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The Guardian en español

El plan de Clinton para acabar con ISIS es reforzar el espionaje estadounidense

Hillary Clinton, candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos.

Spencer Ackerman

Nueva York —

La cuestión prioritaria sobre la propuesta de inteligencia de Hillary Clinton será matar o capturar al líder de ISIS Abu Bakr al-Baghdadi, ha dicho su equipo de campaña en declaraciones a the Guardian. Durante el año pasado, Clinton, la exsecretaria de Estado y candidata demócrata a la Casa Blanca, se ha comprometido a impulsar el enorme aparato de inteligencia estadounidense en el centro de su agenda de seguridad nacional.

Frente al primer debate presidencial –y después de que la zona de Nueva York sufriera múltiples ataques bomba sin una cifra elevada de víctimas– su campaña se centra ahora por primera vez en cómo funcionarían sus políticas.

Desde comienzos de 2015, el “aumento de inteligencia” ha evolucionado desde la idea de expandir recursos de inteligencia dirigidos contra ISIS y sus filiales hacia una más amplia, con un componente doméstico significativo, dirigido a descubrir y prevenir ataques dirigidos o inspirados por grupos terroristas.

Parte de todo esto no está definido. Su desafío, dicen los asesores de campaña de Clinton, es enfrentarse y frustrar el tipo de terrorismo que se ha transformado desde los ataques a gran escala dirigidos por grupos terroristas establecidos a los asaltos a menor escala perpetrados por radicales no conectados, que son comparativamente más difíciles de detectar.

Fuera del país, la campaña de Clinton habla de aumentar los servicios de inteligencia en términos de acelerar su atención en Oriente Medio. Se trata de expandir el intercambio de informes de inteligencia -particularmente entre los gobiernos europeos entorpecidos por la falta de una infraestructura continental- sobre el flujo de yihadistas, dinero y armas.

Y también apoyará un refuerzo en la búsqueda de Baghdadi utilizando “recursos significativos”, que evocan el exitoso empuje de Barack Obama en la búsqueda y asesinato del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden. “Realmente quiere centrarse en esto, quiere ir a por él en particular”, explica Laura Rosenberger, principal asesora de política internacional de Clinton que trabajó en el departamento de Estado y en el Consejo de Seguridad Nacional.

A nivel nacional, los “principios” del refuerzo de la inteligencia por el que apuesta Clinton, según altos asesores de su campaña, indican una preferencia por el espionaje selectivo a la recolección de datos al por mayor, la ampliación del acceso de las fuerzas de seguridad locales a los datos de inteligencia y movilizar a las empresas tecnológicas para que ayuden a frustrar el extremismo.

La campaña habla de “leyes de equilibrio” entre las libertades civiles y la seguridad, un distanciamiento de los argumentos tanto liberales como conservadores que tienden a reducir el conflicto entre esas dos prioridades. Al pedirles que aclaren a qué se refiere Clinton al hablar de las “garantías apropiadas” que hay que aplicar a la recopilación de datos de inteligencia en Estados Unidos, la campaña defiende la reforma que en 2015 dividió a los defensores de las libertades civiles como modelo para cualquier nueva restricción a las autoridades de espionaje.

La Freedom Act (ley de la libertad) de Estados Unidos, una concesión que limitó pero no prohibió por completo la recolección masiva de registros telefónicos, “logró el correcto equilibrio”, valora Rosenberger. “Ese tipo de principios y protecciones ofrece las directrices sobre las que se podría mover cualquier nueva propuesta”.

Muchos aspectos de ese refuerzo de la inteligencia, que tiene implicaciones importantes para el debate entre la privacidad y la seguridad, siguen sin resolverse y están siendo objeto de debate interno. Entre ellos hay un asunto espinoso que surge de las recientes oleadas de ataques en Estados Unidos.

Tanto el autor del atentado de la discoteca de Orlando como el acusado de los ataques en Nueva York y Nueva Jersey habían estado vigilados por el FBI. A ambos los dejaron de investigar por falta de pruebas de una acción inminente.

Ahora, Clinton y sus asesores están estudiando si las fuerzas de seguridad deben buscar el equilibrio entre las cuestiones de privacidad y de seguridad que surgen y cómo hacerlo: ¿deberían los cuerpos de seguridad compartir información entre ellos sobre personas sobre las que hay sospechas preliminares de terrorismo, al tiempo que se intenta evitar tenerlas bajo investigación permanente o alienar a los musulmanes o a otras comunidades?

