El aumento de autolesiones en adolescentes evidencia la necesidad de ayuda
El director médico del Centro Avanzado de Bienestar Emocional Emooti de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), Hilario Blasco Fontecilla, hace un llamamiento a “no banalizar” las autolesiones en adolescentes, porque detrás de ellas se esconde que “no está siendo capaz de manejar de manera adecuada una situación y hay que brindarle ayuda”.
El también psiquiatra de la Infancia y la Adolescencia del Hospital Puerta de Hierro de Madrid ha realizado estas manifestaciones en una entrevista a Europa Press, con motivo del Día Mundial de la Concienciación contra la Autolesión, que se conmemoró el 1 de marzo.
Ha señalado que el tema “es realmente dantesco, ya que las estadísticas oficiales hablan que en el mundo aproximadamente el 25 por ciento de los adolescentes presentan autolesiones, que en casos como en algunas poblaciones de China aumentan hasta el 50 por ciento”.
En este punto, el director médico ha querido aclarar que “en las autolesiones hay dos grandes tipos; las que se conocen como autolesiones no suicidas, que son generalmente los cortes que se realizan los jóvenes en muñecas o antebrazos, que son horizontales, y no buscan por tanto la finalidad autolítica, y las autolesiones suicidas o intentos de suicidio, que aquí si que el adolescente busca acabar con su vida”.
Autorregulación emocional
Ha señalado que las autolesiones no suicidas “se han expandido exponencialmente”, algo que hay que achacarlo “a factores sociales y educacionales o del tipo de sociedad que estamos generando porque evidentemente el ser humano no cambia su genética”.
En este caso, Blasco Fontecilla ha señalado que “la principal motivación de las autolesiones no suicidas es la autorregulación emocional; es decir, se trata generalmente de chavales que no tienen suficiente madurez para regular las emociones o para manejar la frustración de maneras, digamos más normalizadas”.
De hecho, ha señalado que “seguramente entre el 70 y 80 por ciento de adolescentes que lo hacen, es como un mecanismo para autoregularse; es decir, he tenido una bronca con mi mejor amiga pues en vez de solucionarlo hablando con ella pues me hago unos cortes”. En este sentido, ha alertado que “son conductas adictivas en muy poquito tiempo, y que al final hay una cosa en el ser humano, que es que toleramos peor el dolor psicológico que el dolor físico”.
Los menores que tienden infligirse intencionadamente lesiones en el cuerpo “tratan de ocultarlas” y para ello, los adultos tienen que “estar atentos” a algunas señales como “que un adolescente en pleno verano esté con sudaderas, se ponga muchas pulseras en los antebrazos o pasa mucho tiempo en el baño, y vemos heridas o rasguños, y al preguntarles que qué ha pasado buscan excusas”. A ello ha unido que “normalmente son cortes superficiales en brazos pero también se las hacen en las piernas, para evitar que sean visibles”.
Además, estas conductas “suele ir asociados a otros síntomas, como que estén pasando por procesos ansiosos o depresivo”, causados en muchos casos por “el ciberacoso, que es probablemente una de las causas más importantes de que este tipo de fenómenos se esté dando de manera tan masiva”.
Blanco Fontecilla ha querido dejar claro que “hablamos de menores, de cerebros adolescentes, que se encuentran en el periodo en el que son más vulnerables, y en el que están buscando su identidad”. Ha aclarado que con estas conductas, en muchas ocasiones “no están buscando manipular, sino que buscan ser entendidos”. “Si el adolescente ante esa frustración, ante ese problema, lo pudiera manejar mejor, lo haría”, ha apostillado.
Para abordar este tipo de trastornos, lo primero “es no banalizarlo, pensando que son chiquilladas, porque detrás de ellos subyace que un adolescente no está siendo capaz de manejar de manera adecuada una situación y hay que brindarle ayuda”. En muchos casos, ha señalado Blasco Fontecilla “el deporte es la respuesta a situaciones de descontrol o de rabia”, porque “no siempre la respuesta a las autolesiones tiene que ser necesariamente psicologizada o medicalizada”.
También se puede echar mano del “cuaderno terapéutico, por el que a aquellos chavales que les gusta pintar pueden expresar su malestar a través de la pintura o por ejemplo de un diario”, así como que “mejorar la comunicación en caso o intentar que el adolescente tenga amigos en diferentes ámbitos, porque si en uno de los ámbitos, por ejemplo en el colegio no le va bien con los amigos, cuente con otros en otras actividades que le sirvan de soporte”.
Además, también se puede abordar desde un punto de vista “más profesional” por medio de psicólogos o psiquiatras que “van a hacer terapias que sobre todo van dirigidas a mejorar las habilidades sociales y a manejar lo que es la regulación emocional; que cuando se vean frustrados, sepan manejarlo mejor”.
En este punto, el director médico ha señalado que desarrollaron un estudio en el Hospital Puerta de Hierro, entre adolescentes ingresados, de entre 12 y 17 años, para “poder ver cómo se daba la transición entre autolesiones no suicidas e intentos de suicidio”, concluyendo que “la mayor parte de los adolescentes que se intentan suicidar empiezan con autolesiones”.
Ha destacado que “hay un detalle importantísimo, y es que cuando las autolesiones empiezan con 6, 7 u 8 años, tienes como margen para actuar, pero cuando las autolesiones empiezan a partir de los 12-13 años, como no hagas nada, es muy frecuente que 2-3 meses va a haber un intento de suicidio, por eso es importante la intervención”.
De hecho, para concluir, ha destacado que “si las autolesiones comienzan con 14-15, hay que ser muy contundente, y es casi mandatorio contar con ayuda profesionalizada, psicólogo o psiquiatra, para cuanto antes parar la situación, ya que sino es muy probable un intento de suicidio”.
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