La comunidad gitana de Italia afronta una nueva amenaza con el último aviso de Salvini

Angela Giuffrida

Roma —

En una barriada marginal de las afueras de Roma, los miembros de la comunidad gitana están enfrentados: algunos tienen miedo, otros están furiosos y, para otros, el tema les es indiferente. Pero algunos apoyan la promesa de Matteo Salvini, el nuevo ministro de Interior de línea dura, de realizar un censo de su comunidad y expulsar a los que viven en el país de manera ilegal.

“Hemos oído lo que dijo Salvini y le felicitamos”, comenta Stefano, cuya familia llegó a Italia desde Bosnia hace más de 50 años. “Hay muchos delincuentes dentro de la comunidad romaní, en este campamento y en toda Italia. Este campamento solía ser mejor, ahora es asqueroso y hay mucha mala gente por aquí. Salvini solo quiere traer la tranquilidad a Italia y yo estoy de acuerdo con él”, añade.

Stefano tiene nueve hijos y todos ellos votaron por la ultraconservadora Liga de Salvini en las elecciones de marzo. Ahora mismo tiene 60 nietos.

“Salvini ha dicho que limpiaría Italia y que se desharía de los ilegales, mis hermanos y yo votamos por él”, dice uno de sus hijos, que prefiere mantenerse en el anonimato. Desde hace siete años viven en el campamento de Salone, situado a unos 15 kilómetros al este del centro histórico de Roma y hogar de más de 600 personas. Los caminos, que están sembrados de basura y llenos de charcos, separan las caravanas y las cabañas en las que viven todas estas personas.

Stefano cuenta que hace poco una rata pasó por encima del rostro de uno de sus nietos mientras dormía y que le mordió el labio. “No queremos vivir en este basurero, queremos casas decentes. Es un milagro que nadie haya tenido una enfermedad grave”.

El ataque de Salvini a la comunidad gitana se produjo una semana después de que se negase en rotundo a permitir que un barco que transportaba a más de 600 migrantes rescatados del Mediterráneo atracara en Italia, obligándole a ir hasta España. La medida también recordó a las leyes raciales contra las comunidades judía y gitana que fueron introducidas por el dictador fascista Benito Mussolini en la década de 1930.

Salvini prometió convertir “sus palabras en acciones” mientras se esfuerza por agradar a una base de seguidores que casi se ha duplicado desde las elecciones. Algunos en Salone temen que Salvini lleve a cabo un censo, muchos temen ser fotografiados. Otros no parecen muy preocupados.

“¿A quién le importa? Es un tonto que dice tonterías”, responde Silvia, que ha estado en el campamento seis años, mientras riega la calle que está junto a su caravana.

“Está en contra de todos los extranjeros, aunque muchos de nosotros nacimos aquí. Si algún día se deshiciese de nosotros, incluso de aquellos que no tienen documentos, la economía italiana se derrumbaría por completo”, señala Silvia.

Se calcula que hay unos 130.000 gitanos en Italia, de los cuales aproximadamente la mitad son ciudadanos italianos. Muchos viven en asentamientos similares al de Salone. Stefano confía en que Salvini deje tranquilos a sus hijos y nietos, que nacieron en Italia, a pesar del desprecio que ha mostrado por toda la comunidad. “Desafortunadamente te tienes que quedar con los italianos”, declaró recientemente Salvini en referencia a los gitanos nacidos en el país.

Stefano cuenta que el pueblo gitano se gana la vida vendiendo ropa de segunda mano o muebles o limpiando los sótanos de las casas de los italianos. Rechaza la percepción de que los niños no van a la escuela y de que simplemente se les suelta en la calle a mendigar y robar. “Cinco autobuses vienen a diario a llevar a los niños a la escuela”, asegura.

Salone es uno de los cinco campos levantados o ampliados por Gianni Alemanno, un alcalde conservador que rigió Roma entre 2008 y 2013. Alemanno los llamó “pueblos de solidaridad”.

Pero no hay mucha solidaridad entre aquellos que viven en Salone. “No vayas hasta el final, allí están los gitanos”, advierte Stefano.

Carlo Stasolla, presidente de Associazione 21 Luglio, que defiende los derechos de la comunidad romaní, dice que no es una sorpresa que haya gente en el asentamiento que apoye a Salvini.

“No hay ninguna diferencia respecto a cualquier otro sitio en términos del tipo de voto que logra captar”, afirma Stasolla. “Pero también le votaron con la esperanza de que si llegaba al Gobierno, en lugar de ser duro con ellos, les ayudaría”, añade.

Stasolla, que ha vivido entre la comunidad gitana durante 14 años, se toma a Salvini en serio. “Cuando la gente habla de incluir a la gente en categorías, realmente lo hace”, señala.

El presidente de la Associazione 21 Luglio recuerda el ejemplo de Roberto Maroni, ministro de Interior de la Liga entre 2008 y 2011 que durante un año llevó a cabo un censo en Roma y Nápoles antes de que le parase un tribunal italiano. “Toda la gente de los asentamientos, incluidos los menores, fueron trasladados a la comisaría y se les obligó a dar sus huellas dactilares”, asegura.

Como a Stefano y a su familia, a todos les gustaría vivir en casas adecuadas. “Los gitanos simplemente son gente pobre que vive en condiciones miserables”, señala Stasolla. “Hay demasiados prejuicios, pero a menos que las autoridades locales ayuden, les es imposible conseguir una casa, dado que muchos no tienen ni la documentación ni los recursos económicos”, añade.

Traducido por Cristina Armunia y Javier Biosca