Mi calle es una aldea gala
Vivo en la Casco Antiguo de mi ciudad; nunca me he planteado irme con la casa a cuestas a otro lugar. Me gusta que en la calle haya siempre cierto bullicio, que siempre se respire vida. Es cierto que resido en la zona privilegiada del Caso Antiguo; no entre las terrazas masificadas y los bares de copas. Tampoco en la zona olvidada. En mi calle conviven un hotel, tres tiendas de moda, otra de zapatillas, y una más de regalos, dos restaurantes, dos estudios de decoración -uno de ellos aún en proceso de diseño de sí mismo-, dos cafeterías, una floristería, una tienda de té, una librería y una panadería de toda la vida. En la calle también se ubican al menos dos edificios destinados a apartamentos turísticos -uno legal seguro- y uno más de oficinas y al parecer cada vez menos inmuebles residenciales. Desde 2008 hemos perdido una veintena de vecinos. Ahora somos 34; éramos 58. La fuga en el conjunto de Casco Antiguo ronda los 700 residentes. Una estampida silenciosa, que todos sospechamos.
Aun así, en mi calle existe un equilibrio de usos envidiable para el resto del Casco Antiguo donde la hostelería -también contamos con una terraza-, los bazares y el turismo colonizan todo espacio que pierde la batalla de la resistencia comercial. Tampoco es algo nuevo, el proceso de invasión se prolonga desde hace años, décadas, legislaturas, sin que nadie haya puesto remedio alguno. Algunos sectores tienen superpoderes. Lo cierto es que el ruido -no el bullicio- y la suciedad espantan a los vecinos. No son los bares, ni los edificios oficiales o administrativos, ni siquiera las empresas, ni las reales ni las de proyectos efímeros, quienes rehabilitarán, recuperarán y revitalizarán el Casco Antiguo de mi ciudad. Son solo iniciativas de horarios de ocho a tres u ocasionales de fin de semana. Podrán un granito de arena, no lo dudo, pero no es suficiente. Ha quedado demostrado. Tampoco la reforma y reurbanización de calles y plazas es la panacea. Es imprescindible pero no basta.
Tan sólo la vivienda, sumar vecinos, lograr que las calles tengan vida a lo largo de todo el día permitirá revitalizar el Casco Antiguo. Entonces surgirán supermercados, fruterías, panaderías, comercio local, incluso gimnasios y alguna marca de moda de gran repercusión verá oportunidades en la zona. ¿No puede el Ayuntamiento ofrecer un edificio o local a alguna 'Zara' o similar para que ejerza de revulsivo? No un Airbnb, precisamente. Hablamos de defender la idea de barrio frente a la de parque temático, que la ciudad pertenezca a quienes la habitan, que, por cierto, no son figurantes. Entonces el Casco Antiguo será realmente atractivo.
No voy a negar que uno ha salido viernes y sábado durante muchos fines de semana por los bares del Casco Antiguo, pasándolo realmente bien, y siento cierta hipocresía al escribir estas líneas. Además, sigo disfrutando de una cerveza con amigos en una terraza de la zona. Es un pequeño placer. Pero lo cierto es que ahora estoy feliz de vivir en mi calle, quizá una aldea gala en mitad del imperio. Espero que la pócima de la marmita no se acabe nunca.
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