El equipo de Clinton indica que la candidata, que ha debatido este asunto con sus asesores en antiterrorismo esta semana, aún tiene que llegar a una conclusión. Sus colaboradores también están valorando ampliar o reformar los denominados centros de fusión de inteligencia, que recopilan, comparten y analizan información entre los organismos de seguridad federales, estatales y locales. Estos centros han recibido muchas críticas por ineficaces y peligrosos para la privacidad.

Sobre la encriptación, Clinton quiere que Silicon Valley vaya más allá de su suspicacia post-Snowden hacia la inteligencia estadounidense –la relación entre las empresas tecnológicas y las fuerzas de seguridad sufrió un gran revés con la batalla entre el FBI y Apple–, pero aún no tiene un plan para hacerlo más allá de un compromiso constante de no agresión.

Lo que es más importante es que el equipo de Clinton aún tiene que decidir si el refuerzo de la inteligencia incluye o prioriza aumentar el número de espías, recopilar y analizar más datos, ampliar las autoridades legales o aportar más dinero a un aparato de inteligencia de unos 67.000 millones de dólares. Los asesores dicen que esas decisiones esperarán al equipo de transición que se formará si Clinton se hace con la presidencia.

El equipo no ha identificado a los arquitectos del plan de inteligencia, pero han señalado a expertos relevantes en antiterrorismo que han aportado ideas. Entre ellos está el exdirector interino de la CIA Michael Morell –que hace poco fue criticado por sus ataques contra el informe del Senado sobre la tortura–; el exdirector del Centro Nacional contra el Terrorismo Matt Olsen; el que fue jefe de antiterrorismo en el departamento de Estado con Clinton a la cabeza, Dan Benjamin; la exasesora legal de la NSA Mary DeRosa; el exsecretario interino de Seguridad Nacional Rand Beers; el agente de la CIA retirado que se convirtió en subsecretario de Inteligencia del Pentágono, Mike Vickers; y el jefe de gabinete de Leon Panetta en la CIA y el Pentágono, Jeremy Bash. “Están todos implicados en el debate”, cuenta Rosenberger.

Pat Eddington, asesor de inteligencia del exdiputado Rush Holt, opina que el plan de Clinton suena como un conjunto de mínimos ajustes a un aparato antiterrorista que necesita una gran revisión estructural. “En esencia, quieren hacer más de lo mismo y darle vueltas en lugar de dar un paso atrás y preguntarse: '¿Qué estás consiguiendo con este dinero? ¿Podemos hacer las cosas de una forma diferente y mejor?'”, critica Eddington, que ahora es analista de libertades civiles y seguridad nacional en el Cato Institute.

Karen Greenberg, directora del Centro de Seguridad Nacional de la Facultad de Derecho de Fordham, cree que poner más énfasis en compartir los datos de inteligencia en esta época de terrorismo a pequeña escala parece “una evolución lógica”. Señala que el enfoque de Clinton parece querer evitar “reaccionar de forma exagerada” a las amenazas. “Posponer el tema de la vigilancia a un momento futuro es huir de un problema evidente”, opina.

Malcolm Nance, autor de libros sobre inteligencia antiterrorista como Defeating Isis (Derrotar a ISIS), apoya las líneas generales del plan de reforzar el espionaje. Anticipa una nueva fase en la guerra de Estados Unidos contra ISIS que será más imprecisa que los bombardeos diarios en Irak, Siria y Libia. “Lo más importante es recordar que en el próximo año es muy probable que el califato del Estado Islámico se venga abajo. Pasará del estado físico a lo que llamo un califato fantasma. Su ideología se hará clandestina y se difundirá casi exclusivamente por internet”, analiza Nance.

Más allá de la caza de Baghdadi, que ya sobrevivió a un intento de asesinato de EEUU, el equipo de Clinton indica que las transiciones rápidas en los patrones terroristas darían forma a su plan de inteligencia.

“La arquitectura posterior al 11-S se diseñó principalmente para identificar conspiraciones complejas. Ahora estamos en un mundo diferente, en el que los lobos solitarios pueden no estar ni siquiera dirigidos o coordinados con un grupo terrorista, pueden estar simplemente inspirados por ellos. Tenemos que adaptarnos a esa realidad, sin apartar la vista de la identificación de potenciales ataques complejos”, plantea Rosenberger.

Traducción de Cristina Armunia Berges y Jaime Sevilla Lorenzo

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