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El Rincón del Buen Decir: Los apellidos del morapio

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Los riojanos podemos presumir de muchas cosas, entre ellas del buen vino que se elabora y de las viñas que lo producen. En determinadas zonas de la comunidad se enorgullecen de su blanco; en otras, como Haro, de su buen tinto; y en otras, como Cordovín o San Asensio, de su clarete. La prueba de que la cultura y la historia de nuestra comunidad está estrechamente relacionada con esta bebida la encontramos en determinadas fiestas que hacen del vino el motivo central de la celebración.

El vino blanco es aquel de color dorado, más o menos intenso, por oposición al tinto, el cual es de color oscuro, tal como define el Diccionario de la Real Academia. Por su parte, el clarete sería de un color rojo claro, afrutado y ligero. El nombre de este último proviene del nombre que los ingleses dieron siempre al burdeos tinto “claret”, en contraposición con vinos más oscuros de diversas denominaciones. La palabra clarete la encontramos en la literatura desde época muy temprana, en concreto en unos versos del Cancionero musical de Palacio en 1505 aproximadamente: “E comiendo la fricasca/ como puerco quando masca/ con vin clarete que rrasca,/ combaten a Rruysellón”.

Pero además de pertenecer a uno de estos tres tipos mencionados, el vino adquiere innumerables adjetivos que expertos y aficionados utilizan para calificarlo de una forma o de otra. Dependiendo de su color, de su textura o de su aroma, las palabras que lo califiquen serán unas u otras, aludiendo en muchas ocasiones a sus cualidades físicas y de elaboración. Desde el Rincón del Buen Decir queremos instruir a nuestros lectores con los conceptos básicos que podrán utilizar para calificar los vinos, con los que conseguirán presumir ante sus conocidos de ser un experto enólogo.

Si nos fiamos de nuestro sentido de la vista, además de comprobar si es blanco, tinto o rosado, podemos saber que un vino es “abierto”, cuando su color no es intenso; también podemos observar si es “atejado”, cuando se trata de un vino envejecido que va adquiriendo el color de las tejas; puede ser brillante si es un vino que presenta un aspecto visual limpio con reflejos luminosos; o cubierto cuando el vino está bien pigmentado, siendo tan oscuro que casi no deja ver el fondo de la copa. Si el vino está poco coloreado, diremos que se trata de un vino descubierto; y si se trata de un vino blanco joven con reflejos metálicos y grises podemos calificarlo de “acerado”.

Una vez observado el caldo en la copa le toca la labor a la nariz, al sentido del olfato, por el cual podemos catalogar el vino con numerosos adjetivos según se aprecien aromas de una clase o de otra. Un vino ahumado, por ejemplo, es aquel que tiene olor a madera quemada; si su aroma desaparece rápidamente es corto; si lo calificamos de frutoso queremos decir con ello que se trata de un vino en el que se nota el aroma de la fruta madura; y si permanece en la nariz se trata de un vino largo.

Le llega el momento al gusto que ha de calificar la deliciosa bebida con nuevos adjetivos que nos permitan conocer las cualidades en boca de dicho vino. Tras un pequeño sorbo y un largo paseo por todos los rincones de la cavidad bucal podremos afirmar que un vino es ardiente si tiene excesiva riqueza alcohólica y produce una sensación de “ardor”; que es astringente cuando se produce una sensación rasposa en la lengua y el paladar, corta la salivación y pone los labios tirantes; que es espeso cuando produce en la boca una sensación de gordura; que es insípido si no despierta sensaciones en boca; que es mordiente si es muy ácido y desagradable; o que es rasposo, cuando produce la sensación de raspar el paladar.

Pero no queda ahí la cosa porque también por la textura que presenta podemos conocer muchísimas cosas de la bebida riojana por excelencia. Entramos en un campo explorado por expertos, por lo que si en algún término aprecian matices o errores rogamos que nos perdonen, pues tan sólo somos aficionados al buen vino. Según los términos encontrados, se dice que un vino es “acariciante” cuando es redondo, fino y aterciopelado; es amplio cuando se trata de un vino pleno, con matices y volumen en boca; si se nota un agradable equilibrio entre todas sus partes se dirá que es “armonioso”; y si su textura es agradable y sedosa, se calificará como aterciopelado.

Cuando produce en el paladar una sensación de cuerpo denso se dice que es carnoso; si hablamos de indigente no nos referimos a ningún mendigo, sino a un vino delgado, desprovisto de cualidades aromáticas; si lo calificamos de nervioso, hacemos referencia a un vino joven, ácido y tánico que todavía no se ha estructurado; con el adjetivo de redondo calificamos a un vino en el que todas sus virtudes resaltan, no sobresale ninguno de sus componentes; cuando presenta sensación táctil agradable de finura y ligereza hablamos de un caldo satinado; y si lo apellidamos sutil demostraremos que en él todos los caracteres se manifiestan de forma mesurada, por su armonía.

Cuando aunamos sentidos y valoramos el vino desde un punto de vista más completo, podemos utilizar diversos adjetivos, como por ejemplo “apagado” para designar aquel opaco en el color, pobre de aroma y pobre de sabor; si decimos que es elegante se tratará de un vino armonioso en el color y el aroma, equilibrado en el gusto y con la justa crianza; y si hablamos de un vino intenso manifestará ciertas cualidades como el color bien pigmentado, un aroma fragante y un sabor profundo.

Dependiendo de las cualidades que el vino haya mostrado tanto en boca como en olfato o textura, debemos determinar qué tipo de caldo estamos catando. Cuando se trata de un vino tinto, por ejemplo tendremos que elegir entre varias posibilidades, cada una con sus características propias, como son vino joven, aquel en el que se han buscado las cualidades afrutadas y más frescas; el crianza, un vino envejecido en barrica y botella, en el que se nota la presencia de la madera y sus perfumados aromas de especias; o un reserva, envejecido durante más de tres años en barrica o en botella, de un rojo picota, con destellos y gran intensidad.

Desde Rioja2 hemos querido conocer de cerca ciertos términos comunes con los que podemos encontrarnos en una cata de vinos. Muchos se han quedado en el tintero y, porque sabemos que el tema del vino es imprescindible en nuestra comunidad, intentaremos abordar más adelante nuevos aspectos relacionados con este mundo que tantos términos léxicos aporta a nuestra lengua. Si nuestros lectores conocen otras palabras diferentes a las que hemos dado a conocer no duden en mandarnos un comentario y compartirlas con nosotros.

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