La Ruta Quetzal, un campamento como premio a los sobresalientes donde “el techo son las estrellas”

La Ruta Quetzal, un campamento como premio a los sobresalientes donde "el techo son las estrellas"

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La Ruta Quetzal, “un campamento que aparentemente es duro pero que realmente no lo es tanto”, “un intercambio cultural que, en verdad, es un intercambio a todos los niveles”, decía Iñigo de la Quadra-Salcedo, director de la ruta. Una experiencia que pone a prueba a todos y cada uno de los adolescentes que participan en ella. En la ruta de este 2023, 200 jóvenes han vuelto a disfrutar de un campamento en el que “los chicos se dan cuenta del grado de bienestar en el que están”, donde viven sin comodidades, pero felices.

Este año se conmemora el 30 aniversario de la declaración por la UNESCO del Camino de Santiago como Patrimonio de la Humanidad y los 200 expedicionarios lo han celebrado recorriendo el trayecto desde Santiago hasta allí donde la Tierra termina, Fisterra.

En la ruta participan jóvenes de todas las comunidades autónomas, incluyendo Ceuta y Melilla y en esta edición no ha sido diferente. “Se apuntaron casi 1.400 participantes, entre los que la mayoría eran chicas. Esto demuestra que las chicas son mucho más intrépidas y valientes. Pero, además de atrevidas, son mucho más listas, entonces si los seleccionábamos según las notas medias había comunidades que se quedaban sin representación masculina”.

Así, “tuvimos que seleccionar a los participantes distinguiendo entre chicos y chicas”, ya que “este es un programa para la juventud en general y no podemos contradecir el objetivo del programa”. Finalmente han sido un total de 64 expedicionarios frente a 136 expedicionarias los que han participado en esta edición.

Entre ellos está nuestro equipo, el riojano. May Amghiten Gharafi y César Calvo Carbajo han sido los representantes de nuestra comunidad este 2023. A pesar de que en un principio habían sido tres los participantes seleccionados de nuestra provincia, la tercera chica decidió retirarse.

César no supo de la existencia de este campamento hasta que un amigo suyo le dijo que si se apuntaban juntos y “sabía que no iba a tener ningún problema de entrar por la nota”. “Mis padres no estaban asustados porque ya había salido de España varias veces solo. Es más, lo nervioso que estaba yo”, confesaba.

“Una tarde estaba entrenando a fútbol y cuando terminé me llegó un mensaje de mi madre diciendo que me habían seleccionado y me emocioné”. “Yo fui con las expectativas un poco bajas. Como veía que íbamos a dormir en el suelo, en tiendas de campaña o que íbamos a estar todo el rato andando pues me parecía un viaje más cultural que un campamento en sí. A medida que iban pasando los días, que empiezas a conocer a la gente, a interactuar más ya te creas una segunda familia”, reconocía César.

El día de la despedida “fue bastante duro”. “Mira que soy muy insensible para estas cosas, pero ese día me salió alguna lágrima y todo. Después de estar conviviendo con la gente por dos semanas te encariñas y es duro dejarlo”.

César tiene alguna duda en cuanto a su futuro, qué carrera elegir y qué camino tomar. Lo que tiene muy claro es que decida lo que decida va a ser un “reto”.

Por su parte, May no ha querido dejar de lado el aprendizaje durante el verano y continúa formándose en un campamento de profundización científica. Lo que sí podemos saber a través de su madre es que “lo había pasado genial”. También confesó que “es un poco duro si no estás preparado, pero lo volvería a hacer sin duda. Acabaron la mayoría con ampollas después de la caminata de casi 50 km en 2 días o la trayectoria en kayak de 5 horas, pero en buena compañía todo se pasa”.

Sin embargo, la dureza del campamento viene motivada por unos ideales que el propio director contaba: “no somos conscientes del grado de bienestar que disfrutamos, y Ruta Quetzal quiere que los chicos sean conscientes del grado de bienestar en el que están, pero que puede bajarse y de hecho lo bajamos”. “Tenemos necesidades que realmente no necesitamos en la vida normal y muchas de las que realmente necesitamos no las valoramos”.

“Aquí hacen cosas que pensaban que no eran capaces de hacer”. “No hay colchones, duermen sobre el suelo en la tienda de campaña o al aire libre, donde el techo son las estrellas”. “Hay que cultivar el espíritu de sacrificio, porque estamos en un empacho de bienestar tal que hemos olvidado que a veces hay que sacrificarse un poco”.

HISTORIA DE LA RUTA

El padre de Íñigo, Miguel de la Quadra-Salcedo, fue quien, en 1979 a raíz de una cena con el Rey Juan Carlos decidió fundar esta iniciativa. “Entonces, por la vinculación que tenía mi padre con el Amazonas, con América, se le ocurrió fundar una iniciativa relacionada con esta comunidad, y la mejor manera de construir estos cimientos de la comunidad Iberoamericana de Naciones pensaron que era, y con acierto, a través de la juventud”, contaba Íñigo.

“En 1979 hay un programa piloto en el que participan unos 50 jóvenes españoles por América, pero el programa con el formato que conocemos nace en 1985. En 1988 resurge bajo el nombre de ‘Aventura 92’, conmemorando el quinto centenario del descubrimiento de América y en 1993 empieza la Etapa de Ruta Quetzal hasta el 2016, cuando fallece mi padre”.

Sin embargo, la Ruta de 2017 ya no se pudo celebrar tal y como se esperaba debido a que “a que una semana de morir mi padre, el patrocinador que teníamos nos dice que no va a financiar más el programa, pero cuando te patrocina un banco es lo que tiene, están más pendientes del dinero y no de lo que realmente importa” decía el director.

La Ruta Quetzal no volvió a ponerse en marcha hasta 2022, pues la pandemia, al igual que al resto del mundo, les pilló desprevenidos.

Este año han celebrado la edición número 33 conmemorando el 30 aniversario de la declaración por la UNESCO del Camino de Santiago como Patrimonio de la Humanidad, y los expedicionarios, “más chicas que chicos”, lo han celebrado haciendo el trayecto desde Santiago a Fisterra.

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