraron inicialmente la posibilidad de boicotear la celebración, preocupados de que un evento que celebra el pasado colonial del país pudiera poner en peligro todo el esfuerzo de reconciliación con los pueblos originarios.

Un insulto al pueblo indígena

Su preocupación estaba bien fundada. “En todas partes veo a los comerciantes y a las tiendas celebrar los 150 años, pero la gente realmente no tiene idea de lo que eso significa para los pueblos indígenas”, dijo Rhiannon Bennett, de la agrupación Pulling Together Canoe Society. “No me entra en la cabeza que se celebre la ocupación de tierras robadas. Es doloroso ver cómo todos celebran 150 años de ocupación”.

Después de consultar a los líderes aborígenes, lo que finalmente hizo Vancouver fue lanzar el logo Canadá 150+, una imagen nueva que buscaba resaltar la cultura y la historia de los indígenas.

En todo Canadá, donde el logo Canadá 150 se usa sin el símbolo más, el aniversario ha provocado un sinfín de reacciones. Algunas personas, como los ancianos de la Asamblea de Jefes Manitoba, decidieron boicotear todos los festejos relacionados con el aniversario, frustrados por un relato que continúa excluyendo o marginando lo que la Asamblea describe como “políticas genocidas de Canadá contra los pueblos indígenas”.

Otros han querido resaltar lo que significaron los últimos 150 años para sus comunidades. Para ello, se vistieron con camisetas con la inscripción “Colonialismo, 150 años” y empapelaron el país con miles de pegatinas en las que se leía “Canadá, 150 años de genocidio” y “Canadá, 150 años de pactos incumplidos”.

“Si eres un canadiense con conciencia y vives en este país, no deberías apoyar la celebración Canadá 150 años”, asegura Jay Soule, un artista indígena conocido como Chippewar, que inició una campaña a principios de año. “Puedes estar orgulloso de ser canadiense y de vivir en este país, pero debes reconocer la complicada situación que atraviesan los pueblos indígenas, así como su historia, y no barrerlo todo bajo la alfombra”.

Hace 150 años, la aprobación del acta dio lugar al primer primer ministro de Canadá, John A. Macdonald, que se vanagloriaba de ahorrar fondos públicos manteniendo a los pueblos originarios “al borde de la inanición”. En 1920, el burócrata canadiense Duncan Campbell Scott explicó ante un comité parlamentario su deseo de “deshacerse del problema que representaban los indios”. “Nuestro objetivo es continuar hasta que no quede ni un solo indio en Canadá que no haya sido asimilado por el cuerpo político y no exista una cuestión india ni ningún departamento de cuestiones indias”, dijo.

Su forma de ver el país se tradujo en la expansión de las escuelas residenciales, administradas por la Iglesia, que arrancaron de sus familias a 150.000 niños aborígenes. El abuso físico y el sexual eran moneda corriente en estas escuelas. Según una comisión de la verdad, funcionaron como una herramienta de “genocidio cultural”. En la década de los cuarenta, algunos funcionarios de Sudáfrica visitaron Canadá para estudiar el sistema de reservas indígenas y escuelas residenciales con el fin de llevarse ideas a implementar en el apartheid.

“Todavía hay personas desaparecidas y asesinadas”

Según el artista indígena Soule, poco ha cambiado en algunos temas. “Se están haciendo las mismas cosas que hace 150 años solo que con menos violencia ostensible. Todavía hay personas desaparecidas y asesinadas. Todos los días, desaparecen y mueren asesinadas mujeres. Tenemos encarcelamientos masivos, condiciones de vida del tercer mundo y agua para beber poco segura. La lista es interminable”.

Ottawa gastará 500 millones de dólares en la celebración, irritando a los que exigen que la ciudad cumpla antes con un fallo judicial de 2016 que la condenó por discriminación racial hacia la juventud indígena al recortar el gasto social para los niños de las reservas. La ciudad tampoco ha hecho grandes avances en la promesa de proveer de agua potable a las casi 90 comunidades de pueblos originarios cuyos habitantes deben hervir el agua antes de beberla.

Además de repudiar la amnesia colectiva del país muchos activistas han intentado resaltar la resistencia y fuerza indígena. “Vamos a celebrar nuestra supervivencia”, afirma Russell Diabo, de la ONG Defenders of the Land, una red de activistas y comunidades indígenas de todo Canadá. “Celebrar que sobrevivimos al racismo y al genocidio, a las políticas del gobierno, pero también educar a los canadienses y hacer que sepan que nosotros no tenemos nada que festejar en lo que se refiere al Acta de la Norteamérica británica porque así fue como las provincias nos robaron nuestras tierras, territorios y recursos”.

Pasados seis meses del año en que se celebra el 150 aniversario, hay indicios de que el mensaje está llegando. La muestra de arte más comentada del país, Shame and Prejudice: A Story of Resilience (Vergüenza y prejuicio: una historia de resistencia), del reconocido artista Kent Monkman, aborda la memoria del colectivo del país y ha atraído a decenas de miles de personas.

“Ha habido un intento deliberado de olvidar y minimizar la verdadera historia de este país”, dice Monkman, descendiente de los nativos Cree. “Quería un mensaje muy fuerte para la gente, en particular este año, para no permitirles celebrar el aniversario de su país sin reflexionar sobre los problemas de los mitos fundacionales de Canadá”.

La muestra se encuentra en el Museo de Arte de la Universidad de Toronto y está compuesta por nueve capítulos que detallan lo que significaron estos últimos 150 años para los pueblos indígenas. Según Monkman, “no es un panorama muy bonito”.

En una de las pinturas se puede ver a la policía montada de Canadá junto a un grupo de monjas intentado separar a niños de los pueblos originarios de sus aterrorizados padres, en clara referencia al trauma de las escuelas residenciales. Otra pintura muestra a Miss Chief Eagle Testickle, el alter ego de Monkman, en las alturas y totalmente desnuda enfrentando a los padres de la confederación mientras se reparten la tierra de sus ancestros.

Según Monkman, parte del objetivo de crear a Miss Chief era revertir la mirada de los colonos europeos y reclamar el poder de contar la historia. “En verdad, se trataba de hacer pinturas históricas que hicieran referencia al presente, pero también de darle validez a estas historias dentro de la historia del arte”, agregó. “Para que dentro de 150 años, la gente pueda mirar esas pinturas y decir: ‘Esto es lo que pasó’”.

Traducido por Francisco de Zárate

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