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“Hay que perder el miedo a psicoeducar a los niños en el suicidio”

"Hay que perder el miedo a psicoeducar a los niños en el suicidio"

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*Imagen: Asociación Color a la Vida

La profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) Patricia Vega ha destacado cómo “no hay que tener miedo a psicoeducar a los niños en el suicidio, tienen que saber qué implica y a quién acudir”. En el Día Internacional para la Prevención del Suicidio, Vega, en una entrevista a Europa Press, ha señalado la necesidad de, en el caso concreto de los niños y adolescentes, “ayudarles a dejar de sufrir”.

Las estadísticas marcan que el suicidio, junto con los accidentes tanto de tráfico como domésticos, están entre las primeras causas de muerte no natural entre los jóvenes y adolescentes de entre doce y 29 años. Además, ha habido un incremento en los últimos años, sobre todo después de la pandemia, tanto de los intentos como de los que llegan culminar.

Para esta experta, un ámbito de prevención importante es educar en el suicidio a niños y adolescentes.

“Hay muchos mitos en torno al suicidio, uno de ellos es que si se habla de ello con el niño va a tener más ganas, pero es todo lo contrario, si se le habla de manera adecuada va a entender que esto es un síntoma que va a desaparecer, que ese malestar va a desaparecer”.

Hay que hablar de ello “de manera adecuada”, porque “sabemos que en las redes sociales se romantiza” y es necesario “que tengan una información adulta y veraz de que el suicidio es algo serio, que es una solución eterna a un problema transitorio”.

Así pues, no hay que “tener miedo a psicoeducar a los niños” y, también, a los profesores. Hay comunidades que tienen planes de prevención, con charlas informativas con psicólogos que les explican “lo que implica, qué hacer si tengo estas ideas, a quién acudir, cómo expresarlas y cómo pedir ayuda”.

Hay que trasladarles el mensaje de que “las ideas de suicidio son comunes en el ser humano, se pueden trabajar y el hecho de trabajarlas hace que desaparezcan”. “Yo he tratado a muchos niños después de un intento de suicidio y lo que te dicen es que realmente yo no me quería morir, yo quería dejar de sufrir pero no sabía cómo”.

Vega ha explicado cómo la señal de alarma “más importante” ante la que es necesario estar alerta es que el niño, o adolescente, lo manifieste, “igual de una forma directa diciendo no quiero vivir, o con frases como no voy a ser feliz nunca”. “Si hay una manifestación explícita, no por ser un niño hay que quitarle importancia”, ha aseverado.

Otros síntomas son “mucha irritabilidad, problemas para dormir, cambios en la alimentación, o si de pronto, después de un tiempo mal, está en calma sin nada aparente, porque ahí ha podido tomar ya la decisión”.

También, aislamiento, quitarse de todas las redes, consumo de alcohol o drogas, que bajen las notas, y regalar objetos personales, muy preciados, o despedidas. “No siempre que aparecen estos síntomas hay un acto suicida, pero el niño al final está mal independientemente de que se vaya a suicidar o no; entonces, hay que esta atentos”, ha resaltado.

Si algo de esto pasa la pauta es no dejarles solos y ponerse en manos de profesionales y trabajar con terapia porque “al final la idea de suicidio va a ser un síntoma de depresión” o puede, también, que sea de problemas mentales o que está desarrollando un trastorno de personalidad, algo que aparece en los quince o dieciséis años.

No obstante, ha querido apuntar que, a veces, no hay señales de alarma porque es un acto impulsivo y ocurre que, a las familias que han tenido un hijo que se ha suicidado, el hecho de que les hablen de señales les produce culpa.

“A veces las señales se ven a posteriori, por ejemplo, que ha regalado su balón favorito a su mejor amigo”, ha relatado.

Escarbando entre las causas ha apuntado a muchos factores, uno de ellos la información que romantiza el suicidio, sobre todo en las redes sociales. También, el nivel de vida que llevamos, con cada vez más estrés y el hecho de que los niños pasan menos tiempo que en otras épocas con sus padres y pasan más tiempo institucionalizados.

“Los clínicos que hemos trabajado mucho tiempo con niños sí que vemos un cambio, y por eso lo importante de la conciliación, sobre todo en los primeros años de la vida de los niños”, ha añadido.

Así, “en otros países donde tienen mucho menos tasa de suicidio los papás tienen bajas, o permisos, más largos. Hay países, por ejemplo los nórdicos, en los que es más fácil estar con los niños en casa los primeros años de vida. Si un progenitor coge una excedencia sigue cobrando, y no tienen esa necesidad de volver al trabajo”.

De este modo, “si vemos las tasas por países, hay países que tienen tasas menores de suicidio, y también de estrés y problemas mentales en niños, por la presencia mayor de los padres en casa. El adolescente, si vuelve a casa agobiado y no encuentra a nadie a quien contárselo la salida puede ser más impulsiva”.

Y es que, “a veces, el suicidio en los adolescentes puede ser muy impulsivo; no aguanto el malestar que tengo, y el concepto de la muerte de los niños y los adolescentes no está tan claro”.

Los adolescentes “están en un proceso de desarrollo, no conocen sus emociones y necesitan tener referentes a los que acudir tanto en casa, con mayor presencia, como en el colegio, donde muchas veces los profesores son una figura de vinculo”. En la prevención es fundamental “la presencia, el que tengan con quien comunicarse y pueda decirle: Esta idea de suicidio va a desaparecer cuando tú te encuentres bien”.

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