El autismo en cifras
En España se estima que más de 13.000 niños padecen actualmente autismo, lo que supone un aumento que podría deberse más a un mejor diagnóstico de la enfermedad que a una “epidemia” de nuevos casos, según explicó hoy el coordinador de la Sección de Neurología Pediátrica del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, de Madrid, y miembro de la Asociación Española de Pediatría (AEP), el doctor Juan José García Peñas.
Así, se calcula que, en España, los Trastornos del Espectro Autista (TEA) afectan, al menos, a entre 1 y 2 casos por cada 1.000 niños. “Aunque algunos autores abogan por cifras muy superiores rondando 1 caso por cada 500 niños; lo cierto es que, sea como fuere, hace 20 años la incidencia oscilaba entre los 10 y 20 casos por cada 10.000 niños”, advierte.
En este aumento tiene mucho que ver el mejor conocimiento clínico de la enfermedad, el empleo de instrumentos diagnósticos más adecuados y la realización de un buen diagnóstico diferencial con otras patologías del neurodesarrollo ha conseguido aumentar la detección de la enfermedad.
Los TEA, también conocidos como Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD), incluyen a un grupo heterogéneo de procesos que tienen en común “la alteración de la interacción social recíproca, anomalías de los patrones de lenguaje verbal y no verbal, así como la existencia de un repertorio restringido de actividades e intereses”, explica el doctor.
¿QUÉ ES EL AUTISMO?
El autismo es un trastorno complejo del neurodesarrollo que aparece en los 3 primeros años de vida. Esta patología “se puede y se debe diagnosticar correctamente entre los 24-30 meses de vida; sin embargo, en muchos casos, el diagnóstico se hace mucho después, siendo el tiempo medio de retraso de diagnóstico de unos 2 años”, asegura el experto.
“La ausencia de contacto ojo a ojo a los 6 meses de edad, la falta de balbuceo a los 12 meses, la ausencia de gesticulación al año, la carencia de patrones de expresión verbal a los 18 meses, la ausencia de frases simples a los 2 años y la evidencia de una regresión en el lenguaje a cualquier edad, son signos de alarma que nos deben poner en guardia ante el desarrollo de un posible Trastorno del Espectro Autista”, añade.
ABORDAJE MULTIDISCIPLINAR
Al tratarse de un síndrome heterogéneo crónico y grave, con múltiples etiologías, no existe cura, tan sólo tratamientos paliativos y sintomáticos. Por este motivo, los expertos abogan por un abordaje multidisciplinar en el que se implique no sólo al pediatra, sino también a maestros, psicólogos, psicopedagogos, neuropediatras, paidopsiquiatras, especialistas del lenguaje y terapeutas ocupacionales. Además, “deber ser una terapia individualizada y basada en una educación especializada”, advierte.
En opinión del doctor García Peñas, “resulta básico confeccionar un programa educacional y psicopedagógico para el niño autista con el fin de fomentar el desarrollo normal de la interacción social recíproca; promover las habilidades cognitivas, el lenguaje y la comunicación; facilitar el aprendizaje de las interacciones sociales; disminuir la rigidez y la estéreotipicidad de los comportamientos; eliminar las conductas de inadaptación; y aliviar la angustia, los sentimientos de culpa y las expectativas no realistas de los familiares”
Para ello recomiendan el desarrollo de centros de trabajo que incluyan, según el grado de afectación, aulas de hospital de día, centros de educación especial para autistas y centros escolares con aulas de integración o bien aulas específicas. Asimismo, destaca la estimulación con animales.
En la actualidad, la investigación de esta patología se centra en el campo de la genética con el fin de intentar definir distintos subgrupos de autismo en base a posibles correlaciones entre genotipo y fenotipo y poder así “conocer mejor la evolución natural de cada caso, establecer un mejor pronóstico y, quizás, en el futuro, orientar un tratamiento hacia determinadas dianas de transcripción celular y comunicación interneuronal”, señala el doctor García Peñas.
Asimismo, se han probado distintas pautas sintomáticas de tratamiento con fármacos que actúan fundamentalmente sobre las complicaciones del autismo, como los trastornos de conducta y las crisis epilépticas, pero no sobre el núcleo sintomático de la patología. Sin embargo, “estos no son, ni llegarán a ser la panacea del tratamiento”.
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