Qué puede hacer Liz Cheney contra Trump y hasta dónde llegaría su carrera a la Casa Blanca

David Smith

Jackson (EEUU) —

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Cuando Liz Cheney se bajó del podio el martes por la noche, aplaudida y vitoreada por sus simpatizantes en un rancho de Wyoming, una canción de Tom Petty sonaba a todo trapo bajo las montañas Teton: “Well, I won’t back down / No, I won’t back down / You could stand me up at the gates of hell / But I won’t back down” (“Bueno, no me echaré atrás / No, no me echaré atrás / Podrías dejarme plantado a las puertas del infierno / Pero no me echaré atrás”).

La mujer que se ha convertido en la más implacable adversaria de Donald Trump dentro del Partido Republicano acababa de sufrir una derrota aplastante en las primarias por el único escaño de Wyoming en la Cámara de Representantes de EEUU. A diferencia del expresidente, al que le encanta hacerse la víctima, Cheney se negó a posar como una mártir de la política tras el sacrificio que había hecho. 

Junto a una docena de fardos de heno, una camioneta roja de época marca Chevrolet y cuatro banderas de Estados Unidos, Cheney dejó claro en un discurso de 15 minutos que Trump había ganado la batalla pero no la guerra por recuperar el alma del partido. “Estas elecciones primarias han terminado”, dijo ante una multitud en la que también estaba su padre, el ex vicepresidente Dick Cheney. “Ahora empieza el trabajo de verdad”.

Cheney, que es la vicepresidenta de la comisión creada por el Congreso para investigar el ataque del 6 de enero al Capitolio, invocó a Abraham Lincoln, que perdió las elecciones al Congreso antes de convertirse en el presidente que logró mantener unido al país. Cheney también advirtió por la amenaza existencial que Trump y los que le han allanado el camino representan para la democracia y pidió la unión a los estadounidenses de todas las tendencias.

Para muchos de los asistentes a un acto que tenía bebida y comida con música de una banda de música western y country en una carpa, aquello sonaba muy parecido al lanzamiento de una campaña presidencial.

“En la pregunta sobre el futuro del partido, pocas personas defienden una posición contraria a la del trumpismo imperante, ella es la única que puede hacerlo”, dice Heath Mayo, abogado de 32 años. “Espero que en 2024 se presente a la presidencia, ella tiene que estar en ese escenario defendiendo esa posición otra vez, incluso si pierde, seguir defendiendo esa posición”.

'La gran tarea'

Carol Adelman, de 76 años y que contrató a Liz Cheney cuando la republicana tenía 22 años para la Agencia de Desarrollo Internacional de EEUU, dice que “por supuesto” le gustaría verla presentarse a la Casa Blanca en 2024. Lo mismo que Alan Reid, un hombre de 60 años que trabaja en finanzas: “¿Quién si no? ¿Quién es mejor? En ningún partido veo a nadie que muestre la capacidad de liderazgo de Liz”, dice.

Este miércoles se supo un poco más del futuro político de Cheney, con el lanzamiento de un Comité de Acción Política [un mecanismo que permite la recaudación de fondos y el desarrollo de acciones electorales] llamado La gran tarea. “En las próximas semanas Liz lanzará una organización para enseñarle al pueblo estadounidense la amenaza que se cierne actualmente sobre nuestra república”, dijo el portavoz del grupo a Politico, el medio especializado en información política.

Después, Cheney confirmó durante una entrevista en televisión que está “pensando” en presentarse en 2024 a la presidencia y que “en los próximos meses” tomará la decisión. Como demuestra la caída de la dinastía Cheney en Wyoming, sería casi imposible que ganase unas primarias republicanas. Pero Liz Cheney podría tener un impacto simbólico sobre el eje “moderado” del partido si ayuda a dividir el campo en una contienda que podría incluir a Trump, al gobernador de Florida, Ron DeSantis; y al ex vicepresidente, Mike Pence.

Como han demostrado las audiencias por el ataque al Capitolio del 6 de enero, nada le gustaría más a Cheney que subirse a un escenario para debatir con Trump en horario de máxima audiencia y hacer su acusación directamente contra él.

Candidata independiente

Otra posibilidad es que Cheney, que ha sido elegida en tres ocasiones como miembro de la Cámara de Representantes, se presente como candidata independiente en las presidenciales. Eso podría quitarle a Trump votos moderados cruciales para los estados en disputa, ayudando así a un rival demócrata que presumiblemente será el presidente Joe Biden.

Pero también existe el peligro de que termine quitándole votos a Biden, en particular el de los republicanos moderados que por su rechazo a Trump apoyaron al demócrata en 2020. Los demócratas tendrían razones para preocuparse por una posible repetición de las presidenciales de 2000, cuando culparon al independiente Ralph Nader, el “saboteador” del tercer partido, de la derrota del candidato demócrata, Al Gore.

Cheney, que se ha comprometido a hacer lo que sea necesario para mantener a Trump fuera del Despacho Oval, podría temer igualmente esa posibilidad de que acabe perjudicando al rival demócrata. A menos que la ambición y el ego compitan con sus más nobles impulsos, como temen algunos de sus críticos.

“Si Cheney compite con Trump por la nominación del Partido Republicano, será aplastada; aunque Trump no compita por la nominación, seguirá siendo el que elija al candidato”, explica Robert Talisse, experto en filosofía política contemporánea de la Universidad de Vanderbilt en Nashville (Tennessee). “Si ella se presenta como independiente contra Trump, lo más probable es que desvíe un número importante de votantes conservadores a los que les cueste mucho votar por un demócrata, pero tampoco puedan votar por Trump”.

Hasta las puertas del infierno

Todos los cálculos tendrán que tener en cuenta la exageración que se ha hecho sobre el supuesto debilitamiento del control que Trump ejerce sobre el partido. Liz Cheney es una de las diez personas que forman parte del Partido Republicano y votaron a favor de la destitución de Trump en la Cámara de Representantes en el proceso de impeachment por el asalto al Capitolio en 2021. De esos diez, ocho han perdido las primarias o se han retirado y solo dos tienen posibilidades de seguir en el Congreso tras las próximas elecciones.

De hecho, Cheney está saliendo del escenario (al menos por ahora) mientras hace su entrada Sarah Palin, la candidata a vicepresidenta en 2008 y que allanó el camino a Trump. Con el apoyo del expresidente, Palin pasó este martes a ser la candidata republicana para las elecciones de noviembre por el único escaño de Alaska en la Cámara de Representantes. La trayectoria de estas dos mujeres de la misma generación -tienen 50 y tantos- es un resumen perfecto del momento en que se encuentra el Partido Republicano.

Pero como dijo Cheney en su discurso en la noche electoral, el número de simpatizantes de Trump que niegan el resultado electoral está aumentando en todo el país. La fórmula ha demostrado ser ganadora en unas primarias republicanas que están premiando a las voces más ruidosas, pero podría volverse contra el Partido Republicano en las elecciones de mitad de mandato, donde las posturas extremistas suelen espantar a los votantes de centro. Presentar a varios candidatos radicales con mucha fama y poca seriedad podría arruinar las posibilidades de los republicanos en el Senado.

Trump sentirá que la derrota de Cheney este martes es una demostración de que la venganza es un plato que se sirve frío. Pero Adam Kinzinger, colega republicano de Cheney en la comisión del Congreso sobre el asalto al Capitolio, no cree que Cheney se vaya a rendir. Haciéndose eco de Tom Petty, dijo a la cadena MSNBC: “Es muy decidida, muy tenaz, y perseguirá a Donald Trump hasta las puertas del infierno”.

Traducción de Francisco de Zárate